Despertar

- Seguro que ha pensado que le tirabas los tejos.

-Sí, ha debido de ser eso -dije poniéndolo ojos decepcionados a Sez- bueno, a ver si traen la comida... sería la primera vez que comemos juntos, estuve a punto de comer a tu lado una vez pero... bueno, ya sabes... no eran buenos días...

Me callé antes de recordarle a Sez que no hace mucho tiempo me había odiado con tanta asquerosidad que no quería ni verme en pintura y menos mientras comía, posiblemente yo le daba arcadas.

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Finalmente trajeron el shushi y por fin empezamos a comer los dos por primera vez juntos, era la primera vez que comía pescado crudo y estaba realmente asqueroso, tuve que volver a llamar al camarero volviéndola a cagar excepto en decirle que no sabía que el shushi era pescado, sí lo sabía, pero no quería decirle que me daba asco... aunque eso hizo más gracia a la gente... no saber que es el shushi... que idea la mía... al final me trajeron algo de carne y pollo, no me pude quejar, pero había dejado un poco de ridículo y en mal lugar a Sez por ser la pareja de un personaje como yo.

-Lo siento... a veces me pasan cosas como ésta... soy un ignorante...

Estaba algo triste, intenté fingirlo, pero había hecho un enorme ridículo en un lugar público por no comentar el inglés penoso en el cual me seguía teniendo que ayudar Sez, quedando ella también a veces en evidencia...

Sez se entristeció ligeramente al recordar esos "malos días", pero le mostró una sonrisa, aunque algo lastimosa. Sí, hubo un tiempo en el que le odió... Pero no por él, sino por ella, porque realmente nunca llegó a odiarle y eso le crispaba los nervios. Estúpida Sez orgullosa...

Por fin, trajeron el sushi y empezaron a comer. Pero Fabrizzo acabó piediendo otra cosa; parecía que el pescado crudo no era lo suyo. Todo ello en medio de chaporreos en inglés y risas tanto del camarero como de algunos presentes que los escucharon.

- Lo siento... a veces me pasan cosas como ésta... soy un ignorante... - se disculpó.

A ella no le importaba que hiciera el ridículo, como él pensaba. Primero, porque no podía avergonzarse de él. Segundo, porque le importaba una mierda lo que pensaran los demás de ella o su novio.

- No te disculpes. No pasa nada. - le dijo.

Acercó ella ahora su mano para que él se la tomara, tratando de reconfortarle.

- No te disculpes. No pasa nada.

-Vale...

Luego fue ella la que me ofreció la mano para tranquilizarme y lo hice sin reproches y sin pensármelo. No podía dejar de pensar la de cosas que no sabíamos el uno del otro y era como si no nos importase, nos iríamos descubriendo poco a poco.

Comimos un poquito más en tranquilidad y cuando terminé la recordé lo de la sorpresita.

-¿Qué tal andas de estómago? No vayas a echarte atrás con la sorpresa, aunque creo que como te va tanto el riesgo te va a encantar...

Fabrizzo aceptó su ofrecimiento y tomó su mano. Ella la acarició durante unos segundos, tras los cuales siguieron almorzando. Cuando acabaron, el italiano le recordó lo de la sorpresa que le tenía preparada. Lo cierto era que Sez cada vez estaba más intrigada.

- No me echaré atrás. ¿Puedo saber de qué se trata? - recapacitó: sabía que no se lo diría - O por lo menos dame una pista. - añadió, poniéndole morritos.

- No me echaré atrás. ¿Puedo saber de qué se trata? O por lo menos dame una pista.

Una pista, ¿eh? Bueno ya que estábamos no me iba a costar nada decírselo de manera enigmática. Pero me retracté en el último momento, mejor no, era uns sorpresa después de todo.

-Digamos que... vamos a hacer algo que normalmente acabaría con la vida de cualquier ser humano sin mi piedra. Y no te voy a dar más pistas.

Sonreí pícaramente como a ella le gustaba hacer a menudo y luego me pensé si era mejor hacerlo de día o de noche, aunque en cualquier caso deberíamos ir bien abrigados por el frío... de noche debería hacer mucho más frío. Solo espero que no nos graben jiji.

-¿Te apetece hacerlo de día o de noche?

