Al otro lado del teléfono [Takumi]

[ 22 de abril, noche ]

Se encontraba, literalmente, sola en Venecia. Había viajado por su cuenta, dejando al resto del grupo en Roma hasta que viniesen a reunirse con ella. Bueno, había conocido esa tarde a aquella violinista, pero desde luego no podía compararla con la compañía de sus amigos ni de Takumi. Sobre todo de Takumi. ¡Lo echaba tanto de menos! No sabía que estar separada de él pudiese dolerle tanto, incluso sabiendo que lo habían decidido entre los dos. Pero estaba resultando demasiado duro, y ahora que estaba sola, no podía evitar que la tristeza la embargase.

Se encontraba paseando, admirando la belleza de la ciudad. Lamentaba que él no estuviese allí con ella; seguramente estaría encantado con todo lo que había allí. Llegó hasta el Gran Canal, y se paró, apoyándose en la barandilla.

- Takumi... - murmuró entonces, con la mirada perdida en el movimiento del agua.

No tardó mucho más en sacar el teléfono del bolsillo de la chaqueta y marcar su número. Se llevó el aparato a la oreja y comenzó a oír los pitidos de la llamada, y a cada cual notaba que el corazón le latía más fuerte. Su mente repetía "cógelo" una y otra vez, llegando a pensar que si no lograba hablar con él esa noche le daría algo.

La casa estaba casi completamente en silencio de no ser por el tenue volumen de la televisión. Llevaba así todo el día, envuelta en un desolador silencio. Ni risas, ni gemidos, ni charlas, ni siquiera gritos. Todos se debía sólo a un factor: la ausencia de Ella. Aquella casa parecía una mansión estando el solo. Pero lo peor no era eso; lo peor fue pasar todo un día encerrado en aquel supuesto hogar que tanto amor y bienestar le proporcionaba. Precisamente aquel día no tenía que ir a trabajar por la huelga del personal no docente del instituto; habían montado una buena...

Así que optó por salir a almorzar fuera... Pero ver la silla vacía enfrente suya lo desquiciaba. La solución fue comer mientras daba un paseo. Pero caminar sin sentir el roce de una suave y cálida mano como la suya le asfixiaba. Así que no le quedó de otra más que volver al "dulce hogar", si es que ahora podía llamarlo así, a sentarse en el sofá viendo los programas basura o los dibujos animados.

Todo le recordaba a ella. Nunca pensó que esa situación pudiese ser tan insufrible, pero bien era cierto que al convivir día tras día, y año tras año, con una persona hace que cada día la necesites más. Y, lógicamente, cuando esa persona falta de repente es como si el mundo se desmoronase. No obstante, por mucho que le afectase aquello, en parte estaba contento, porque su novia había comenzado a cumplir su sueño.

La cena casi se le atragantó del disgusto que sentía al comer solo en aquella mesa, que le pareció enorme estando él solo frente a ella. Después de cenar, de nuevo se refugió en la televisión, esperando que le entrase el sueño rápido para acabar con ese doloroso día. Tumbado sobre el sillón, comiendo galletas y mirando distraido la pantalla del televisor, sin prestarle atención absolutamente a nada de lo que emitía la caja tonta, contaba mentalmente los días que faltaban para poder verla. Aunque realmente no sabía el día exacto, lo cual hacía que se angustiase más.

De pronto, algo lo asustó: el sillón comenzó a vibrar. No tardó en escucharse también una música, pero una especial, un tema cantado por Aya. Lo cual significaba que era ella la que estaba llamando. El tono, por desgracia, no duraba mucho, por lo que si no lo cogía rápido la llamada se cortaría. Rebuscó como un loco en el dichoso sofá hasta que encontró el aparato. Rápidamente lo cogió, sin darse cuenta de que aún masticaba las galletas.

- ¿Figa?

Masticó más rápido y tragó mientras esperaba ansioso escuchar su voz.

- Vamos, vamos, cógelo - susurraba al télefono, o más bien a sus pitidos pues aún no lo cogía nadie.
- ¿Figa?

El corazón le dio un vuelco. ¡Lo había cogido! Una sonrisa estúpida se le dibujó en el rostro cuando escuchó su voz, y se había quedado tan entusiasmada que casi se le olvidó responderle.

- ¡Ta-kun! - dijo, eufórica - ¡M-menos mal que lo has cogido! Espero no haberte despertado, la verdad es que no me acostumbro a eso del cambio horario... - confesó, sacando ligeramente la lengua - Bueno...¿cómo estás?

