Despertar

Sez entendía su punto de vista, más aún sabiendo que aquella era la primera relación seria que tenía, pero esperaba poder hacerle ver también que opinión al respecto era simple y aceptable. Para ella no era sencillo o sólo una cuestión de "placer", no se trataba sólo de satisfacerse mutuamente y ya está; siempre habrían sentimientos de por medio y eso era lo que lo hacía especial y "profundo" por encima de todo.

El italiano la besó con pasión antes de que pudiera responderle y explicarle lo que pensaba ella sobre el tema sexo y amor, o más bien, sexo con amor. Disfrutó intensamente de ese beso que logró incluso erizarle la piel pues casi pudo palpar los sentimientos que él le transmitía. Una vez sus labios se separaron, Fabrizzo tapó suavemente su boca con su dedo índice.

- No respondas ahora, hazlo mañana. - le pidió.

Sez no dijo nada, cumpliría su petición, pero esperaba poder explicarle su punto de vista para que entendiera que el sexo con la pareja puede ser, además de romántico y especial, muy divertido y placentero.

Se dejó hacer, hipnotizada por los besos y caricias que él le propinaba. Luego vio cómo se desprendía de sus pantalones para seguidamente tumbarse sobre ella y continuar estremeciéndola con aquellos besos y suaves roces. De nuevo, paró un segundo para decirle que era preciosa, ante lo que la rubia sonrió tiernamente y posó una mano sobre su mejilla. Se lanzó luego a por sus dulces y adictivos labios para besar éstos apasionadamente y disfrutar del contacto que hacía su lengua con la suya entrelazándose una y otra vez. Sus manos, desinquietas, comenzaron a recorrer el suave y liso torso del italiano, disfrutando cada centímetro de piel que tocaban. Había subido sus piernas para rodear el cuerpo de él, provocando así que sus entrepiernas entrasen en contacto placenteramente aunque sólo fuera de forma superficial.

Sez se lanzó a mis labios mientras acariciaba mi torso lo cual la gustaba bastante y me rodeaba con sus piernas haciendo que empezara a haber rozamiento, aunque yo estaba más centrado en besarla y acariciar sus preciosas curvas. Sin embargo no pude aguantar mucho, me levanté lentamente y la quité el camisón y el sujetador, luego comencé a deslizarme sinuosamente hacia abajo y empecé a besar con pasión sus pechos mientras mi mano bajaba aún más y se metía en sus braguitas juguetosamente y comenzaba a acariciarla su entre pierna. Una vez sentí que ya estaba a punto, saqué la mano lentamente de las braguitas y se las quité, luego hice lo mismo con mis calzoncillos y me tumbé encima suya mientras esperaba a que abriera sus piernas de nuevo y la volví a besar los labios, luego la penetré.

-Ayer me quedé con las ganas de abrazarte mientras hacíamos el amor -dije agarrándola con fuerza y girándome sobre mí mismo quedando ella encima mía- así que hoy eres tú la que se pone a prueba -dije con una sonrisa pícara.

Ahora que estaba encima, podía abrazarla sin miedo a aplastarla, comencé a acariciar y apretar contra mí su preciosa y dulce espalda, mientras la ayudaba a mantener el ritmo, no paraba de besarla y de vez en cuando bajaba mis juguetonas manos hasta su culo para abrazarlo y apretarlo con fuerza.

Fabrizzo la desprendió de su camisón y su sujetador para seguidamente comenzar a besar sus pechos con suma pasión. También había deslizado su mano hacia abajo, pasando por todo su estómago hasta llegar a su entrepierna, metiéndose entre sus bragas y acariciando su sexo con parsimonia. Sez arqueó ligeramente la espalda mientras dejaba escapar un leve gemido de placer. No tardó en estar completamente húmeda y deseosa, algo que el italiano supo captar pues le quitó las bragas y se quedó él también desnudo para luego ponerse encima suya. La griega abrió sus piernas para dejarle vía libre y él la penetró mientras la besaba, logrando que su cuerpo se erizase y estremeciese por completo, rendido a aquel placer.

Escuchó la voz de Fabrizzo y sintió sus manos sobre su cuerpo ejerciendo una leve presión para girarla, haciendo que ella quedara encima suya. Acarició y apretó su cuerpo contra el de él mientras la besaba y ayudaba a moverse para disfrutar los dos de ese intenso placer que los envolvía. Sez se movía hacia arriba y hacia abajo con algo de lentitud para que la verga del italiano la embistiera con profundidad, aunque no tardó en aumentar el ritmo presa de la excitación y la lujuria. Entrelazaba su lengua con la suya pero de vez en cuando separaba sus labios de los de él para soltar incontrolables gemidos y jadeos de placer.

