Una segunda oportunidad [16 de Mayo, 20:00] (+18)

Me encontraba en casa de Sez, tenía las manos llenas de sangre, la ropa me había salpicado del impacto, entonces me di cuenta que me dolía el hombro, me miré y vi un agujero pequeño, uno de los perdigones me había alcanzado y no me había dado cuenta debido a lo que había ocurrido, me lo toqué y me di cuenta que eran las únicas gotas de sangre que eran mías.

Estaba apenado, solo esperaba encontrar a Sez pronto, no quería andar por su casa sin su consentimiento, así que la llamé.

-¡Sez! ¡¿Estás en casa?!

Solo me quedaba esperar de pie a que apareciera, así que aproveché para quitarme la chaqueta y limpiarme las manos con ella para luego hacerla un burruño y dejarla en el suelo envuelta de tal manera que no ensuciara nada, ya no tenía ni un solo rastro de haber sido atacado, lo último que quería era que Sez me preguntara nada.

Toqué la chaqueta y deseé que desapareciera con tantas ganas que lo hizo, ¡eso nunca había pasado! Quizá mis poderes se habían intensificado por la rabia y la ira que me estaban consumiendo, ni siquiera podía llorar, a parte de la lágrima que me había salido, pero ya se había esfumado.

Le quité importancia puesto que Sez apareció.

El agua caía por su piel, tibia y reparadora. Sus manos se entrelazaban con sus cabellos mientras que con un suave masaje repartía el jabón por sus rubios mechones para limpiarlo. Luego aclaró con ese agua tan tibia y reconfortante... Al menos, le reconfortaba a medias. La ducha le ayudaba a pensar, a relajarse, aunque ahora su efecto fuera mucho menor.

Hacía ya varios días que no tenía noticias del italiano... Tantos que ya había perdido la cuenta. Tantos que ya no recordaba el aroma de su perfume. Pero aún tenía grabada a fuego en su memoria esa mirada. Esa mirada que la perseguía cada noche. Esa mirada que la hacía sonreír pero le desgarraba el alma. ¿Seguiría bien? ¿Por qué no le habría dado más noticias suyas?

¿Por qué le das tanta importancia, S...?

De pronto, abrió los ojos como platos y dejó de masajear su cabello. Por un momento le había parecido que alguien gritaba su nombre. Qué esúpida... Suspiró y siguió con aquella ducha. Cuando cerró la llave aún seguía preguntándose si había tenido una alucinación. ¿Se estaría volviendo loca?

Después de terminar se secarse, se enrolló la toalla alrededor del cuerpo. Sus cabellos húmedos le caían un poco más abajo de los hombros, le había crecido unos dos dedos desde la última vez que lo había visto. Curiosa manera de comprobar cuánto crece el cabello.

De nuevo, su cuerpo se sobresaltó. Al salir del baño le pareció escuchar un ruido procedente del salón. Como si fuera algo cayendo. A pesar de que podría ser una trampa, se aventuró a caminar hacia allí, con cuidado y de puntillas, lo más pegada posible a la pared del pasillo. Pero pronto caminó con normalidad.

No se podía creer lo que veían sus ojos. Fabrizzo estaba en medio de su salón, de pie y con una herida en su hombro izquierdo. La miraba. Lo miraba. Sus ojos estaban abiertos de par en par y su boca también estaba entreabierta. ¿Cómo reaccionar ante una situación así? ¿Era aquello real esta vez? ¿Cuántas veces se había imaginado al italiano sentado en su sofá, detrás de su puerta, sentado en su cama? Estaba cansada de ilusionarse con una ilusión. Así que corrió hasta él, dispuesta a arremeterle si era un mero producto de su imaginación. Al llegar a su altura sus brazos rodearon su cuello. ¡Era real!

Lo apretó con más fuerza, en parte para terminar de convencerse de que era él y en parte para tratar de contener las lágrimas que amenazaban con precipitarse de sus ojos. Agachó la cabeza, escondiéndola en su pecho, y entonces fue cuando no pudo contener más las lágrimas.

- Te odio... - le dijo entre sollozos.

La vi aparecer en toalla, se acercó a paso ligero y cerré los ojos por esperar un tortazo o algo así, "seguro que no le ha gustado que la haya visto medio desnuda" sin embargo esperé y en vez de recibir un tortazo recibí un abrazo entre sollozos y un "Te odio..." de regalo, apretó con más fuerza mi cuello acto que hizo que la herida del hombro se resintiese, aunque puse un gesto de dolor, no quería romper un momento tan emotivo, tan tan emotivo que no sabía ni que decir, era la primera vez que veía a Sez llorar y no era para tirar confeti.

-El que debería estar llorando soy yo... como sigas apretando vas a sacarme la bala a presión... -dije irónica pero a la vez cariñosamente para hacerla reir. Ey enana -dije apartándola cariñosamente con mis brazos- pensé que las griegas no lloraban... te estás poniendo muy fea... ¿y qué es eso de dejarte ver en toalla? ¿No me irás a pegar, no?

Solo se me ocurrió decir tonterías, tales cosas como "Te he echado de menos" o "¿Por qué lloras?" no venían a salir de mi boca, más que nada porque sabía de sobra que la había echado de menos y porque sabía porqué lloraba, de cierta manera supongo que se sentía culpable, y tenía que decirla algo para quitarle ese peso.

-Venga, ya pasó -dije abrazándola fuertemente contra mí- ya estoy aquí, ¿vale? Ya no tienes que preocuparte por mí... ya puedes volver a pensar en salvar el mundo...

