¿Un largo día?

[22 de Abril]

Étoile estaba trabajando, al parecer se habían puesto todos de acuerdo para llevar a sus queridas mascotas, en este caso perros. La sala de espera estaba llena de ladridos y los dueños empezaban a impacientarse, pero Étoile no se puso para nada nerviosa y siguió haciendo su trabajo con sumo cuidado. Le daba igual que se quejaran, ella no iba a ir más rápido por el simple hecho de que eso podría dañar al animal en cuestión, y no lo iba a permitir. Después de unas largas horas, por fin estaba acabando cuando llegó un último dueño con su mascota, era un gato que parecía estar bastante mal, pero aún peor era el estado de la señora mayor que lo traía. Parecía histérica perdida y por más que intentaba Étoile entender lo que decía ésta no paraba de soltar palabras en distintos idiomas y encima, no vocalizaba bien. Étoile le arrebató el gato, con sumo cuidado, de las manos. Para luego cerrar la puerta y dejar a la Señora, maleducadamente, fuera. Puso el gato sobre la mesa y posó sus manos en él. Cerró los ojos y dejó que la piedra la ayudara.

Comenzó a huir un ruído, a sus pulmones les costaba bastante respirar, había un pequeño chirrido final que acompañaba a la respiración. Étoile no vaciló en abrir las pequeñas fauces del gato pero seguidamente con unas pinzas y mucho cuidado, sacar el objeto tragado por el gato. Una uña postiza. Étoile acarició al gato y lo dejó aún sobre la mesa, dándole un pequeño obsequio (la típica galleta para animales), para luego salir a fuera y hablar con la señora. Si no recordó mal, la señora habló en francés, por ello empezó a dialogar con ella en este idioma, explicándole que lo ocurrido había sido por dejar que el gato jugara con objetos tan pequeños.

Tras salir la señora con el gato alegremente, Étoile se sentó en el asiento de su escritorio y dejó que la cabeza se posara sobre la mesa. Últimamente andaba algo distraída con un asunto que le rondaba por la cabeza. ¿Él? Pues claro que se trataba de él, ¿de quién sino? De todas formas, no dejó que eso le influyera en su trabajo. Tras respirar hondo varias veces, terminó alguna de las fichas que hacía para tener controlado la revisión diaria de ciertos animales, para luego levantarse, y tras estirarse ligeramente, colgó la bata en el perchero. Fue al lavabo para volver a recogerse el pelo pues algunos mechones se habían escapado fugazmente. Después de lavarse también las manos, cogió un blog de dibujo que había traído al trabajo, puesto que esa mañana se había levantado con ganas de dibujar. Cogió el material adecuado, y tras coger su bolso y dejar colocado todo, como de costumbre, salió por la puerta del veterinario, cerrándola bien. Ya era hora de cerrar.

Lo primero que hizo fue ir hacia la plaza, en la cual se sentó en uno de los bancos. Miró hacia su alrededor para luego divisar una persona conocida. Bueno "conocida". Sólo le había visto quizás una semana atrás ¿quizás más?, pero no es que hubiera hablado mucho con él. Era aquel chico, el de cabellos rojos que le había dibujado a ella también. Se preguntó si al final el chico había acabado comiendo algo, pues no dejó ni que Étoile le pagara. No esperó más y abrió el blog para empezar a dibujarle. La verdad es que estaba en una postura bastante chulesca, apoyado en un muro, y descansando así a la sombra. Su mirada lo recorría una y otra vez sin dejar el lápiz en ningún momento. El chico parecía un buen modelo, pues no se movía, seguramente ni sabría que estaba siendo pintado, sino se pondría en una postura todavía más chulesca. No pasó mucho hasta que finalmente terminó, completando así el dibujo y rellenándolo donde más le cuadraba, para luego dejar su firma.

Suspiró y luego se levantó para empezar a caminar con paso firme hacia él. Él la divisó, y le dirigió una mirada también, aunque ella ya estaba caminando decidida hacia él y no iba a parar.

- Toma - dijo arrancando la lámina y entregándosela - Ésto porque me apetecía dibujar, simplemente - dijo algo escueta mientras sacaba de su bolsillo unas monedas sueltas - Y ésto por dibujarme.