Estábamos en pleno apogeo sexual, yo agarrándola fuerte y ella moviéndose con pasión, era como si quisiera que no se escapara, como si en una de esas saliera flotando como un globo, intentaba que nuestros labios no se separasen, pero ella no podía evitar tener que dejar que los gemidos fluyesen, en esos momentos yo aprovechaba para coger aire y la volvía a besar con pasión, al rato la solté y dejé que se marchara, me acerqué a su oído para tentarla.

-Eres libre... ¿por que no me demuestras de lo que eres capaz? -quería saber si era capaz de mantener la promesa de que incluso en el mayor de los placeres carnales, seguiría mostrando amor- cabálgame... -terminé diciendo mientras volvía a bajar la cabeza dejándola descansar en la cama, ahora sólo hacía falta esperar a que me hiciera caso.

Fabrizzo dejó de rodear su cuerpo y se acercó a ella para susurrarle. Le pidió, literalmente, que lo "cabalgara", que le demostrara de lo que era capaz. Sez lo miró con deseo mezclado con una enorme picardía y sensualidad. Como ahora tenía vía libre, la chica irguió su cuerpo mientras seguía moviendo sus caderas ascendente y descendentemente, cada vez a una velocidad mayor. Apoyó sus manos sobre su torso, llegando a arañarle de vez en cuando sin dejar de moverse.

Hizo la cabeza hacia detrás, jadeante y gimiendo de placer; ese placer que recorría todo su cuerpo y la hacía estremecerse. Arqueó ligeramente la espalda cuando sintió que su calor había aumentado, cuando sintió que estaba a punto de llegar a la cumbre de la satisfacción. Así pues, no pudo evitar moverse con mucha más rapidez, bajando su cabeza para mirar a su novio con infinito amor. Pudo subir más sus manos para acariciar sus mejillas con suavidad y no tardó en bajar su cuerpo otra vez para poder así disfrutar de sus dulces labios. Entrelazó su lengua con la suya un par de veces hasta que el placer la dominó por completo y la hizo llegar al éxtasis, momento en el que se apartó de él arqueando su espalda hacia detrás y dejando que un sonoro grito saliera de su garganta. Siguió moviéndose con rapidez, sin embargo, para que su amado pudiera disfrutar también de ese placer y para prolongar su propio orgasmo.

Sez no se lo pensó dos veces y se levantó apoyándose en mi torso y una vez erguida volvió a empezar a moverse, esta vez más rápido, cosa que hizo que sintiera bastante más placer del normal mientras ella me arañaba el pecho como desahogándose, dolía, pero era un dolor que acrecentaba el placer y la dejé.

Siguió botando mientras jadeaba y gemía sin parar, era la primera vez que la veía así, toda una fiera suelta, yo mientras disfrutaba inmóvil agarrando sus muslos sin hacer fuerza para que tuviera libertad de movimiento. Aumentó aún más la velocidad mientras volvía a bajar lentamente me acarició las mejillas y me besó dulcemente, después de todo había cumplido su promesa, no había olvidado que yo estaba debajo sintiéndola, en ese momento sentí que se venía y ella se echó hacia arriba y gritó de placer, pero no dejó de moverse, sin embargo yo agarré su cintura con fuerza, forzándola a parar y la miré a los ojos.

-Espero que te haya gustado... pero hoy venía más preparado, te va a costar hacerme feliz...

Me levanté lentamente ayudándome de su cintura hasta que me quedé sentado con ella encima, estaba muy húmeda y sudada, y eso me ponía mil... ahora apoyado, pude agarrarla con fuerza para levantarla haciendo que nos separásemos y la ayudé a que se abriera de piernas para que me rodeara con ellas de nuevo, entonces la volví a dejar bajar para volver a unirnos, la besé con amor y desenfreno mientras acariciba su espalda.

-¿Qué dices...? ¿Aún tienes fuerzas o me vas a dejar a medias?

Era una postura que siempre había querido hacer aunque nunca había tenido oportunidad, me sentía más cerca a ella que nunca y me sentía rodeado y protegido entre sus brazos y piernas mientras sentía su aliento en mi cara y su humedad en mi entre pierna, esperando su respuesta.