Era triste haber olvidado todo lo ocurrido por volver a ver a Sez frente a mí, me sentía mal por no guardar luto, pero Virginia no iba a volver y Sez me necesitaba más de lo que yo creía... o al menos más de lo que ella había aparentado necesitarme... es decir, para insultarme, ignorarme y como mucho reirse de mí... cómo habían cambiado las cosas... en aquellos tiempos me imaginaba los días que me vería abrazado a ella, cosa utópica y casi inalcanzable... y ahora estaba llorando en mi pecho porque me había echado de menos... las vueltas que puede dar la vida...

-Como sigas llorando me vas a arrugar la camisa... además tienes que sacarme esta bala de aquí, duele a truenos -dije sarcásticamente sin dejar de intentar quitarle plomo al asunto.

[PD: Se me ha olvidado decir como voy vestido: Llevo unos pantalones naranjas de preso, una camisa de tirantes blanca y unas botas de recluso]

A pesar de saber que quizá le estaba oprimiendo un poco, Sez no dejó de abrazar al italiano con todas sus fuerzas, como si así pudiera convencerse de que era real, de que no se iba a ir, de que por fin había vuelto. Cuando la apartó no se atrevió a sostenerle la mirada, aunque esbozó una levísima sonrisa al tiempo que chasqueaba la lengua por su comentario sobre griegas que no lloran y dejarse ver envuelta en una toalla. La abrazó fuerte y confortablemente, a lo que Sez correspondió juntándose también más a él.

- Ya estoy aquí, ¿vale? Ya no tienes que preocuparte por mí... ya puedes volver a pensar en salvar el mundo...

A pesar de escuchar aquello, seguía sintiéndose culpable por lo que le había sucedido y seguía preocupándose por él. También se reprochaba el no haber mostrado por lo menos algo de respeto hacia él cuando tuvo la oportunidad. "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes" es totalmente cierto. Por culpa de su estúpido orgullo lo había despreciado e incluso había tratado de convencerse de que Fabrizzo no significaba nada para ella, cuando era totalmente lo contrario.

- Como sigas llorando me vas a arrugar la camisa... además tienes que sacarme esta bala de aquí, duele a truenos.

Aquello hizo que se apartara definitivamente de él, aún sin mirarle, centrando su mirada en su herida. Por fin, clavó su azulada mirada sobre la de él.

- ¿Cómo te has hecho eso? - preguntó, preocupada.

¿No había huido con su piedra y ya está? Porque, la había recibido, ¿no? Se fijó entonces en la ropa que llevaba el italiano. Vestido de esa guisa lo más evidente era pensar que acababa de huir de donde quiera que estuviera recluido o que llevaba días huyendo. La segunda opción le desagradó más que la primera.

- Traeré paños calientes. - dijo casi inmediatamente después.

Fue al baño a coger unos paños y, mientras se calentaban con el agua, se puso encima lo primero que pilló del cajón del armario: un camisón de color negro; obviamente, con ropa interior debajo. Volvió al baño a recoger los paños y trajo también varias agujas y unas pinzas, además de vendas, alcohol y agua oxigenada.

- Túmbate sobre el sofá, de lado. - le indicó.

Me abrazó a la que vez que la abrazaba, al fin me podía sentir aliviado por tanto tiempo en una prisión tan pequeña, a pesar de las dos horas de patio al día y de otras dos horas en casa de Virginia cada ciertos días, me había sentido oprimido pensando la mayor parte del tiempo en Sez y al fin podía estar otra vez con ella pese a todo lo que había pasado ahí dentro.

Finalmente se separó de mí tras decirle lo de la bala y me la miró con desdén para luego finalmente mirarme a los ojos.

-¿Cómo te has hecho eso?

-Oh, bueno... -dije cabizbajo- es una larga historia...

Pero antes de que me pesase que preguntara más se decidió a traer paños calientes y la oí en el baño cogiendo cosas con nerviosismo, eso iba a doler, mientras se fue cogí un taburete de la cocina y me senté en él.

-Túmbate en el sofá, de lado.

-No voy a dejar que me violes... -dije sonriendo- mejor opérame de pie, no vayas a clavar más el perdigón.

Me quedé sentado en el taburete sin reposaespaldas sin camiseta, me daba vergüenza que Sez pensara que lo hacía para impresionar con mi marcado abdomen y voluminoso pecho, pero era más fácil así.

-Hazlo rápido -dije cogiendo el rollo de papel de la cocina y mordiéndolo con fuerza, "hala, aquí viene el destructor de los bosques. Un rollo de papel malgastado..."

- Como quieras.

Sez se puso al lado de Fabrizzo. No pudo evitar dirigir su mirada hacia su espalda, ancha y con unos músculos claramente marcados. Lo cierto era que era la primera vez que se fijaba tan detenidamente en su cuerpo; los trajes de Armani disimulaban bastante su fibrosa constitución.

Cuando le pidió que lo hiciera rápido, Sez desinfectó la aguja y la colocó sobre una bandeja de plata pequeña. Desinfectó también las pinzas y procedió a sacar la bala. Introdujo la pieza de metal en la herida y enganchó el perdigón. Comenzó a tirar hacia afuera, con no poco esfuerzo pues la bala se le había clavado bien. Aunque tenía suerte de que no se le hubiese ido por otro sitio o hubiese roto el hueso.

Nada más sacar el perdigón del hombro del italiano oprimió la herida con una gasa para evitar que saliera demasiada sangre. Desinfectó con alcohol, limpió, volvió a desinfectar y procedió a coser la pequeña brecha. Enhebró la aguja y comenzó con la faena. No miró a Fabrizzo en ningún momento, al menos no directamente a los ojos. Miraba su cabello o su ancha espalda, pero no podía contemplar su cara de sufrimiento. Cuando terminó de coser cortó el hilo y desinfectó de nuevo. Cubrió la sutura con una gasa y luego le puso una venda.