Sez se quedó pensativa tras escuchar aquella pista que le dio. La verdad era que podía tratarse casi de cualquier cosa, ya que una piedra que controla el Espacio siempre te salva de la muerte, se en la situación que sea.

Enarcó las cejas cuando le preguntó aquello, mostrando una pícara expresión en su rostro.

- ¿Para hacer qué, pillín? - rió ligeramente.

Tras soltar aquella broma volvió a lucir una expresión normal.

- El que sabe lo que planea eres tú; así que tú sabrás. - se encogió de hombros.

No tenía intención de hacer guarradas durante la sorpresa, sería difícil, además pillé rápidamente el concepto bromista y simplemente sonreí dejándolo pasar.

- El que sabe lo que planea eres tú; así que tú sabrás.

Íbamos bien abrigados pero no tanto, así que lo haríamos de día, además de noche no vería nada y podríamos tener accidentes, así que sería mejor que lo hiciéramos más al oeste, donde aún era de día.

-Está bien, marchémonos de aquí.

Llamamos al camarero y pagué la cuenta con mi Master Card Golden, luego volvimos al callejón de antes donde la volví a agarrar de la cintura y pregunté:

-¿Confías en mí?

Pareció decidirlo al fin, pero no se lo dijo. Propuso marcharse de allí y así lo hicieron, una vez el italiano pagó la cuenta. La llevó de nuevo al callejón donde habían estado antes y Fabrizzo la tomó de la cintura, preguntándole si confiaba en él.

- Sí. - le dijo.

No tenía ni idea de adónde la llevaría, pero tenía claro que se fiaba de él.

Tan pronto como dijo sí, me armé de valor para hacerlo pensando que no se quejaría y me tele transporté a los cielos del mar Atlántico. Tan pronto me tele transporté caíamos a gran velocidad hacia el mar, la agarré con todas mis fuerzas mientras la euforia me llenaba.

-¡¿Has volado alguna vez?!

Mientras lo decía la agarraba más fuerte y cuando estábamos a punto de llegar al agua me volvía a tele transportar de nuevo a las nubes repitiendo el proceso varias veces pareciendo que realmente estábamos volando, en picado, pero bueno... la cáida libre era un proceso del vuelo y era bastante divertido.

Fabrizzo se teletransportó y súbitamente aparecieron en el cielo, cayendo en picado, precipitándose hacia el mar. La primera reacción de Sez fue gritar, aunque tampoco demasiado alto, sorprendida por aquella sensación que estaba experimentando. Sentía un nudo en el estómago y la garganta seca. Su piel estaba morada y fría por la altura a la que se encontraban y las ráfagas de aire que les llegaban durante la caída. El italiano la tenía fuertemente agarrada de la cintura, y menos mal porque caer de esa forma y sola le provocaría un estado considerable de nervios.

- ¡¿Has volado alguna vez?! - le preguntó mientras la sujetaba más fuertemente.

Estaban a punto de llegar al mar cuando volvieron a desaparecer en lo alto del cielo, volviendo a caer hacia el inmenso mar que cada vez se veía más próximo. Lo cierto era, seamos sinceros, que Sez estaba disfrutando de aquello. Pasando un miedo atroz y con su cuerpo hecho un flan, pero divirtiéndose.

- ¡Así no! - le respondió, teniendo que gritar para que la oyera.

No, no había volado así. Había dejado volar su imaginación, había volado en sueños, mientras hacía el amor con el italiano... Pero volar literalmente, nunca.

- ¡Así no!

Gritó mientras se agarraba más a mí, y queriendo complacer un sueño, me tele transporté lo más alto que pude y la abracé con fuerza mientras la besaba, perdí la noción del tiempo y por poco nos metemos un leñazo contra el mar, pero me dio tiempo a tele transportarnos a una playa cercana que pude ver desde el aire donde aparecimos en el suelo rodando por la arena.

-Eso ha estado cerca... si es que, si no fueras tan guapa no pasarían estas cosas... pensaba que eras un ángel caído del cielo...