Para su sorpresa, Fabrizzo la agarró fuertemente por la cintura y la obligó a parar. Sez la miró algo confusa, pues sabía que él no había llegado aún al clímax, y él también la miró a los ojos.

- Espero que te haya gustado... pero hoy venía más preparado, te va a costar hacerme feliz... - le dijo.

Seguidamente se levantó ligeramente hasta quedar sentado con ella encima, para luego hacer que se separasen y Sez abriera más sus piernas para poder sentarse más cómodamente sobre él y rodear su cuerpo con sus piernas. Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo cuando sintió la verga penetrarla de nuevo, que hizo aumentar considerablemente su excitación unido al apasionado beso que le propinó el italiano.

- ¿Qué dices...? ¿Aún tienes fuerzas o me vas a dejar a medias? - le preguntó luego.

La griega no dijo nada, le sonrió con tremenda picardía mezclada con un toque de sensualidad y rodeó su cuello con sus brazos. Comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, primero lentamente, para sentir cómo aumentaba de forma gradual su calor corporal, y también el de él. Unió sus labios y lenguas con lujuria al tiempo que movía sus caderas más aceleradamente, trasladando luego sus labios hasta su cuello. Sin embargo, no tardó en arquear la espalda ligeramente, incitando así al italiano a que besara sus pechos.

No respondió, simplemente me abrazó y reanudó la marcha haciendo que volviera a coger el calor, a mí no me hizo falta puesto que yo no lo había perdido, aún seguía calentito por tener tal belleza entre mis brazos. Comenzó a besarme con lujuria sin dejar de moverse aún más rápido, comenzó a bajar lentamente y me besó el cuello, luego se echó atrás incitándome a que la besara yo.

Comencé por su cuello, mientra bajaba lentamente hasta sus pechos y me los empecé a comer literalmente, palmo a palmo, escaneando la zona con total precisión y sin dejarme un solo resquijio sin besar o lamer, luego volví a subir de nuevo con lentitud sin dejar de ayudarla a moverse con mis manos agarrando su cuerpo hasta que uní de nuevo mis labios y lengua con los suyos, la respiración era cada vez más pronunciaba, me costaba mantenerme cuerdo, esa chica me volvía loco.

-Vas a tener que esforzarte más... -dije susurrándole al oído- o vas a quedar en mal puesto...

A penas podía controlar ni lo que decía, la estaba incitando a que se machacara más, ¿qué clase de novio haría eso? Uno muy exitado...

Tal y como deseaba, Fabrizzo comenzó a besar su cuello para seguidamente comenzar a bajar hasta sus pechos, saboreando éstos en su totalidad y con infinita pasión. Sez dejaba escapar varios jadeos de placer mientras disfrutaba de sus caricias y de sus penetraciones, pues ella seguía moviéndose. Él agarró su cuerpo con más firmeza aún y la ayudó a moverse, no tardando en devorar sus labios y unir su lengua a la suya.

- Vas a tener que esforzarte más... O vas a quedar en mal puesto... - le susurró.

Se notaba a la legua que el italiano estaba más que considerablemente excitado pero, sobre todo, deseoso. Deseoso por tenerla, deseoso de ella. Y eso a Sez le encantaba, además de excitarle la idea de provocar tanta pasión y lujuria en su pareja. Así que, ni corta ni perezosa, la chica comenzó a moverse a una velocidad muchísimo más rápida, dejando besos y caricias de lado, centrándose en darle placer a su novio con todas las fuerzas que le quedaban. Apretó sus cabellos con fuerza por detrás de su nuca mientras le miraba ardiente y deseosa sin dejar de mover sus caderas. Un calor comenzó a invadirla, un calor muy excitante pero también con cierto toque perturbador y lujurioso que hizo que aumentara un grado más su velocidad. Deseaba llegar al segundo orgasmo, pero quería hacerlo al mismo tiempo que él.

Cuando le dije eso, Sez se desató de sus últimas cadenas, si aún quedaban partes de cordura en su cuerpo, yo las votilicé con esa frase y comenzó a moverse a una velocidad que jamás pensé que se podía alcanzar en esa postura, ya no podía distinguir si estaba dentro de ella o fuera porque todo iba muy rápido, incluso mi sentido de la temporalidad estaba afectado, supuse que era debido al sueño y al cansancio.

