Cuestión de confianza [Étoile]

- Ya estamos de vuelta - mumuró.
- S-sí... - lo acompañó ella en un murmullo también.

Bueno, todo volvería a ser como antes. Además... seguramente no lo volvería a ver. Étoile no creía que el chico se fuera a volver a parar si la oyese tocar ¿o si se pararía?

- Si no es indiscreción, me gustaría citaros bajo el mismo puente dentro de seis días - comentó, con serenidad, acercándose hacia ella y depositando su mano sobre su mejilla.

Étoile durante unos segundos se quedó pasmada, pero pronto reaccionó, no le gustaba para nada dar una visión bobalicona. Lo del puente ella lo entendía... pero... ¿por qué dentro de seis días? La duda la recorrió, así no esperó más en preguntar.

- ¿Por qué dentro de seis días? - preguntó directamente.

- ¿Por qué dentro de seis días? - preguntó ella.

Fox sonrió, misterioso, y se encogió de hombros. Acarició unos instantes más la mejilla de su acompañante hasta que se inclinó sobre ella y depositó un suave beso en sus labios.

- Quién sabe, puede que me guste ese número - respondió tras erguirse nuevamente, y poniéndose el saco al hombro - ¡Hasta entonces, Signorina!

Y de un ágil salto hacia atrás, se introdujo nuevamente en los espejos de la fuente, apareciendo en unos instantes en su habitación. Dejó el saco en suelo, esparramando todo el dinero por la moqueta, pero poco le importó. Se zafó de su gorro, que dejó sobre el perchero con un movimiento distraído. Suspiró pesadamente mientras se sentaba frente a su mesa, mirándose en el espejo. El reflejo le devolvía la imagen del siempre sonriente Mask DeMasque, pero él no sonreía. Se quitó la máscara y se palpó la cara, volviendo a suspirar y rozando sus labios con los dedos.

- Qué... ¿qué se supone que ha sido eso? - preguntó en voz alta, como si alguien pudiese escucharle, o incluso responderle.

Se desvistió y guardó el disfraz de ladrón en el armario, poniéndose algo más cómodo. Pero no para dormir, si no para trabajar. Tenía hasta el 20 de abril por la noche para acabarlo todo.

El ladrón sonrió muy misteriosamente, como siempre. El guante suave seguía acariciando ligeramente la mejilla de Étoile hasta que finalmente el chico volvió a sorprenderle. Se inclinó sobre ella hasta juntar sus labios con los de Étoile la cual se quedó completamente parada, sin hacer gesto alguno, notando como su corazón iba a desbordársele por completo.

- Quién sabe, puede que me guste ese número - respondió tras erguirse nuevamente, y poniéndose el saco al hombro - ¡Hasta entonces, Signorina!

Y rápidamente se metió por espejos desapareciendo así. Étoile lo había seguido con la mirada hasta que poco a poco, fue acercándose hacia uno de los espejos en el cual depositó la malo durante unos instantes dejando claramente la huella de toda la palma, la cual no separó tras unos segundos. Se quedó unos instantes viéndose reflejada en el espejo, pero lo que veía no era ella, no quería verse a sí misma, quería ver como el ladrón regresaba por el mismo camino por el cual se había ido, pero no, éste no volvería.

Tras 2 minutos haciendo prácticamente la idiota, se dio la vuelta hasta que lo pensó mejor. Volvió a coger el violín y terminó la canción que el ladrón no había querido que terminase. La terminó no por ella, sino por él, ahora mismo la canción se la dedicaba a él. Sin embargo cuando terminó se dio la vuelta y emprendió rumbo a su casa, desprendiéndose del sombrero y agarrándolo con la mano libre y poniéndose la capucha por encima.

[6 días más tarde]

Apenas había salido de su taller particular en todo aquel tiempo. Incluso había despertado la preocupación de su padre, que había llegado a enfadarse por el extraño comportamiento que parecía haber adoptado desde su último robo. Sin embargo, no siguió dándole caña pues sabía que su hijo estaba esforzándose en algo de provecho. ¿Decidiría por fin sentar esa cabeza llena de pájaros?

Fox había hecho prueba de toda su maestría en cada detalle que había preparado. Se sintió orgulloso de su don para cualquier cosa que tuviese que ver con la artesanía o las artes. Y ahora era el momento de entregar el fruto de su trabajo.

- Bueno... espero que valga la pena - se dijo vestido de Mask DeMasque, ante el espejo de su habitación antes de desaparecer por él.