No habían sido días muy apatecibles para Fox. Había pasado ya más de una semana desde que Mask DeMasque se había encontrado con la dama del antifaz, y desde entonces no la había vuelto a ver. Los seis días hasta que le había entregado los obsequios había estado tan sumido en su trabajo que no la había dado oportunidad al pesar de apoderarse de él. Pero ahora lo había hecho. Él había confiado en que ella lo llamaría y que querría verle, pero no era así. Una y otra vez Fox se había dicho a sí mismo que sólo había sido una noche diferente y nada más, pero absolutamente nada lograba que su mente dejase de pensar en otra cosa.

Había terminado al encargo que tenía pendiente y avisó a su padre de que iba a darse una vuelta. No consideraba que así pudiese pasársele el mal humor, pero al menos las posibilidades de que se despejase un poco era más probables que si se quedaba en casa.

De todas formas fuera no había mucho que hacer tampoco. Hacía calor y la plaza estaba llena de turistas. Acomodó su espalda en una pared, aprovechando la sombra que proyectaba un edificio en el muro, y dejó que, nuevamente, sus pensamientos volviesen a divagar. Siempre centrados en lo mismo, siempre de noche, siempre en París. Él mismo se consideraba un idiota por haberle dado demasiada importancia a todo aquello pero, ¿realmente podía ponerle un remedio dadas las circunstancias?

No había medido mucho el tiempo, pero al cabo de un rato una figura se acercó a él. Fox la miró, comprobando que se trataba de aquella chica a la que había dibujado días atrás en el restaurante. Con el mal humor que tenía, no pudo evitar mirarla con desdén, recordando lo antipática que se había portado en aquel entonces.

- Toma - dijo arrancando una lámina de un bloc y entregándosela - Ésto porque me apetecía dibujar, simplemente - añadió, y se metió en las manos bolsillos aparentemente para sacar algo - Y ésto por dibujarme.

El pelirrojo bajó la mirada y comrpobó que en las palmas de la chica habían algunas monedas. Enseguida el chico le dio un manotazo, tirándolas por el suelo para después volver a mirarla con evidente molestia, probablemente más de la normal. Ya tenía bastantes cosas en mente como para que viniese Miss Bordería a restregarle nada.

- Gracias, me servirá para que la chimenea arda bien o para limpiarme el culo - espetó con desdén cogiendo el dibujo y largándose de allí.

Sin embargo a medida que se alejaba, cogió el dibujo y lo observó con detenimiento. No pudo evitar suspirar pesadamente mientras lo enrollaba con cuidado para que no le pasase nada.

- Psé, yo soy más guapo - se dijo a sí mismo.

[FDI: sale]

¡Venecia! ¡Qué increíble ciudad! ¡Era tan mágica! Qué lata que Takumi no pudiese estar allí con ella, sería tan romántico... Arg, debía traérselo fuese como fuese. Daba igual lo que el manager dijese, o el representante.

Se adentró en la conocida Plaza de San Marcos. Estaba sola, simplemente porque le había apetecido irse a dar una vuelta por la ciudad para conocerla, pues sabía que no iban a permanecer mucho tiempo allí. Iba vestida con una gorra y gafas de sol, con cuidado para que no la reconociesen por la calle. Si alguien lo hiciera sería el fin, pues seguramente la rodearían pidiéndole autógrafos y fotos. Por suerte ella lo tenía más fácil que Katsumi a la hora de ocultarse, porque su papel en el grupo no era el principal.

Fue entonces cuando vio una escena. Un chico despreció a una señorita, tirándole las monedas por el suelo y luego encima se largó así por las buenas. Aya no dudó en acercarse allí corriendo, molesta.

- ¡¡Oye, tú!! ¡Un respeto por la señorita imbécil! - exclamó alzando el puño, aunque aquel tipo ni se dio la vuelta.

Aya se agachó para ayudar a la chica a recoger las monedas.

- ¿Estás bien? ¡Menudo gilipollas! Seguro que te mereces algo mejor - comentó con una sonrisa.