No pude esperar una respuesta, tal y como estábamos tumbados en la arena blanca y tan pegados no pude controlarme y comencé a besarla, sin embargo el Sol daba de lleno y estaba empezando a morirme asado, ella debía estar peor que iba en cuero, yo al menos mi traje transpiraba, me fui a quitar la corbata, pero recordé haberla tirado en el callejón, así que simplemente me deshice de la chaqueta y abrí un poco la camisa, luego me tumbé a su lado mientras nos daba el Sol, era una playa desolada, a saber donde estábamos.

-Te quiero... -dije girándome para verla.

De nuevo, se teletransportaron hasta lo más alto posible del cielo, comenzando a caer nada más aparecer suspendidos en el aire. Fabrizzo la abrazó con fuerza y le robó un apasionadísimo beso que la dejó alucinada. Cuando separaron sus labios y lenguas, observaron con pavor que el mar estaba mucho más cerca de lo que creían, pero por suerte el chico pudo teletransportarse antes de que cayeran a éste.

Aparecieron rodando por la fina y blanca arena de una playa desierta y tranquila. Sez rió cuando le dijo aquello, pero no pudo responderle ya que enseguida él se lanzó a besarla. Cuando se separaron, quedaron ambos tumbados sobre la arena, y Fabrizzo se quitó la chaqueta y se abrió la camisa. Hacía mucho sol, de manera que debían estar en algún sitio tropical.

Sez se deshizo también de su chaqueta, dejando ver una camiseta blanca bajo ésta, aunque ajustada. Dado que iba enfundada en cuero, sus piernas estaban casi quemándose, por lo que tuvo que quitarse el pantalón para que no le diera tanto calor. Al mirar hacia Fabrizzo no pudo evitar sonrojarse tímidamente y mirar hacia otro lado.

- N-No te pienses cosas raras... Es por el calor. - le dijo.

Ella siguió mi ejemplo y se quitó todo el cuero quedándose en camiseta y ropa interior, no era mala vista, desde luego pero soltó algo inesperado.

- N-No te pienses cosas raras... Es por el calor.

-Sez, por mí como si te desnudas, ¿por qué iba a pensar cosas raras? Sé que te gusta ponerme a mil -dije con un tono picarón- pero no significa que estés en todo momento intentando ver lo poco que aguanto, ¿o sí? -dije mirándola de lado con aire sensual.

De cualquier manera no iba a desnudarme en una playa sin una toalla, solo pensar lo caliente que estaba la arena me quitaba toda gana de acostarme con Sez en aquel lugar, además que podíamos pillar una insolación, encontrar parásitos exóticos o cualquiera otra panochada de estar en "quien sabe donde". Juraría que me había tele transportado al Atlántico, pero a qué parte, no lo sé. Quizá Portugal... quizá El Caribe... cuando me descontrolo a penas controlo la piedra, parece como si fuera ella la que me controlase a mí, solo espero que algún día no me tele transporte a un volcán o un río de lava... solo pensarlo se me ponían los pelos de punta.

-De todas maneras, aquí se está bien a gusto, además estando a tu lado es más tranquilo y embriagador, el día que me dejes creo que me volveré loco...

En ese último comentario no la miré, solo estaba mirando al horizonte hacia el mar en busca de algo que pudiera responderme a eso: ¿Hasta cuando duraría esto? ¿Para siempre? ¿Moriríamos juntos en una tumba? ¿Acabaría fallándola y haciéndola daño? ¿Moriríamos alguno o ambos en esta guerra sin esperanza? Quizá hubiese preferido la piedra de la videncia antes que ésta... es tan duro pensar que podía perderla en cualquier momento, que solo un fallo, una palabra, una acción podrían arrebatarla de mis brazos... ¿Por qué tenía tanto miedo al futuro? Había vivido tanto tiempo solo, sin objetivos en la vida, sin esperanza de que nadie más me quisiera... de no tener nada a tenerlo todo...

Sez respondió a la mirada sensual de Fabrizzo con otra tanto o más sensual que la suya, pero no dijo nada. Se quedó mirando hacia el mar y luego hacia el cielo. Estaba completamente despejado, azul como nunca antes lo había visto, y el sol brillaba con un resplendor impresionante y algo cegador.

- De todas maneras, aquí se está bien a gusto, además estando a tu lado es más tranquilo y embriagador, el día que me dejes creo que me volveré loco... - le dijo de pronto.