- Ya está. Ahora debes guardar reposo. - le dijo.

Se giró para colocar todo en la bandeja. Reunió fuerzas para decirle lo que pensaba. O, más bien, se obligó a tragarse su orgullo una vez más y decírselo.

- P-Puedes quedarte aquí.

- Como quieras.

Sez comenzó a hacer cosas que me traumatizaron, tenía real pánico a las agujas y pinzas, jamás me habían herido en mi vida, tenía que pensar en algo para que todo pasara rápido, entonces ella volvió a mi mente, era como si al volver a casa de Sez, todo hubiera sido un mal suelo que nunca había ocurrido, pero no, yo sabía que había ocurrido de verdad.

Metió las pinzas con fuerza porque el perdigón estaba bien metido, pero yo estaba a miles de kilómetros de allí, mi mente habia vuelto a la pequeña casa de Virginia y me encontraba a su lado, no hablabámos ni nos tocábamos pero podía notarla a mi lado.

Para cuando Sez terminó creí haberla oído decirla algo, pero yo no prestaba atención, estaba sintiendo tanto dolor en mi alma, que la pinza y la aguja no eran nada para mí, primero cayó una lágrima sobre el rollo de papel, alcé la mano para dejar el rollo sobre la mesa y entonces comenzaron a caer más lágrimas, esta vez sobre los pantalones naranjas dejando goterones de un color más oscuro, ya no pude aguantarlas más.

Yo estaba inerte en mi sitio, solo deseaba contener las lágrimas, ni siquiera emitía un solo sonido, solo las malditas gotas de agua salada que caían por mi cara sin que yo pudiera hacer nada, suerte que había bajado la cabeza lo suficiente como para que Sez solo me viera el pelo, no quería que me viese en tal lamentable estado.

Fabrizzo estaba ausente, como en su mundo, pues no respondió a nada de lo que le dijo. Se giró hacia él y en lo primero en que se fijó fue en sus anaranjados pantalones, esos que provocaban que le diera un escalofrío pues recordaba por lo que habría tenido que pasar el italiano. Estaban llenos de gotas. Sez se alarmó, pensó que le había hecho demasiado daño al hacerle la sutura, pero pronto comprendió que no lloraba por un dolor físico. Y fue entonces cuando se derrumbó de nuevo. ¿Qué le habrían hecho en aquel lugar para tenerle tan traumatizado? Contuvo las lágrimas esta vez, y se colocó frente a él. Lo abrazó sin levantarle la mirada, acariciando sus cabellos.

- Ya está... - le susurró.

Una lágrima traviesa de precipitó de su ojo derecho, pero pudo contener las demás.

- Si quieres hablar, te escucharé de principio a fin. Si quieres desahogarte, seré tu paño de lágrimas. Haré todo lo que esté en mi mano por hacer que te sientas mejor. - le dijo con una voz dulce y calmada.

Noté como se acercaba y se daba cuenta de mi situación, hubiera imaginado el choque que se debió llevar cuando se acercó y me abrazó mientras me acariciaba el pelo, un abrazo en el que yo la consolaba a ella lo había soñado decenas de veces, pero uno en el que yo era el consolado... miles de veces más deseado pero nunca imaginado, de verdad estaba empezando a ser alguien para Sez... y eso... era... muy malo.

-Ya está... -susurró para que me calmara.

Esos ánimos eran los mejores que me podían dar en esos momentos, siempre me había convencido de que la única manera de olvidar a una mujer era enamorarse de otra, sin embargo a Sez nunca la había dejado de querer, simplemente la había sustituído por pensar que jamás volvería a verla. Y volver a estar a su lado, y no solo eso, si no que al volver a estar a su lado y siendo tratado de esa manera que nunca había demostrado conmigo fue el remedio para toda herida del corazón.

-Sez... -dije con voz llorica.

-Si quieres hablar, te escucharé de principio a fin. Si quieres desahogarte, seré tu paño de lágrimas. Haré todo lo que esté en mi mano por hacer que te sientas mejor.

-Se supone que tenía que ser al revés -dije riendo. Yo era quien debía protegerte a ti. Tú eres la heroína de esta historia... yo sólo soy el lacayo... -volví a reir diciendo- Las heroínas nunca lloran ni se ponen al nivel de sus vasallos.

Me levanté imponiendo de nuevo mi altura frente a la suya, había dejado de llorar pero aún quedaban resquijios de tristeza en mi cara, las lágrimas restantes se habían apalancado en las mejillas y mis ojos estaban rojos.

-No debes preocuparte nunca jamás por mí... nunca, Sez... es más importante este mundo que cualquier hombre estúpido y llorica...

La acaricié el rostro y se me apetecieron sus labios, aunque, ¿cuando no se me habían apetecido? Era hermosa, de cerca mucho más de lo que podía haber imaginado jamás, era simplemente perfecta... una perfecta heroína y yo solo era un ladrón y un farsante, no la merecía... bastantes veces me había salvado la vida... yo solo era un estorbo en su vida... si yo no estuviera... si nunca hubiese estado... todo hubiera ido mejor para ella... la Agencia no la perseguiría por traición... ella hubiese sido más feliz... no se hubiera tenido que reencontrar con su padre... yo... yo era el causante, no hacía más que traer problemas a quien quería... solo traía la pena y la muerte... mi madre, mi hermano, Virginia... de no ser por la piedra la siguiente hubiese sido Sez en múltiples ocasiones... debía alejarme de ella...

Bajé la mano después de haberla acariciado todo lo que no había podido acariciarla en mi vida desde que la conocí y la miré a los ojos tan profundamente como para ver que si ahora me iba solo la haría más daño, ya era tarde estúpido Fabrizzo, ella se había encariñado conmigo.