Para no estorbarla yo me eché hacia atrás apoyándome en mis manos sobre el colchón, además, así tenía mejores vistas del panorama, esta vez si que no iba a poder escaparme de las manos del placer, pero me había gustado eso de que ella se fuese dos veces, si es que estaba a punto de irse, porque yo no iba a poder aguantar mucho más.

-Ca... cariño... ¿es... esto es to... todo lo que puedes dar?

Me había vuelto loco de remate, no era ella la única que había perdido la cordura, ese tipo de comentarios tentativos solo harían que llegase más rápido, aunque no me importaba, podía dejar que ella siguiese aunque yo ya hubiese llegado.

Fue cuestión de unos segundos después de eso que echara la cabeza hacia atrás cansado mientras eyaculaba, aunque fingí bastante bien para que no pareciera eso, así ella ni siquiera pararía para terminar ella también.

Fabrizzo se hizo hacia detrás, apoyando sus codos sobre la cama y mirándola con lujuria mientras ella seguía moviéndose. Le hizo otro comentario de lo más desafiante entre jadeos, de forma entrecortada, con lo que Sez se esmeró en moverse un poco más rápido. Comenzaba a sentir el cansancio en su cuerpo, hasta el punto de temblarle ligeramente, pero no le importaba; quería darle todo el placer que pudiera a su amado.

Ella también estaba disfrutando de aquello, por supuesto, hasta tal punto que llegó por fin a su segundo clímax. Arqueó la espalda hacia detrás y levantó la cabeza mientras profería un sonoro gemido al sentir aquella oleada de placer recorrerla por completo, que inexplicablemente fue mucho más intensa que la anterior. Cuando bajó de nuevo la vista, vio que el italiano tenía su cabeza echada hacia detrás, por lo que supuso que aún no había llegado o que estaba a punto de hacerlo. Así que siguió moviéndose aunque mínimamente de forma más lenta para descansar un poco las piernas.

- ¿Q-Quieres q-que... Siga? - le preguntó, bastante jadeante.

Por fin llegó, la había dejado exhausta, pero había valido la pena, la agarré con fuerza una vez terminó para que dejara de moverse.

-¿Q-quieres q-que... siga?

-No... ya puedes parar... cariño... yo ya he terminado...

Me volví a levantar y separé sus piernas de mi espalda, la abracé con fuerza y me dejé caer hacia atrás haciendo que ella cayera encima de mí para dejarla descansar, comencé a besarla el pelo y a acariciarle la espalda y el cabello con cariño.

-Estás hecha toda una amazona -dije sonriendo- siento haberte dejado casi todo el trabajo a ti... pero quería ponerte a prueba... y he de decir que la has pasado satisfactoriamente...

El italiano la agarró con fuerza para indicarle que parara, cosa que ella hizo mientras él le decía que ya podía parar pues había terminado. Se levantó y separó sus piernas para abrazarla y dejarse caer hacia atrás, arrastrando a Sez junto a él, quien quedó encima suya con su cabeza apoyada sobre el pecho del hombre. Recibió entonces sus besos y caricias de buen agrado. No tardó en dibujarse una sonrisa en sus labios cuando Fabrizzo le dijo aquello.

- Está bien, no siempre tienes porqué hacer tú el trabajo. - le guiñó un ojo.

A ella no le importaba ser la "líder" en el asunto, en realidad, daba igual quién lo fuera mientras disfrutaran los dos. Y aquella noche habían disfrutado la experiencia con creces.

Sez subió su cabeza ligeramente para depositar un suave beso en el mentón de su amado, para seguidamente recostarse junto a él y abrazarle tiernamente. Sin embargo, pronto se separó para poder meterse bajo las sábanas e indicar a Fabrizzo que lo hiciera también. Una vez tapados, volvió a abrazarse a su cuerpo y cerró los ojos, no sin antes haber besado dulcemente sus labios.

-Está bien, no siempre tienes porqué hacer tú el trabajo.

Fue una buena respuesta, era un trabajo de dos y se podía alternar el trabajo, era solo que no estaba acostumbrado a eso, siempre me había decidido a ir encima, aunque no podía quejarme de eso ahora.

-Me agrada que pienses eso.

A los pocos segundos Sez se separó de mí para meterse entre las sábanas y me invitó a seguirla, cosa que hice sin inmutarme, una vez los dos recostados, ella se abrazó a mí, no sin antes darme un besito de buenas noches que acepté de buen agrado para quedarme dormido en cuestión de segundos, había sido un día duro y largo.