Sez lo miró, pero el italiano no la miraba a ella sino hacia el horizonte. Se acercó más a él para cogerle suavemente de la barbilla y hacer así que la mirara. Le sonrió con dulzura.

- Ese día nunca llegará.

Y se acercó del todo para poder juntar sus labios en un tierno beso. Sabía que eso no podría asegurarlo, y también le producía temor a ella, pero Sez estaba convencida de que lo importante era pensar siempre en el presente, asimilando el pasado y preparándose para el futuro.

Podía sentir que me miraba a pesar de estar pensando en todo eso, entonces me cogió de la barbilla con dulzura y me atrajo para que la mirase.

-Ese día nunca llegará.

¿Y ella qué sabía? ¿Acaso había ido al futuro a verlo? No... me lo hubiese dicho... ¿por qué este miedo a perderla si nos queremos? Pero el amor no es sufi...

No pude pensarlo más me atrajo aún más besándome los labios, yo seguía teniendo los ojos abiertos pero mi mente se había quedado en blanco, sus besos tenían ese efecto en mí, me trasladaban a un mundo lejos de todo sufrimiento y pesar, deseaba que nunca acabase, que siempre estuviésemos pegados para que nunca tuviera que volver a tener miedo, pero no era posible.

-Sez... -dije tras un buen rato de beso- ... -no podía decir nada... no quería transmitirla mi miedo y mi pesar, simplemente me callaría y me lo tragaría para mí, sufriría solo, si al menos ella puede ser feliz que lo sea, no iba a romper esa felicidad que me hacía feliz a mí... -Te quiero... gracias por haberme escogido a mí... nunca te lo podré agradecer lo suficiente...

Contra antes acabásemos con la Agencia, más posibilidades había de que nunca nos separásemos, mañana mismo iba a empezar a contratar personal, siempre había gente buena, héroes... que quisieran enfrentarse al mal, y si los tenía que utilizar para que Sez no sufriese mi péridad, lo haría... ella es mi vida, si ella no está ya nada tiene importancia... no puedo vivir sin ella...

Negó con la cabeza y posó su dedo índice sobre sus labios con suavidad, no tardando en mostrarle aquella sonrisa dulce que había lucido hacía escasos segundos.

- No tienes porqué darme las gracias, Fabrizzo. - le dijo.

Comprendía que él tuviera miedo y, de hecho, ella tenía tanto o más miedo que él a que todo pudiera terminar; pero Sez simplemente trataba de despejar esa incógnita de su mente y se concentraba en darle al italiano todo lo que pudiera y más con tal de hacerle feliz.

De nuevo, juntó sus labios con los suyos. Esos labios que no podría dejar de besar ni en un millón de años. Al separarse permaneció muy cerca de su rostro para poder susurrarle.

- Yo también te quiero.

- No tienes porqué darme las gracias, Fabrizzo.

Dijo poniéndome un dedo en la boca y negando con la cabeza, cuando me tocaba de esa manera, con un solo dedo, era como si me hipnotizase, me mantuve callado mirándola mientras ella me volvió a besar, esta vez embelesado cerré los ojos para disfrutar, me tenía a su voluntad... ya no podría escapar de ella, la necesitaba más que el aire que respiraba...

-Yo también te quiero.

Me susurró mientras se alejaba lo suficiente para no quedarnos vizcos y yo pudiera sentir su aliento en mi rostro, embriagándome de él. Solo podía respirar y tragar saliva, había conseguido que viviera el momento y me olvidara del futuro, aunque no nos tocásemos su simple presencia me hacía sentirme bien, nada había cambiado desde que me enamorase de ella meses atrás, siempre la había perseguido para estar con ella, me daba igual que me insultase o me ignorase, solo quería estar con ella y que el mundo se detuviese y dejara de sufrir, tras un largo rato de estupidez en mi cabeza, florecitas y demás ñoñerías conseguí recuperar la voluntad.

-Nos va a dar una insolación como sigamos aquí -había olvidado al Sol mientras estaba en los mundos Yupi, pero eso no había cambiado sentir mi piel arder- ¿tienes alguna idea de a dónde ir o nos despedimos ya y te llevo a casa? Quizá sea ya casi de noche en Atenas.