Llegó al puente antes de lo previsto. Cogió los obsequios y los depositó cuidadosamente justamente en el rincón donde se habían encontrado por primera vez. Se quedó varios minutos allí, solo, en silencio, evocando una vez más aquella noche. Una noche que por desgracia no podía permitir que volviera a repetirse. Tenía sus objetivos, sus ideales... y había comprendido que no podía dejarlo atrás ni correr el riesgo. Por mucho que le pesase.

En cuanto oyó unos pasos muy cerca, el ladrón observó una figura que se acercab hacia allí. ¿Sería ella? No podía saberlo, ni lo sabría, pues saltó sobre los tejados y se largó de allí, dejando atrás los tres reglaos que había confeccionado él mismo para ella. En recuerdo de una noche inmemorable, los espejos y la luna bellos como ella; un violín y un antifaz negros como su silueta. Y juntos a ellos una breve nota:

"Una vez más os dejo el peso de la decisión, Signorina. Si necesitáis o queréis verme alguna vez, sólo deberéis tocar el espejo con vuestros dedos y llamarme. Acudiré tan pronto como pueda.
Ya os dije que no creo en el azar, por lo que volveremos a vernos para bien o para mal.
Hasta entonces, Signorina del Antifaz"

Habían pasado seis días desde entonces. Y allí estaba ella, en su cama, tirada boca arriba pensativa. ¿Debería Étoile de ir?

- No, ¿para qué? Seguramente lo habrá olvidado.

La noche ya había caído, y el momento estaba muy cerca. Étoile sin pensarlo mucho y empezó a vestirse. Cada prenda que colocaba sobre ella le hacía desear el querer quitársela y quedarse tumbada en la cama de nuevo. Pero no.. tenía que ir, debía ella ir. Finalmente, tras ponerse el sombrero y la capa negra salió. Pero esta vez dejó el violín atrás, simplemente iría al encuentro y se marcharía. Fue acercándose poco a poco. Ya había notado que él se encontraba allí desde hace metros, lo que le hizo sonreir al pensar que no la había dejado plantada y que efectivamente no se había olvidado.

Pero pronto su expresión cambió totalmente. ¿Por qué se iba? ¿Por qué se había ido? Bueno... estaba claro, era lo que tenía que hacer y punto, además... aquella noche... no había significado nada para él, y Étoile estaba convencidísima de ello hasta que llegó al puente yentonces... entonces lo vio. Habían claramente tres símbolos que describían esa noche, aquella noche y a ella y... ¿una nota? Prefirió no leerla aún, su instinto casi nunca fallaba y menos con la piedra... y ahora mismo su propio corazón le decía que sufriría si se atrevía a leerla, así que primeramente se agachó, cogiendo entre sus manos el violín. ¿Cuánto le habría costado? Prefirió no pensarlo, pero aún así se quedó admirándolo, éste en concreto no se encontraba en tiendas, ella lo sabía bien.

- Lo ha hecho él... ¿para mí? - susurró para sí misma.

Tras quedarse embobada con el violín cogió el espejo y seguidamente el antifaz pues la nota ya la tenía a buen recaudo. El antifaz era precioso, no dudó tres segundos en quitarse el que llevaba y ponerse el que el ladrón le había regalado. Sin embrago para ello se quitó el sombrero para que no se estropeara el antifaz y se puso la capucha por encima. Su corazón latía con fuerza cada vez que volvía a mirarlo pero no quería ni pensar en leer la nota. Sin embargo una vez llegó a su casa, posó cuidadosamente el violín sobre la cómoda, dejó el espejo sobre ésta también y se retiró el antifaz para posteriormente dejarlo en una caja, donde guardaba también el otro.

Se tumbó en su cama con la nota en la mano, y comenzó a leerla temiéndose lo peor.

"Una vez más os dejo el peso de la decisión, Signorina. Si necesitáis o queréis verme alguna vez, sólo deberéis tocar el espejo con vuestros dedos y llamarme. Acudiré tan pronto como pueda.
Ya os dije que no creo en el azar, por lo que volveremos a vernos para bien o para mal.
Hasta entonces, Signorina del Antifaz"

Étoile cerró los ojos y aplastó la nota con fuerza, rabia y dolor. Seguidamente se levantó dolida y cogió el espejo que guardó en el último cajón de la cómoda. Él había tomado una decisión, y ella ahora también.

Étoile se desvistió y tras ponerse una ropa más cómoda, se quedó boca arriba de nuevo sobre su cama llevando la mano derecha a sus labios. El recuerdo de aquel beso acababa de azotarle la mente. Pronto apartó los dedos de sus labios y se giró quedando así de lado en la cama, para posteriormente, cerrar los ojos.