No tardaron ambos en quedarse dormidos, tremendamente agotados pero sumamente felices y satisfechos.

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[18 de Mayo; 08:00 a.m]

La luz del sol iluminaba toda la habitación, convirtiendo el blanco de las cortinas que cubrían la ventana en una luz reluciente que se transparentaba. Reposando sobre la cama, durmiendo plácidamente, se encontraba Sez. Sin embargo, no tardaría en abrir sus ojos al sentir el calor y la luminosidad enfocar su rostro. Parpadeó ligeramente durante algunos segundos, hasta que finalmene sus azulados ojos se acostumbraron al destello de su habitación. Sonrió. Hacía un día precioso.

No obstante, su sonrisa se borró de golpe cuando se giró hacia un lado y vio que estaba sola en la cama; su amado no estaba descansando junto a ella. Se incorporó de la cama, tapándose con las sábanas pues su cuerpo estaba completamente desnudo.

- ¿Fabrizzo? - lo llamó.

Se levantó, llevándose las finas y blancas sábanas con ella, que tenía enrolladas en su cuerpo y dejaban una larga cola lisa por detrás de su cuerpo. Llegó hasta el pasillo, preguntándose si su novio tuvo que marcharse por algún motivo, a pesar de haberle dicho que amanecería a su lado. Pero, cuando salió del pasillo y llegó al salón, escuchó algo de ruido proveniente de la cocina. Sonrió y caminó hacia allí...

Y allí estaba él, delante de la vitrocerámica revomiendo lo que parecían ser, a juzgar por el olor, huevos revueltos. Dejó que sus fosas nasales se inundaran con aquel delicioso aroma durante unos segundos, para acercarse luego hacia el italiano y rodearlo con sus dos brazos. Depositó un suave beso en su hombro antes de hablarle.

- Buenos días. Qué madrugador eres...

Como todos los días de mi vida, me desperté pronto y sudando como un pollo por las malditas pesadillas, Sez estaba durmiendo como un ángel y seguía abrazada a mí, me aparté ligeramente y se dio la vuelta entre sueños movida por haberla apartado. Me senté en la cama sudoroso, mirando los primeros rayos de Sol daban en mi cara. Yo tenía los ojos cerrados y llorosos, hacía mucho tiempo que no soñaba con "eso".

Me había despertado mal, me levanté de la cama y vi que estaba "desnudo", aún colgaba de mi cuello la piedra, así que me acerqué los calzoncillos y los pantalones y me los puse. Luego me levanté y me acerqué a la ventana para ver las bonitas vistas al mar y adaptarme a la luz.

Bajé descalzó por la casa y llegué al pasillo donde Sez y yo hicimos las paces, me quedé observando un rato el espacio de pasillo en el que hubo estado Sez medio encogida hasta que me hizo tropezar y caer al otro lado, luego llegué al salón y recordé haberla contado todo lo de Virginia y haberla hecho llorar mucho, aunque eran cosas que no se iban a repetir.

Finalmente llegué a la cocina, necesitaba hacer algo, mantenerme pensando en otras cosas, por culpa de la pesadilla no hacía más que pensar en cosas mala, así que abrí la nevera y pensé en preparar algo para desayunar... vi unos huevos y los cogí sin demora, luego me puse a buscar las sartenes por toda la cocina y ya por último descubrí como se encendía la vitrocerámica en la que empecé a hacer... huevos... muy revueltos... nunca había estado en una cocina antes para cocinar.

Oí como alguien se aproximaba por detrás pero estaba demasiado concentrado en los huevos como para darme la vuelta, entonces sentí como me abrazaba y me daba un beso en el hombro, era Sez.

- Buenos días. Qué madrugador eres...

¿Madrugador? Ojalá fuese madrugar a voluntad...

-Oh, buenos días Sez, estaba aquí intentando hacer algo para no aburrirme sin despertarte, espero que no te moleste que haya hurgado en tu cocina... es que no podía dormir...

Seguí apaleando los huevos de lado a lado para que no se pegasen a la sartén, era lo único que sabía de los huevos, que se pegaban y había que moverlos continuamente para que no se pegaran, pero yo al moverlos tanto ahora teníamos huevos revueltos... muy revueltos.

Sez negó con la cabeza, mostrándole una tierna sonrisa.

- No pasa nada.