-Debiste haber seguido odiándome, Sez... sin embargo, no es justo que yo elija por los dos... -aparté la mirada avergonzado- volví para que supieses que estaba bien, pensaba que eras la única que de verdad quería verme vivo, la única que se preocupaba por mí... y quiero que siga siendo así... pero yo... yo... -escapó otra lagrima de mi ojo derecho- no valgo para nada... solo hago que todo salga peor y no puedo... -tragué saliva y cogí fuerzas- no puedo hacerte feliz... un ladrón y un farsante no puede hacer feliz a nadie... mi destino es estar solo...

Era duro, pero era la última oportunidad que la daba para que me echara de su vida, solo así... solo así... solo así ella estaría bien, si me dijera que me quedase me quedaría, era demasiado débil como para no hacer caso a la mujer que quería.

¿Heroínas? ¿Vasallos? ¿De qué coño estaba hablando el italiano? Ni ella era una heroína ni él un vasallo. Eran dos personas que se habían encontrado hacía ya bastante tiempo con opiniones diferentes pero que compartían un objetivo común. Y, además, tremendamente empáticos pero cabezotas. Punto. Ni heroínas ni vasallos. Sólo dos personas; dos Stoners.

- No debes preocuparte nunca jamás por mí... nunca, Sez... es más importante este mundo que cualquier hombre estúpido y llorica... - le dijo.

Le acarició la mejilla con suavidad durante bastantes minutos, algo que Sez no rechazó e incluso había cerrado los ojos durante unos segundos para disfrutar más de esas caricias. Había echado tanto de menos el contacto de su piel... Tenía unas manos finas y suaves, como todo modelo que se precie, claro. Pero a Sez no le interesaba cualquier modelo, sólo uno. Y había sido una idiota por no reconocerlo y dejarlo escapar. Y más estúpida había sido aún poniendo su vida en riesgo y tratándolo tan mal como lo hacía.

Apartó su mano de su mejilla y la miró fija y seriamente. Pero no tardó en apartar su mirada después de pronunciar su primera frase. Sez escuchó el resto sin poder quitar la expresión de tristeza y desconcierto de su rostro. ¿Se estaba despidiendo? ¿Había venido para despedirse? ¿Por qué se llamaba a sí mismo farsante? No entendía nada, pero era obvio que Fabrizzo estaba mal. Algo le carcomía y estaba claro que no estaba así por haber estado encerrado. Al menos, no sólo por eso.

- Nunca te he odiado, Fabrizzo. - fue lo único que pudo decirle en un primer momento.

¿Debía contarle la verdad ahora? Sí... O ahora o nunca.

- En realidad hace tiempo que deje de odiarte. Mucho tiempo. Pero me lo negué y seguí tratándote como a mi peor enemigo... - "estúpida de mí", pensó - No sabes cuánto lo he lamentado y te pido disculpas por ello.

¿Bastaría con eso para dejarle claro que no quería perderle otra vez? ¿Que había aceptado sus sentimientos y quería enmendar su error? Iba a soltarle todo eso: que no quería que la dejara sola de nuevo, que lo había echado muchísimo de menos, que se sentía culpable por lo sucedido, que era él quien tenía todo el derecho del mundo a odiarla... Pero se calló. Sus palabras se quedaron a medio camino, en su garganta. El corazón le latía muy deprisa y tenía un nudo en estómago y tráquea. ¿Y si decidía alejarse?

-Nunca te he odiado, Fabrizzo. En realidad hace tiempo que deje de odiarte. Mucho tiempo. Pero me lo negué y seguí tratándote como a mi peor enemigo... No sabes cuánto lo he lamentado y te pido disculpas por ello.

Había dicho algo que calmó mis ganas de irme, pero no dijo las palabras mágicas que harían de mí quedarme para siempre, quizá es que esas palabras mágicas no existían, quizá me tenía aprecio pero nunca llegó a quererme como yo la quería a ella, era un alivio que no me quisiera como yo a ella pero no podía abandonarla, ya no.

Quería seguir diciéndola cosas para que me odiara y viera que no era lo que ella pensaba, pero solo eran excusas para alejarme de ella, había cambiado, ya no era ese oscuro ser que ayudaba a la Agencia... me di cuenta y me redimí, pero si que era verdad que solo traía muerte a quien estaba próxima a mí, y si le dijese eso me llamaría loco, pero ya no me quedaban más salidas.

-Sez... no quiero perderte, eso lo sé seguro... desearía quedarme contigo y vivir feliz por siempre contigo, pero... tengo miedo a perderte, todo el que se acerca a mí muere... que esté solo es la prueba. Lo sabes... ya han estado a punto de matarte dos veces por mi culpa, algún día será tarde y no podré llegar a tiempo... al igual que no llegué a tiempo con mi madre, ni con mi hermano... -ni con ella, casi dije- No quiero sentirme culpable una vez más y menos contigo, jamás he querido a otra persona tanto como te he querido a ti -bueno sí, pero no quería contárselo- no sería capaz de seguir viviendo...

Quería irme, no quería tener que quedarme porque no tenía fuerza para mentirla y guardarme muchas cosas, quería contarla todo y que no hubiera secretos, pero había demasiadas cosas en mi pasado que no quería que nadie supiese, ya era bastante con que la Agencia me siguiese. Solo quería protegerla de mí...

El italiano se contradecía. Decía quererla pero tanteaba el terreno para una despedida. Lo que le dijo la indignó, haciéndola fruncir el ceño y mirarlo seria y algo reprobatoriamente.

- A mí también me buscan, Fabrizzo. Te recuerdo que antes trabajaba para la Agencia y les traicioné; han puesto precio a mi cabeza. Y a la tuya también, ambos somos fugitivos hasta que podamos hundir a esos necios.