El muy estúpido lee había dado un manotazo a Étoile dejando que las monedas cayeran al suelo. Eso hizo que alzara una ceja pero ni le dio importancia. Sin embargo había visto como no había arrugado el dibujo, así que seguramente lo guardaría, ¿quién se creía? ¿El único con derecho a tener un mal día? Maldito... estúpido. De repente apareció una chica de cabellos rosas que le impactó bastante.

- ¡¡Oye, tú!! ¡Un respeto por la señorita imbécil! - exclamó alzando el puño aunque el pelirrojo ni se inmutó.

La pelirrosa se agachó para empezar a recoger las monedas, así que Étoile hizo lo propio y también se agachó.

- ¿Estás bien? ¡Menudo gilipollas! Seguro que te mereces algo mejor - comentó con una sonrisa.

- ¿Algo mejor? No, no te equivoques, es simplemente un tipo que me encontré una vez. Pero sí, es un gilipollas. - comentó Étoile terminando de recoger las monedas e incorporándose.

Se quedó mirando a la chica, no parecía ser veneciana.

- ¿No eres de aquí verdad? - pregun´to.

Aya se incorporó cuando se percató de que las últimas monedas las iba a recoger su legímtima dueña, y esperó a que ésta se irguiese para devolvérselas, dejándolas en la palma de su mano. Aprovechó para mirarla mejor, o al menos todo lo bien que le permitían las gafas de sol. No parecía tan mayor como le había parecido a simple vista, podría tener quizás la edad Katsumi o... tal vez algo más. ¡Ah! Qué complicado era poner años a ojo.

- ¿Algo mejor? No, no te equivoques, es simplemente un tipo que me encontré una vez. Pero sí, es un gilipollas.
- ¡Eeehh? - carraspeó - Bah, pues entonces mejor, así no tendrás que soportarlo mucho, ¿no? - rió.

A la primera impresión ahora podía añadir que le resultó bastante seria. Aunque bueno, si lo pensabas bien tenía lógica por culpa de la reacción de aquel pelirrojo.

- ¿No eres de aquí verdad?

¡Mierda! ¿La había reconocido? No, no podía ser. ¡La gorra y las gafas eran perfectas para pasar desapercibida! Porque lo eran, ¿no? Ah... ¿Y ahora? No, lo mejor sería hacer como que es una pregunta normal, así como quien no quiere la cosa. ¡Eso era! ¿Cuándo no ha funcionado hacerse el loco?

- N-no, ¡qué va! ¿Tanto se me nota? Estoy de visita, nada más. ¡No vengo aquí por nada especial ni nada de eso, eh! - aseguró.

Se le notaba algo alterada al hablar, e irremediablemente no había podido evitar ajustarse la gorra para que le tapase mejor el pelo y colocarse bien las gafas, por si acaso. Su tono de italiano no era perfecto, pero al menos así podía disimular sus ojos, que la delatarían enseguida acerca de su procedencia.

- Hace un buen día, ¿eh? - añadió, sin venir a cuento.

Sí... un intento pésimo de cambiar de tema.

La chica empezó a alterarse ligeramente, mientras Étoile la observaba detenidamente. Menuda coincidencia. Así que el grupo ahora mismo estaba aquí. Pues los había conocido incluso antes del espectáculo, porque si Étoile no recordaba mal, actuarían en algo benéfico en lo cual ella también actuaría con otro gran violinista del cual no recordó el nombre.

- N-no, ¡qué va! ¿Tanto se me nota? Estoy de visita, nada más. ¡No vengo aquí por nada especial ni nada de eso, eh! - dijo delatándose completamente.

Se ajustó la pobre Aya la gorra mientras Étoile reía ligeramente para sus adentros, esta chica era demasiado.

- Hace un buen día, ¿eh? - dijo derrepente.

- Pues si, aunque el trabajo hoy fue agotador, aunque supongo que como la gira no? Tienes que estar cansada.

- Pues si, aunque el trabajo hoy fue agotador, aunque supongo que como la gira, ¿no? Tienes que estar cansada.
- Uff, ¡ya te digo! - aseguró convencidísima, pero pronto se dio cuenta de que la chica se la había jugado y ella había caído... o casi - Eh.. ¡n-no! Q-quiero decir, ¿girar sobre sí misma? No cansa, en todo caso marea.