Depositó otro beso sobre su hombro y se separó. Fue hasta la nevera y sacó el zumo de naranja, que posó sobre la pequeña mesa de la cocina. Cogió también dos vasos y dos tenedores y cuchillos, al igual que un par de servilletas.

- Y... ¿Por qué no podías dormir? - le preguntó de forma casual.

Esperaba que no fuera porque se hubiese movido demasiado mientras dormía, o porque no le parecía cómoda su cama.

- No pasa nada.

Dijo para tranquilizarme mientras me daba otro beso en el hombro y se iba a la nevera y movía cajones y cubiertos.

- Y... ¿Por qué no podías dormir?

No tenía ganas de decírselo, no tenía intención de decírselo, pero prometí que no habría más secretos y eso iba a hacer.

-Es... una... -pensé mejor, y volví a empezar de nuevo- A los 16 años me diagnosticaron insomnio... pero no tenía insomnio... lo que pasa es que no quería dormir... -suspiré con fuerza mientras golpeaba cada vez con más fuerza los huevos mientras los echaba en un plato- no quería quedarme dormido y soñar con "eso"... estuve tomando una medicina experimental que evita tener sueños... pero dejé de tomarla porque tenía miedo a no tener sueños bonitos nunca..., cuando te conocí a veces los tenía -hice una pausa mientras sonreía tristemente- pero sigo sin dejar de tener esas pesadillas... en las que mi madre muere y yo no puedo llegar a salvarla... ni con esta maldita piedra... -golpeé con fuerza a la mesa, pero sin querer golpeé el plato que cayó al suelo mientras se hacía añicos y los huevos se desparramaban

-¡Mierda! -me miré la mano y vi que me había rajado... me senté estresado en el mismo taburete del otro día mientras me llevaba la otra mano a la cara y suspiraba agónico- lo siento... han pasado siete años y todavía no puedo olvidar ese puto día... sigo pensando que fue mi culpa...

Fabrizzo le contó el motivo de su insomnio... No podía creerlo. ¡Hasta había tomado medicamentos experimentales para evitar soñar! Sez agachó la cabeza, conmocionada y conmovida por su relato. Se le encogió el corazón al ver el sufrimiento en sus ojos. De pronto, levantó la cabeza bruscamente pues escuchó el estruendo que dio el italiano contra la mesa, que provocó que el plato se cayera al suelo y se rompiera en mil pedazos. Él se cortó la mano en el accidente; se sentó y llevó su mano hasta su rostro, claramente melancólico y apesadumbrado.

- Lo siento... han pasado siete años y todavía no puedo olvidar ese puto día... sigo pensando que fue mi culpa...

Sez negó con la cabeza y mojó un paño limpio para ponerlo alrededor de la mano herida del chico.

- No fue tu culpa, Fabrizzo. Estoy segura de que no. - lo abrazó - No merece la pena martirizarte por eso... Tu madre no querría verte así.

Depositó un beso sobre su cuero cabelludo y se quedó un rato rodeándolo con sus brazos, esperando reconfortarle aunque fuera un poco. Al cabo de un tiempo, se separó.

- Voy a buscar el botiquín, no quiero que se te infecte la herida.

Y bajó las escaleras, llegando hasta el cuarto de baño y cogiendo el botiquín del armario. No tardó en volver a la cocina, viendo el ensombrecido rostro del italiano, algo que hizo que el suyo mostrara penumbra también. Se acercó a él y retiró el paño mojado, para comenzar a desifectarle la herida. No sabía qué mas decirle en esos momentos; no sabía qué podría hacer que se sintiera mejor. Sólo podía darle su amor y ánimos e intentar hacerle ver que no había sido culpa que su familia muriera.

Sez mojó en seguida un paño y me lo puso en la mano.

- No fue tu culpa, Fabrizzo. Estoy segura de que no. No merece la pena martirizarte por eso... Tu madre no querría verte así.

Dijo dándome un beso en la cabeza.

-¡Mi madre está muerta, no puede verme! -hice una pausa para tranquilizarme- lo siento, no quería gritarte... pero si no fue mi culpa, ¿por qué soy el único que sigue vivo? ¿Por qué dejarme solo a mí vivo? Podrían haber dejado a otro cualquiera en vez de a mí...

Se quedó abrazándome mientras yo me desahogaba con ella que no tenía culpa alguna, juré no volver a hacerla daño, ¿qué demonios estaba haciendo? Mi madre ya no iba a volver y Sez era lo único que ahora tenía y debía darle gracias a Dios por no haberme dejado solo para siempre.