Hizo una pausa. Quería contenerse pero no podía, no podía callar.

- No seremos felices si te quedas, al menos, no del todo. Mientras tengamos a la Agencia detrás nuestra no viviremos tranquilos. Pero nos buscan a los dos. No sólo a ti. Así que si de verdad quieres irte ponme una excusa mejor que esa estupidez de "todo el que se acerca a mí muere".

¿Por qué no le decía que quería que se quedara y ya está? ¿Por qué se sentía tan frustrada?

- Y no me hables de sentimientos de culpa. Te recuerdo que por mi culpa te dispararon en aquel estúpido baile de disfraces. Te recuerdo que por mi culpa te apresaron y encerraron en una prisión...

Llegados a ese punto las lágrimas corrían por sus mejillas como si de cascadas se tratasen. Había cometido tantos errores para con él que ahora sentía que no tenía derecho a pedirle que se quedara.

- Te recuerdo que nuestro mayor enemigo es mi padre... - dijo entre sollozos y agachando la cabeza. Sentía rabia y dolor al mismo tiempo - Así que si crees que debes irte, hazlo. Pero no me pidas que no me preocupe por ti, que no te ame, que no me sienta culpable, que no desee ser egoísta... Porque no puedo.

Se giró, dándole la espalda, alzando su mirada hacia el techo para que sus lágrimas recorrieran aún más su rostro.

- A mí también me buscan, Fabrizzo. Te recuerdo que antes trabajaba para la Agencia y les traicioné; han puesto precio a mi cabeza. Y a la tuya también, ambos somos fugitivos hasta que podamos hundir a esos necios.

-¡Te buscan por mi culpa! No les traicionaste, Sez... tenías que matar a un hombre y yo lo dejé con vida, por eso fueron por ti, porque yo evité que cumplieras tu misión y te dije que había muerto...

- No seremos felices si te quedas, al menos, no del todo. Mientras tengamos a la Agencia detrás nuestra no viviremos tranquilos. Pero nos buscan a los dos. No sólo a ti. Así que si de verdad quieres irte ponme una excusa mejor que esa estupidez de "todo el que se acerca a mí muere".

-No es una estupidez... llegué a pensar que murieron por casualidad, pero tanta muerte a mi alrededor... ¿a quién más le ha pasado , Sez? ¿Quién más ha perdido a su familia y a quien ama?

Se me había escapado aunque obvié que pensaría que me refería a ella.

- Y no me hables de sentimientos de culpa. Te recuerdo que por mi culpa te dispararon en aquel estúpido baile de disfraces. Te recuerdo que por mi culpa te apresaron y encerraron en una prisión...

¿Dispararon? ¿Cuándo? Si este perdigón es la primera vez que me han disparado en la vida... sin embargo antes de que dijera nada se echó a llorar, perfecto soy un cagón.

-Sez... no me dispararon en ninguna fiesta... ¿tan mal lo has pasado que has tenido pesadillas? ¡Y no me encerraron por tu culpa, fui yo el cabezón que quiso ir contigo hasta el final!

- Te recuerdo que nuestro mayor enemigo es mi padre... - dijo entre sollozos y agachando la cabeza. - Así que si crees que debes irte, hazlo. Pero no me pidas que no me preocupe por ti, que no te ame, que no me sienta culpable, que no desee ser egoísta... Porque no puedo.

¿Que no me ame? ¿Es que acaso me amaba? No... había escuchado mal... ¿Que no se sienta culpable? Si ella no ha hecho nada... Desear ser egoista y tener una vida normal... nosotros no elegimos tener estas piedras...

Suspiré con fuerza, no podía simplemente hacerla feliz y quedarme aunque fuese para mal, simplemente tenía que complicarlo todo y hacerla llorar... era muy estúpido... se dio la vuelta para no mirarme, no merecería que me mirase...

-¿Me... me amas, Sez? -dije alzando la mano para pararla- ¡¿Por qué?! No he hecho nada para enamorarte, solo decía estupideces y te perseguía como un perrito faldero... Yo... no sé que hacer, Sez... no puedo creerme que me ames si no he hecho nada por ti... solo he traído mal a tu vida, solo te salvé una vez la vida y fue porque era culpa mía... si te hubiese dejado matar a ese tipo aquel día nada de esto hubiera ocurrido... No quiero irme si eso te hará más daño...

Había tantas cosas que Fabrizzo no sabía... Tanto cuando escuchó lo de la Agencia y su supuesta misión como cuando negó haber sido disparado en aquella fiesta se sintió culpable por haberle ocultado la verdad. Pensaba desmentirle lo de la Agencia en ese momento, pero no quería hablar más de ellos. Estaba harta de hablar de ellos. En cuanto al disparo... Mejor no decirle que había muerto una vez y que ella había retrocedido en el tiempo para salvarle.

Bufó tras escuchar la última parte.

- Soy muy observadora, Fabrizzo. Me gusta estudiar a la gente, observarla y aprender sobre ella. - suspiró - Sabía que tenías algo especial nada más verte, en cuanto vi tu mirada, y no me refiero a esa maldita piedra.

Se atrevió a darse la vuelta y poco a poco reunió el valor para mirarle a los ojos.

- ¿Y qué hecho yo para enamorarte? ¿Despreciarte? ¿Pasar de ti? - preguntó.

Ella sí que no había hecho nada para enamorarle, pero él sí lo había hecho; tal vez no tan conscientemente como creía, pero lo había hecho.

- Ya ves... A veces se puede enamorar con tan sólo una mirada o una palabra. - dijo - Y, respondiendo a tu pregunta... Sí...