Rio nerviosa, y continuación dio una palmada y giró sobre sí misma, como si intentase demostrar que lo que acababa de decir era cierto. Luego dejó las manos juntas, frotándoselas y aún con aquella sonrisilla falsa en el rostro, siguió mirando a la otra.

- Uff, ¡ya te digo! - contestó rápidamente.

Efectivamente, la chica había caído de pleno.

- Eh.. ¡n-no! Q-quiero decir, ¿girar sobre sí misma? No cansa, en todo caso marea.

Étoile no pudo evitar reir al ver el giro estúpido de Aya. Sin embargo posó una de sus manos en el hombro de la chica para acercarse para que nadie lo oyera.

- No diré nada. Además como delatar a una compañera - y seguidamente le guiñó un ojo.

Esta chica tenía toda la pinta de relajar el día tan estresante que había tenido Étoile, y sobre todo después del estúpido comportamiento del tío ese pelirrojo. El sólo recordarlo hizo que Étoile frunciera el ceño ligeramente, para luego volver a la expresión de antes.

La chica empezó a reír, por lo que Aya empezó a creer que quizás se había dejado llevar por la payasada, olvidándose del tema de su identidad. Pero supo que su super giro había sido en vano cuando ella le puso la mano sobre su hombro, con aquella mirada. Temió lo peor.

- No diré nada. Además como delatar a una compañera - seguró amistosamente, guiñándole un ojo.

Aya sintió que un gran peso se le quitaba de encima. Sí, la había reconocido, pero no se inmutaba. Menos mal. ¡Un momento! ¿Cómo que no se inmutaba? Qué...¿Acaso no era lo suficientemente famosa? ¿Lo suficientemente genial? ¿Lo suficientemente... "algo" como para merecer un poco de sorpresa? ¡Jooo!

- ¿Cómo que compañera? - preguntó, arrugando el morro ligeramente.

Inspeccionó con más detenimiento a la chica, llegando prácticamente a tocar su nariz con la suya. Tenía una expresión bastante cómica dibujada en el rostro, como si fuese un detective examinando una pista muy importante. Finalmente Aya se separó de ella y se encogió de hombros.

- Pues yo no sé quién eres - declaró con un suspiro.

- ¿Cómo que compañera?- preguntó.
- Pues eso[/b] - repitió Étoile.

Seguidamente la famosa Aya se acercó a Étoile examinándola detenidamente, llegando casi a rozar su nariz con la de ella. Sin embargo Étoile premaneció quieta, dejando que sus ojos siguieran los movimientos de la chica pelirrosa. Finalmente optó por separarse de Étoile, encogiéndose de hombros.

- [b]Pues yo no sé quién eres - dijo en un suspiro.

- Pues claro que no lo sabes. Si lo supieras entonces tendría que pensar que me sigues - dijo - Vais a actuar en un concierto benéfico, y a "The Sixth Element" le han proporcionado un "coro" de cuatro instrumentos de mas. Son dos violinistas y dos pianistas los que seguirán el gran ritmo de tu grupo. Eso sí, con un estilo alejado del clásico - explicó.

Suspiró.

- Yo soy una de las violinistas... Y no conozco a los otros tres, aunque me han dicho que el otro violinista es bastante famoso, Fujiwara... no sé que mas, bueno no importa.

Pues si que necesitaba un momento de relajación. No había hablado tanto con una persona en su vida.

La chica empezó a hablar, y Aya asentía exageradamente, como si realmente estuviese entendiendo todo a la perfección. La verdad es que le sorprendía que la otra supiese tanto de cómo era el planning de la gira, quizás hasta mejor que ella misma o su representante. Hostias, ¡podía convertirla en su representante! Y así se olvidaban de aquel pazguato con sonrisa de tiburón...

- Yo soy una de las violinistas... Y no conozco a los otros tres, aunque me han dicho que el otro violinista es bastante famoso, Fujiwara... no sé que mas, bueno no importa.
- ¡Aah! ¡Con razón! Ya decía yo que era imposible que supiese todo eso sin... - se calló de repente, por que había caído en la cuenta de una cosita - ¡Un momento! - exclamó cogiendo a la italiana por los hombros - Has dicho...¡¿Has dicho Fujiwara?! ¡¿Y que toca el violín?! ¡Dime que no se llama Jimbo!