Estabamos en el oeste, y en el este anochecía antes al igual que amanecía antes.

Aceptó mi sugerencia y comenzó a subir las ecaleras mientas veía como contorsionaba el trasero al subir las escaleras y movía sus piernas de forma tan sensual, al rato volvió con un camisón rojo con un lazo negro en la espalda, un poco repipi para mi gusto, aunque como tapaba tan poco tenía unas buenas vistas de sus perfectas piernas, lugar de incontables sueños y deseos, bajó y se adentró en la cocina sin yo dejarla de mirar, era un ángel definitivamente.

Comenzó a hacer ruidos de cristales chocando y cuando volvió llevaba una botella en la mano y dos copas en la otra, llenó ambas de una forma igualada y tomó una mienntras brindaba conmigo para beber, me negué a beber yo mientras ella bebiese, era sensual verla beber, y hasta que no terminó no bebí yo, la verdad es que prefería el champán al vino pero estaba bastante rico.

-Está muy rico... aunque no tanto como tú. Bueno, ahora que lo pienso no hay nada que esté más rico que tus dulces labios y tu tersa y preciosa piel... si el canibalismo estuviese permitido me volvería loco por no poder comerte.

Yo y mis comentarios estúpidos, estaba empezando a nublarme la razón, es que era tan bonita que no podía sacármela de la cabeza y menos si la tenía a escasos centímetros de mí, intenté hacer un cambio de tema para enfriar la situación.

-Por cierto, mañana voy a empezar a reclutar otros Stoner para que nos ayuden, ¿se te ocurre alguien que nos puda ayudar?

Sez sonreía mientras el italiano le decía todo aquello. Nunca se imaginó que Fabrizzo fuera tan adulador y romántico. Rió con la parte del canibalismo y volvió a servir las copas. Cuando le comunicó que iba a reclutar stoners, la griega lo miró con algo de sorpresa, pero se sintió satisfecha con su decisión. De hecho, hasta se le ocurrió alguien que podría serles de utilidad.

- Hace algunos días vino a visitarme un chico. Es joven, pero tiene una piedra que puede controlar el clima. Benoit La'Nusse, se llama. Creo que es checo. - le dijo.

Cogió su copa y bebió un sorbo. Deseaba que pudieran encontrar suficientes stoners como para hacerles frente a la Agencia y destruirla de una vez por todas.

Sonrió y se rio de mi comentario.

- Hace algunos días vino a visitarme un chico. Es joven, pero tiene una piedra que puede controlar el clima. Benoit La'Nusse, se llama. Creo que es checo.

Volvió a beber y no pude evitar mirarla mientras lo hacía, eran tan sensual. Pensaba que quizá una piedra tan poderosa físicamente sería muy interesante, no me imaginaba que podría causar con ella si Sez paraba todo menos a Benoit, una tormenta instantánea... una ventisca... un tornado enorme... aunque quizá podríamos hacer daño a gente inocente.

-Benoit, ¿eh? Checho... sí, le visitaré por la tarde, quizá se una a nosotros... aunque bueno, ya me preocuparé de ello mañana, ahora estoy contigo.

Me acerqué lentamente a ella y la besé los labios romántica y sencillamente, no como ella que se esmeraba bastante, me gustaba darla besos tranquilos desmostrando más mi cariño que mi calidad besando.

-Te quiero.

Sez asintió con la cabeza. Estaba segura de que el chico aceptaría unirse pues había demostrado bastante interés por la Resistencia. Aunque mejor sería no darle más vueltas y seguir disfrutando de la insuperable compañía del italiano; quien por cierto se acercó para darle un suave beso en los labios para posteriormente derretirla con un "te quiero" que le sonó muy romántico y sincero.

- Y yo a ti. - le respondió, sonriéndole.

Se acercó más a él, poniendo sus piernas sobre las suyas y rodeando su tronco con sus manos. Depositó un suave beso en su mejilla y luego bajó sus labios hasta su cuello, que comenzó a besar muy despacio, con besos cortos y repetidos.

- Y yo a ti -dijo respondiendo a mi beso y declaración con una sonrisa.

Luego se acercó a mí poniendo sus piernas sobre las mías y abrazándome fuerte para besarme en la mejilla, para luego ir bajando lentamente hasta el cuello donde comenzó a besarlo despacio y repetidamente.