No se sentía capaz de continuar la frase sosteniéndole la mirada, por lo que volvió a darse la vuelta.

- ... Te amo. - sus mejillas se sonrojaron al tiempo que mordía su labio inferior.

- Soy muy observadora, Fabrizzo. Me gusta estudiar a la gente, observarla y aprender sobre ella. - suspiró - Sabía que tenías algo especial nada más verte, en cuanto vi tu mirada, y no me refiero a esa maldita piedra.

¿Especial? Mmm... no sé que tengo de especial... solo soy un mafioso, y no creo que Sez sea de las que se fije en un buen cuerpo...

-¿Y qué hecho yo para enamorarte? ¿Despreciarte? ¿Pasar de ti?

Tenía razones para pasar de mí, parecía más un lobo hambriento de carne que un joven enamorado, pero bueno, yo sí que supongo que me enamoré de su belleza, fue cuestión de tiempo que la conociese de verdad y me enamorara de verdad... la cosa es que me enamoré de ella por como se comportaba con los demás, no conmigo...

- Ya ves... A veces se puede enamorar con tan sólo una mirada o una palabra. Y, respondiendo a tu pregunta... Sí...

¿Sí? No... no lo digas Sez...

-...Te amo.

¡Mierda! Lo ha dicho... ¿y ahora qué hago...? Nunca hubiera pensado que podía llegar este momento... siempre la vi como un sueño inalcanzable y ahora está aquí delante de mí, demostrándome su amor y esperando que yo haga algo... quiero bersala... incluso llegar a algo más, pero... no me atrevo a hacerlo, es como fuera un sueño, temo que al besarla me despierte y todo haya sido una "pesadilla"...

-Esto no es real, ¿verdad? Era demasiado bonito para serlo... seguro que ahora me despierto en esa habitación de 3 por 2 y sigo siendo un prisionero vestido de naranja... estoy tan obsesionado contigo que ni siquiera puedo sacarte de mi cabeza, he soñado cada noche que he estado en esa celda contigo, ¿por qué ésta iba a ser diferente? Seguro que me he quedado dormido en la siesta...

Sonrió al tiempo que se sonrojaba más aún, agachando ligeramente la cabeza. ¿Por qué se sentía como una estúpida quinceañera? Era una persona adulta, lo suficiente como para encarar aquella situación... Pero, ¿por qué le temblaban las piernas? ¿Por qué su corazón se volvía loco latiendo a mil por hora? ¿Por qué sus mejillas no querían volver a su tonalidad habitual? Respiró hondo y se giró hacia él.

- Si esto fuera un sueño...

No lo pensó, se acercó hasta el italiano y juntó sus labios con los suyos. Había cerrado los ojos pero fue un beso muy fugaz, de apenas unos tres segundos. Tan sólo quería tantear el terreno y, de paso, satisfacer un poco sus impulsos.

- ... No sentirías esto. - le susurró una vez sus labios dejaron de estar en contacto con los suyos.

Se quedó muy cerca de él, mirándole a los ojos, sintiendo el revoltijo de su estómago y los desajustes de su cuerpo.

Parecía nerviosa, supongo que nunca me hubiese imaginado a Sez nerviosa en mis sueños, juraría que era una chica decidida y tranquila que sabía contener sus sentimientos pero entonces...

-Si esto fuera un sueño...

Se me acercó y me dio un beso en la boca, eso sí era algo con lo que hubiera soñado, pero que solo durara 3 segundos no, en mi sueño hubiera durado mucho o hasta que me hubiera despertado abrumado por soñar eso...

- ...no sentirías eso.

Susurró cuando se separó de mí, haciendo que me quedara con las ganas de más, jamás hubiese pensado que sus labios podían saber mejor que en mis sueños... era... irreal... se supone que los sueños son mejores que la realidad... quizá estaba equivocado...

Seguía cerca de mí, mirándome a los ojos, estaba sonrojada, pero yo no... a pesar de que estaba empezando a pensar que ya no era un sueño, me seguía pareciendo irreal que pasara eso pero no debía desaprovechar una ocasión así, me llamaría tonto el resto de mi vida...

-¿Me has besado o me lo ha parecido? Porque yo también quiero hacerlo...

Dije mientras la agarraba cariñosamente del cuello con la mano izquierda y ladeaba la cabeza para besarla esta vez yo, aunque procuré que durara más de 3 segundos, sin duda ese beso marcó un antes y un después en mi vida... se había dejado, por lo cual era real, Sez era mía o algó así, no era fácil de asimilar y además sonaba muy machista... me pertenece... bueno, digamos que la he conseguido... el esfuerzo ha valido la pena...

-Te quiero... y haré lo posible para que no vuelvas a sufrir nunca más, espero que ahora tenga el camino libre para hacerlo... y no pongas peros... o entonces sí que me iré... -comenté sarcásticamente amenazándala aunque era una amenaza que jamás realizaría.

La forma tan sensual de preguntarle si le había besado terminó de desarmarla por completo. Dejó que terminara la frase y esperó pacientemente a que le beso llegara, mientras él la cogía suavemente por el cuello y ladeaba la cabeza para por fin juntar de nuevo sus labios. Disfrutó de aquel beso más de lo que esperaba e inlcuso se le hizo corto, aunque duró mucho más que el que ella le había dado antes.

- Te quiero... y haré lo posible para que no vuelvas a sufrir nunca más, espero que ahora tenga el camino libre para hacerlo... y no pongas peros... o entonces sí que me iré...

Tan sólo lo miró. Ahora era ella la que creía estar en un sueño. De repente, todo aquello le pareció irreal. ¿ Y si se había quedado dormida en la ducha? ¿Y si estaba soñando con su regreso? ¿Y si todo aquello era producto de su imaginación? De sólo pensarlo le entró un escalofrío. Se abrazó al italiano.