Se había alterado. Pero es que no podía ser posible. ¿Sería tan... irónico el destino? De ninguna manera podía ser probable que coincidiesen en un concierto, en Europa, en Italia, después de tres años. ¡No podía ser! Pero tenía que escuchar con sus palabras que auqle violinista sólo compartía su afición y su apellido con aquel niñato impresentable...

- ¡Aah! ¡Con razón! Ya decía yo que era imposible que supiese todo eso sin... - pero de repente se calló de golpe - ¡Un momento! - exclamó cogiendo a la francesa por los hombros - Has dicho...¡¿Has dicho Fujiwara?! ¡¿Y que toca el violín?! ¡Dime que no se llama Jimbo!

Étoile se había hasta asustado ligeramente por la gran presión que estaba haciendo sobre ella. Empezó a dolerle la presión que estaba haciendo Aya sobre los hombros de ella así que dejó escapar una mueca de dolor, para luego agarrar sus manos y zafarse finalmente de ella.

" Menuda fuerza tiene... " pensó frotándose ligeramente uno de los hombros.

Seguidamente miró a la chica, se veía bastante nerviosa por lo que pensó detenidamente en las palabras de ella. Supuso que era algo serio, sino no se hubiera puesto de esa manera por una simple persona, supuso. Ella había preguntado por el nombre del violinista. ¿Jimbo había dicho? Pues no le sonaba de nada a la francesa. Se llevó una de las manos a su barbilla quedándose así pensando, pero no... No recordó su nombre, pero Jimbo, seguro que no era.

- No me suena de nada el nombre de Jimbo, pero estoy segura de que es ese apellido. Era un nombre menos raro... Creo que el nombre también era japonés.

Fue a preguntar si pasaba algo, pero prefirió no hacerlo, además no es que fuera de su incumbencia.

Aya se había ofuscado demasiado como para percatarse de la posible mueca de la joven, sin embargo se concentró más al notar cómo se sepraba de ella para seguidamente frotarse los hombros. Vaya, quizás la había cagado y se había excedido un poco con la fuerza empleada. Claro que no iba a decirle así por las buenas que tenía una piedra de poder, y sobre todo aquella.

- No me suena de nada el nombre de Jimbo, pero estoy segura de que es ese apellido. Era un nombre menos raro... Creo que el nombre también era japonés.

Un gran alivio se apoderó del cuerpo de Aya, quien enseguida relajó la expresión. El nombre de Jimbo era bastante excéntrico, así que cualquier persona se acordaría de él a menos que tuviese memoria de pez claro y esta chica no tenía pinta de eso. Claro que a veces las apariencias engañaban, ¿no? No, seguramente en este caso no engañaban.

- Vaya, pues qué alivio - confesó con un suspiro para a continuación esbozar una abierta sonrisa - Venga, venga, por las molestias te invito a tomar algo. ¡Pero que sea un sitio discreto! Venga, venga - incitó rodeándola por los hombros para que no pudiese decir que no, aunque pronto calló en la cuenta de algo - Y... ehm...¿cómo te llamas?

- Vaya, pues qué alivio. Venga, venga, por las molestias te invito a tomar algo. ¡Pero que sea un sitio discreto! Venga, venga, y... ehm...¿cómo te llamas?

La chica de cabellos rosas le había rodeado por los hombros como si fueran compañeras de toda la vida, un gesto que sorprendió bastante a Étoile, acostumbrada a los malos modales de la gente y sobre todo al impresentable de antes, el del pelo rojo, del cual ni ella sabía el nombre y jamás querrá saberlo. Sonrió ligeramente cuando supo que la chica estaba más aliviada. ¿Qué pasaba con el nombre de Jimbo? ¿Y quién era ese? Bueno, pronto esas preguntas desaparecieron de la mente de Étoile pues realmente no le interesaba en absoluto.

- Tú dirás - dijo amablemente.

Sí, amablemente.

- Y me llamo Étoile, y tú Uehara Aya, ¿me equivoco?