-Voy a buscar el botiquín, no quiero que se te infecte la herida.

Volví a agachar la cabeza metido en mis umbríos recuerdos, no iba a poder escapar de ellos nunca, jamás. Al fin Sez volvió con el botiquín y comenzó a curarme con medicinas dolorosas, como llamaba al alcohol, pero al igual que la otra vez no sufría por dolor externo, así que a penas sentí el doloroso alcohol en la herida.

-Es por esto por lo que no quería estar contigo, tengo la oscura idea de que me arrebatan todo lo que me importa, por eso he pasado los últimos dos años de mi vida alejado de la gente... no quiero que te maten para hacerme más daño... no quiero sufrir más, Sez... y mucho menos que sea a costa de ti... no sé cuanto tiempo podrá tu padre mantenerte alejada de los objetivos de la Agencia.

Sez negó con la cabeza y siguió curándole la herida.

- Eso no es cierto, Fabrizzo. Has perdido a tu familia trágicamente, sí, pero no es tu culpa. No lo es en absoluto. No podemos evitar que nuestros seres queridos sufran o perezcan, y de nada sirve echarse la culpa encima.

Terminó de desinfectarle la herida y la cubrió con una pequeña gasa. Guardó todo de nuevo en el botiquín.

- No deberías mortificarte o preguntarte porqué sigues vivo, sino seguir adelante y afrontar lo que pasó. Tienes una segunda oportunidad, Fabrizzo, no la desperdicies con tormentos.

Lo abrazó de nuevo con ternura y así se quedó, esperando que eso le hiciera sentir mejor, y comprender que él no tenía culpa de nada.

- Eso no es cierto, Fabrizzo. Has perdido a tu familia trágicamente, sí, pero no es tu culpa. No lo es en absoluto. No podemos evitar que nuestros seres queridos sufran o perezcan, y de nada sirve echarse la culpa encima.

Terminó de curarme la herida mientras me la cubría con una gasa y siguió negándolo todo.

- No deberías mortificarte o preguntarte porqué sigues vivo, sino seguir adelante y afrontar lo que pasó. Tienes una segunda oportunidad, Fabrizzo, no la desperdicies con tormentos.

Me abrazó de nuevo con ternura, no dejaba de mostrarme que solo lo hacía para que yo me sintiera mejor, no por llevarme la contraria.

-Era mi madre Sez, no puedo dejar de pensar en ella y vivir como si nunca hubiera existido. La realidad es que ella murió y yo no llegué a tiempo para salvarla y no cambiará por mucho que pasen los años. Llámame paranoíco o lo que quieras, pero murieron por alguna razón, desconozco si es que es verdad que tengo mala suerte y mueren por mí o si es la Agencia que me paga así mi "lealtad"... solo sé que no puedo volver a fracasar, si te pasara algo... yo... -la abracé con más fuerza casi involuntariamente para luego separarme.

Me levanté y me puse a limpiar el estropicio del suelo con unas servilletas y luego barrí como buenamente pude los cristales, lo tiré todo a la basura.

-Siento habernos quedado sin desayuno, voy a ducharme, ¿vale? Ayer me dejaste muy guarro y sudado -dije sonriendo.

Comprendía que era su madre, que la echaba de menos y que lamentara profundamente su muerte... Pero, ¿cómo podía estar tan seguro de que había sido culpa suya? Tal y como lo veía Sez, había sido un duro golpe hacia él por parte de la Agencia, una encerrona o un ajuste de cuentas; pero desde luego dudaba seriamente que el italiano tuviese algo que ver.

Lo apretó más fuertemente aún cuando él hizo lo propio, limitándose a negar con la cabeza aunque él no pudiera verla dada su posición. Al cabo de unos pocos segundos, Fabrizzo se levantó y se puso a limpiar el desorden provocado accidentalmente, barriendo también los cristales.

- Siento habernos quedado sin desayuno, voy a ducharme, ¿vale? Ayer me dejaste muy guarro y sudado. - le dijo.

Sez no pudo evitar sonrojarse un poco al recordar lo que había pasado la noche anterior, agachando ligeramente la cabeza, aunque no tardó en asentir con la cabeza y sonreírle levemente. Cuando se fue, fregó la cocina en un santiamén para no dejar rastro de aceite o cristales.