- Espero no estar imaginándome todo esto... - dijo en griego.

Pero pronto se separó de él y volvió a perderse en su mirada. Acarició su mejilla con una mano y se acercó del todo para poder besarle. Sus dulces labios, su húmeda lengua y su aliento la embriagaron. No podía dejar de besarle, aunque tampoco es que quisiera parar.

Se me quedó mirando con esos ojitos azules tan bonitos, creía estar en el cielo, debía estar pensando algo muy bonito porque su cara era preciosa y no sabía muy bien que decir, entonces se abrazó a mí como si algo pasara por su mente y distinguí algunas palabras en griego... sacarse una chica griega, cuando es justo un idioma que no controlo, qué cosas... al menos ella sabía italiano...

Entonces se volvió a separar y me acarició el rostro para volver a besarme, esta vez con lengua, se me pusieron los ojos como platos, suponer que una chica es casta y pura, por muy sueño varonil que sea, es irreal y equívoco, así que simplemente asimilé que Sez no era una monjita y me dejé llevar por el beso, ahora que lo pensaba, desde que había conocido a Sez, había estado un tanto seco en chicas, tener ojos para una sola hace que no te fijes en las demás... pero tampoco era plan de irnos a la cama así, nada más... tú eres tonto... ahora sí... el nerviosismo comenzó a llenarme, estaba eufórico, me había imaginado decenas de veces besándola pero en mis fantasías no había llegado a más... o sea... no es que no desease tenerla en mis brazos y eso... pero... ya era bastante difícil asimilar que nos estábamos besando como para imaginarme en la cama con ella... me sonrojé drásticamente y solo se me ocurrió separarme de nuevo.

-Lo siento... he deseado tanto que pasase esto que nunca había imaginado como lo sobrellevaría... -respiré hondo y suspiré- ejem... ¿quieres que... vayamos a...? Ejem... ya sabes... bueno es que... pufff... -me puse a temblar como un teleñeco- estoy desentrenado... -dije acariciándome el pelo y desviando la mirada, "vamos, Fabrizzo solo es una chica, y encima la quieres..." Precisamente por eso la temía, era la primera chica con la que estaba a la que amaba, lo demás eran rollos de una noche- eres la primera chica a la que quiero... no sé si me explico... yo, no sé como... -"deja de hablar, anda, que la estás cagando..."

Me quedé sumido mirándola de refilón bastante rojo y sin saber que hacer, no sabía muy bien por donde llevar la conversación, no es que no quisiera, es que no sabía como pedirlo... nunca lo había pedido, simplemente había surgido... quizá no debía ser diferente esta vez... o sí... estaba hecho un lío y para colmo los nervios se habían apoderado de mí... parecía un crío de 15 años en su primera vez, qué vergüenza...

Fabrizzo se separó, por lo que Sez abrió los ojos y se encontró con unas mejillas tremendamente rojizas. Estaba sonrojado hasta los calcetines, algo que verdaderamente la sorprendió. Se había imaginado que no le costaría nada sobrellevar la situación, pero parecía estar bastante nervioso. Lo cierto era que ese color carmesí en sus mejillas lo hacía parecer más atractivo aún, a la par que tierno.

No pudo contener una leve risa espontánea que la invadió cuando lo escuchó hablar. Le sonrió para intentar tranquilizarle y luego le abrazó. Cuando se separó volvió a sonreírle.

- Somos adultos. Hemos superado esa fase de "no haremos nada que tú no quieras", "no estoy preparada" o "estamos yendo muy deprisa". - volvió a soltar una tenue risa.

La situación, más que de adultos, parecía de adolescentes. No le molestaba, pero le hacía gracia y hasta la daba vergüenza imaginarse viéndose desde fuera. Pensó en añadir un "esto es como montar en bicicleta, nunca se olvida", pero se lo guardó.

Lo tomó de la barbilla para hacer que la mirase. Volvió a besarle, esta vez el beso se prolongó bastante más y fue aumentando la pasión invertida en él poco a poco. Posó sus dos manos sobre su musculoso pecho, notando lo fibroso que estaba, y separó sus labios de los suyos para trasladarlos hasta su cuello. Al principio lo mordió suavemente, para luego pasar a besarlo con parsimonia.

- Somos adultos. Hemos superado esa fase de "no haremos nada que tú no quieras", "no estoy preparada" o "estamos yendo muy deprisa".

Abusaba de la palabra adultos, y no pasábamos ninguno de los 25 años, aunque supongo que después de que ambos viviésemos solos, y la clara afirmación de que no éramos vírgenes... espera... ¿Sez es virgen? Pues no lo sé... con 21 años normalmente ya se ha estrenado uno, pero tal y como vive... en plan... ¿en qué coño piensas a ver...? Tú hoy no te has despertado bien... me daban ganas de patalear como un crío... ¡me estaba comportando como un crío!

-No, no es eso... no es que no quieras o deje de querer, o no estemos preparados o... -me callé, ya eran demasiados ejemplos- es que simplemente no sé como... ¿ya está bastante claro, no? Jeje... Estoy haciendo el ridículo...

Para colmo se estaba riendo, aunque básicamente merecía que se riesen de mí, ¿qué estaba haciendo...?

Me cogió de la barbilla para que la mirase, después de parecer que le hablaba más a la pared que a ella y me volvió a besar tras mirarme a los ojos, esta vez fue un beso más largo y luego pasó a mi cuello, a lo que se me volvieron a abrir los ojos como platos, para colmo me estaba mordisqueando y apretando mis pectorales, aunque mi corazón ya estaba yendo a suficiente velocidad como para estar sonrojado de por vida y empezaba a perder la noción de lo que estaba bien o mal...