-Te ha gustado mi cuello, ¿eh? Estás decidida a chuparme la sangre... ¿o es que simplemente te gusta? Pues que sepas que si tú me atacas, yo también puedo hacerlo. -Comencé a hacerla cosquillas en la barriga, cuello y axilas- quien ríe último ríe mejor...

La tumbé sobre el sillón mientras seguía matándola a cosquillas y cuando vi que estaba totalmente indefensa y tumbada, aún dejando sus piernas encima de las mías me tumbé ligeramente de lado para comenzar a acariciarle el rostro.

-Eres tan bonita... me tienes hechizado...

Volví a tumbarme lentamente hasta que alcancé sus labios y los besé con pasión y cariño.

- Te ha gustado mi cuello, ¿eh? Estás decidida a chuparme la sangre... ¿o es que simplemente te gusta?

Sez rió y se alejó un poco para mirarlo con picardía. Pero, de pronto, su expresión cambió a una de asombro pues, súbitamente, el italiano había comenzado a hacerle cosquillas. La tumbó en el sillón y siguió matándola a cosquillas. La griega reía con ganas e intentaba zafarse inútilmente, pues su cuerpo estaba debilidado por aquellas cosquillas que él le propinaba.

- ¡P-Para, pa-para! - le decía entre risas.

Por fin, Fabrizzo dejó de atormentarla. Se tumbó a su lado y le acarició el rostro suavemente. Sonrió ante su frase, aunque aún sentía su cuerpo alterado por el ataque de cosquillas de antes. El chico volvió a tumbarse hasta alcanzar sus labios y besarlos con pasión. Sez correspondió al beso de buena gana, posando ambas manos en las mejillas del moreno. Aquel apasionado beso se prolongó bastante y la rubia lo disfrutó con intensidad.

Se dejó llevar y el beso comenzó a intensificarse hasta que me despegué, no quería que fuese tan rápido, me volví a enderezar y recordé algo.

-Oh... -me levanté cogiendo delicadamente sus piernas y dejándolas en el sillón- no tardo...

Me teltransporté y a los pocos segundos volví con una cajita en la mano, me senté en el sillón a su lado y volví a colocar sus piernas encima mía, mostrándole la cajita.

-Es lo único que tengo de mi madre que me recuerda a ella -dije nostalgico- quiero que lo lleves tú -abrí la cajita lentamente y saqué de ella un colgante de oro con una medalla -se puede abrir... -dije abriendo la medalla, adentro había una foto de mí y de mi hermano con 15 años- aunque si quieres puedes quitar las fotos... toma, póntelo.

Esperé que le hiciera mucha ilusión, quería regalarle algo que le gustara y a la vez que me gustara a mí, además ahora siempre que la mirase me recordaría a mi madre cuando lo llevaba puesto.

-Ven, levántate que te lo pongo.

Sez miró a Fabrizzo con gesto confundido mientras él se levantaba tras haber recordado algo. Se teletransportó, esfumándose del salón, aunque volvió a materializarse a los pocos segundos. Portaba una pequeña caja entre sus manos, que le mostró una vez se hubo sentado de nuevo en el sofá y puesto sus piernas nuevamente sobre las suyas.

- Es lo único que tengo de mi madre que me recuerda a ella. Quiero que lo lleves tú. - le dijo, nostálgico, mientras sacaba del interior de la cajita un colgante de oro con una medalla.

La griega lo miró con sorpresa y siguió escuchándole. Vio la foto de él y su hermano y no pudo evitar sonreír lastimosamente. Lo miró cuando le dijo que podía quitar la foto, a lo que ella respondió con una negación de cabeza. Eso era suyo, ella no iba a tocarlo; lo dejaría tal y como estaba, con sus recuerdos en su interior.

- Fabrizzo... No sé qué decir... - dijo, consternada.

Le dijo que se levantara para ponérselo, de manera que así lo hizo. Se apartó los cabellos y le dio la espalda al italiano tras haberse levantado del sillón, esperando a que él se la colgara del cuello. Aún seguía algo estupefacta por aquel gesto, aunque en realidad le había agradado que él le diera algo tan sentimentalmente valioso.