No podía dejar de pensar en su novio, en lo mucho que le atormentaba todo lo relacionado con sus padres. Ojalá pudiera hacer algo más que animarle, ojalá pudiera demostrarle que él no tuvo la culpa de nada... Suspiró.

Pero, de pronto, se le pasó por la cabeza una idea que le hizo sonreír leve pero dulcemente. Se dirigió al cuarto de baño, escuchando el sonido del agua caer desde el pasillo. Cuando entró, vio la silueta de Fabrizzo reflejada en la cortina de la ducha. Se desvistió y entró en ésta, abrazándolo por detrás y dejando que el agua tibia resbalara por sus cuerpos. No dijo nada, tan sólo se quedó rodeándolo con sus brazos de forma cálida y apoyando su cabeza contra su espalda. Quería que entendiera que ella estaba ahí, que podía contar con ella pasase lo que pasase.

Sez se sonrojó y asintió con la cabeza antes de sonreír, entonces me fui al baño del dormitorio de Sez, encendí la ducha y me desnudé para séguidamente entrar y dejar que el agua cayera por mi cuerpo, no podía quitarme de la cabeza la pesadilla, la había soñado muchas veces y en ninguna me daba tiempo a ver quien era el asesino, solo quería hacerle pagáselo... me di cuenta en ese momento que me estaba dejando llevar por la venganza y el odio, yo sabía que mi madre no iba a volver por mucho que matara a quien lo hizo, hubiera habido muchas maneras de salvarla... si hubiera tenido la piedra del Tiempo en vez la del Espacio, o si hubiera tenido aquella piedra que hizo a Virginia resucitar, de todas las piedras que me podían haber tocado, me eligió una que me hizo perder mi humanidad, me ayudó a alejarme de la gente... a desaparecer para el mundo...

Sentí como la puerta del baño se abría, oí algo y luego se abrió la de la ducha, vi a Sez desnuda como entraba por detrás mía y me abrazaba sin decir nada, solo me abrazaba y yo me sentí el hombre más afortunado del mundo, muchos tan solo hubieran dejado el tema pasar, pero ella se había dado cuenta que me afectaba de verdad y eso era muy importante para mí, suspiré y terminé de contarle la historia.

-Esa noche discutí con mi madre, ese año había dejado de estudiar para ponerme a trabajar con mi padre... para la Agencia... y a ella no le gustó un pelo, me dijo que en qué estaba pensando, qué hacía con mi vida, que ese trabajo no era buena idea, que estaba perdiendo el tiempo y mi vida... yo me enfadé, pensaba que solo quería hacerlo porque quería controlar mi vida y la dije... la dije... -empezaron a caer lágrimas por mis ojos- la dije que ojalá dejara de existir para que me dejara en paz y dejara de controlarme... ella solo quería lo mejor para mí y yo la dije que se muriera... snif... y una hora más tarde la mataban cuando iba a pedirla lo siento, murió sin saber que no pensaba realmente lo que la dije, murió pensando que me había perdido... y ya nunca lo sabrá... snif... nunca sabrá en lo que me he convertido...

Me desmoroné y no pude contener más las lágrimas que empezaron a salir como dos grifos de mis ojos, me agarré la cara con las dos manos y empecé a llorar a moco tendido mientras el agua se llevaba las lágrimas y Sez me sujetaba abrazándome para que no cayera al suelo por la pérdida de fuerzas.

No le interrumpió mientras hablaba, dejó que continuara de contarle la historia y se desahogara todo lo que necesitase. Cuando comenzó a llorar sólo pudo abrazarlo con más fuerza, hasta el punto de cerrar ella los ojos, conmocionada por su relato pero tratando de darle fuerzas para que no se desmoronase más. El italiano terminó de hablar y se llevó las dos manos a su cara, llorando más desconsoladamente y bastante abatido.

- Tu madre sabe que aquello no se lo dijiste en serio... Porque te conocía, te quería y sabía que tú también la querías a ella aunque a veces tuviéseis vuestras diferencias. - le dijo, totalmente convencida de lo que decía.

Continuó abrazándolo pero pronto se separó para tomar a Fabrizzo por los hombros con sus dos manos y girarlo hacia ella. Cuando estuvo de frente, pasó sus manos bajo sus ojos para limpiar sus lágrimas y lo abrazó. Posó una mano tras su nuca y con la otra rodeaba su cuerpo. Depositó un beso sobre su cuello y siguió abrazándolo en silencio, esperando a que él se desahogara todo lo que quisiera hasta encontrarse mejor.