-Sez... como sigas así... -dije medio jadeando- no voy a ser consciente de mis actos...

Y casi como una acción involuntaria la agarré fuertemente de la espalda y me teletransporté con ella a su cuarto... "uy, ¿he sido yo...?, me estoy descontrolando...".

Entonces la comencé a seguir el juego acariciándola con pasión y volviendo a juntar nuestros labios, la voluntad se había escapado de mi estúpida mente y poco a poco mis manos estaban tocando zonas cada vez más exóticas, y tenía que decirlo, "bien puestas en su sitio".

Ignoró lo que le dijo de perder el control. De hecho, era justo eso lo que quería, que se desprendiera de ese nerviosismo anómalo. Sonrió pícaramene aunque no pudo verlo pues seguía besando su cuello. Pero, de pronto, sintió sus brazos rodear su espalda y ¡Zas! De repente estaban en su habitación. La sensación del teletransporte la dejó algo traspuesta, por lo que permaneció quieta mientras Fabrizzo la acariciaba y besaba apasionadamente.

Una vez se recuperó, abrazó al chico pero se dejó hacer un poco más, disfrutando con cada recorrido que hacían las traviesas manos del italiano por su anatomía. Al cabo de unos minutos, Sez se separó del chico pero posó sus manos sobre sus hombros para indicarle que caminara hacia atrás. Acabó sentándolo sobre la cama, no tardando ella en sentarse encima suya, a horcajadas. Sus labios buscaron los suyos con desesperación y mientras sus lenguas se unían una y otra vez, sus manos también se estaban volviendo traviesas, acariciando su torso, cintura y caderas con suavidad y lentitud.

Sez básicamente me empujó hasta la cama y se sentó encima mía, antes de disfrutar un poco más de mis manualidades físico-corporales, bonito nombre para "meter mano", me jorobaba tener que desprenderme de pantalones y botas para estar a igualdad con ella, que solo tenía un camisón... espera... tengo encima mía, sentada a una chica sin nada... solo un trozo de tela de 90 x 60 centímetros... eso me descolocó profundamente, aunque desahogarme con su lengua era eficiente... aunque me costaba mantenerme en mis cabales.

Tenía que empezar por deshacerme de ropa para al menos estar más desnudo que ella... o algo así... ella tenía más piernas desnudas y yo más torso, casi deseaba que fuera al revés y no podía quejarme, solo tenía que tirar un poco del trapo para dejarla a mi merced, pero quitarle el morbo tan rápido era desalentador, pero tal como estábamos me era imposible llegar a las botas... y supuse que del pantalón se encargaría ella...

-Ten cuidado... con la herida... no quiero salir mañana en las noticias... "Hombre joven... muere desangrado durante relación... dura..."

Dejé que se riese y volví a atacar con mi lengua en forma de lanza, le estaba cogiendo el tranquillo y como ella parecía gustarle ya no había dudas morales mientras seguía metiéndole mano, aunque ahora aproveché para subir un poco el camisón y tocar directamente su culo... no espera... culo no es la palabra... "cacho de culo", estaba perdiendo su tiempo en ser asesina... debería salir en las revistas de modelos... me podría tirar toda la noche sobandóselo, aunque simplemente fui subiendo las manos por la espalda haciendo que el camisón tendiese a levantarse...

Su comentario, ciertamente, la hizo reír. Procuraría tener cuidado con su hombro para no hacerle daño. De nuevo, entrelazaron sus lenguas y Sez pudo sentir las manos del italiano recorrer sensualmente su cuerpo, hasta dejarlas posadas sobre su trasero, acariciándolo. Subió luego sus manos por su espalda, haciendo que por inercia su camisón se fuese subiendo.

Sez posó sus manos sobre el pantalón del chico, tirando hacia abajo para despojarle de él. Pero no tardó en levantarse y agacharse junto a sus pies para quitarle primero las botas. Una vez lo hizo, terminó de sacarle el pantalón y volvió a sentarse a horcajadas sobre él. Besó sus labios con infinita pasión y lo hizo poco a poco hacia detrás, hasta que quedó completamente tumbado sobre la cama. Estando así pudo hacer que sus entrepiernas se rozaran por completo, provocando una sensación muy placentera que la hizo soltar un leve suspiro mientras alzaba la cabeza.

Se hizo hacia adelante para llegar hasta los labios de Fabrizzo, devorándolos con lujuria y algo de lascivia, lamiéndolos con la punta de su lengua. Le sonrió pícara e insinuantemente.

- Así que "relación dura", ¿eh? Y yo que te imaginaba más tierno y sumiso...

Entonces fue cuando sin pensárselo me despojó de mis pertenencias sin poder terminar de quitarle el camisón, me supo mal quedar en inferioridad de tela, solo defendiéndome en calzoncillos, al menos estaba presentable, nos enchufaban con mangueras en la prisión y nos cambiaban de muda.

Luego volvió a sentarse encima mía y se tumbó para llegar de nuevo a mis labios mientras me rozaba al "amigo" con su cuerpo, cosa que hizo que empezara a tomar vida propia, finalmente se puso a reir pícaramente e hizo un comentario interesante.

- Así que "relación dura", ¿eh? Y yo que te imaginaba más tierno y sumiso.

-Claro, si yo soy sumiso... eres tú la que me va a sacar la sangre a base de bien, vampirina... mmm... rima con... molto dolce e bella bambina... -luego bajé el volumen y dije entre susurros- me ha tocado la lotería de navidad... mi amor... -y acariciándola cariñosamente perdí de nuevo el éxtasis y me quedé observando sus ojos y su belleza para quitarle el camisón lenta y románticamente y ver que sorpresa me esperaba en forma de ropa interior.