- ¡Ta-kun! - con tan sólo haber escuchado aquello se le aceleró el corazón.

Tragó las galletas enseguida y se sentó sobre el sofá, apoyando sus codos sobre sus rodillas. Sonreía al tiempo que escuchaba a Aya hablar, sintiendo por un momento que estaban en el mismo país, que sólo llamaba para decir que volvería un poco tarde a casa. No tardó en bajar de las nubes, al escuchar aquello del cambio horario. Ella no estaba allí, sino en Venecia.

- Tranquila, no estaba durmiendo. - Como si pudiera... - Bien, estoy... Bien. ¿Y tú?

Te echo de menos. Cuanto los días para que vuelvas. La casa me parece enorme y vacía sin tí... y demás comentarios se los guardó, pues sabía que podrían hacerles daño más que otra cosa.

Menos mal que no lo había cogido durmiendo. O tal vez sí y él la había engañado para no preocuparla, como solía hacer a veces. Ante la idea Aya esbozó una sonrisa nostálgica en sus labios, mientras dejaba escapar un ligero suspiro, apoyando sus codos sobre la barandilla.

- Bien, estoy... Bien. ¿Y tú?
- ¿Yo?

No podía decirle que lo echaba muchísimo de menos ni que se estaba muriendo con su ausencia, o terminaría haciendo que su novio se sintiese mal. Por otro lado le incomodaba no decirle esta verdad que la recorría por dentro día y noche... sobre todo noche.

- ¡Bien como siempre! - respondió finalmente, sintiendo que no estaba siendo demasiado sincera con él ni con ella misma - El resto vendrá dentro de un par de días y estoy aprovechando para cometer actos vandálicos sin que los consideren mis cómplices - bromeó, riendo.

Sin embargo el gesto le pareció amargo incluso a ella, porque no se estaba correspondiendo con cómo se sentía realmente. Suspiró y poco a poco aquella sonrisa fue disminuyendo hasta desaparecer. Por suerte Takumi no podía ver ese cambio de expresión.

- En realidad... todo es genial, pero sin tí... creo que no disfruto tanto - añadió con un tono más apagado - Te echo de menos.

Rió ligeramente ante la broma de Aya, pero la risa apenas duró unos segundos, volviendo a adoptar la expresión seria que llevaba persiguiéndole desde que se había ido ella. Pudo notar que ella no sonreía por el tono de su voz, entre nosltálgico y entristecido, pero mentiría si no sintió algo de alegría cuando escuchó ese "te echo de menos". Más bien, fue una situación amarga y un tanto incómoda; se alegraba de que lo extrañara, pero al mismo tiempo se sentía culpable por ello, además de por pensar en la egoísta estupidez de pedirle que regresara a su lado. Negó con la cabeza.

- Yo también te echo de menos. La casa parece una mansión sin tí. En serio, ya no sé ni dónde están las cosas. - rió levemente.

Medio en serio, medio en broma, se sinceraba con ella y se liberaba de esa tensión. Sí, la echaba de menos. Sí, quería que volviera cuanto antes a su casa. Pero por nada del mundo sería él la persona que le arrebatara su sueño. Y esperaba que nadie pudiera hacerlo.

- Yo también te echo de menos. La casa parece una mansión sin tí. En serio, ya no sé ni dónde están las cosas.

Había hecho ese comentario con una risilla, que Aya siguió, aunque sabía perfectamente que lo hacía para quitarle importancia al asunto, tal y como habría hecho ella. No pudo evitar suspirar nuevamente, como si así el viento pudiese llevarse el pesar que la embriagaba por dentro, y ahora también por fuera.

- Yo creo que le dibujaré tu cara a la almohada, porque no puedo dormir sin estar abrazada a tí - confesó, también con gracia para seguir con aquel extraño juego.

Luego se quedó en silencio, contemplando el reflejo de la luna en el agua, que lo difuminaba a causa del movimiento de la corriente. Sintió frío, pero no porque las temperaturas estuviesen bajas, si no más bien porque anhelaba un abrazo de su novio.

- ¿Sigue la huelga? - preguntó entonces, por cambiar de tema a algo menos triste.

Iba a responder algo después de que contestase Aya, pero optó por guardárselo; no era cuestión de seguir con aquello de decir cuánto se extrañaban el uno al otro, hacía parecer que estaban mucho más lejos aún de lo que ya estaban y provocaba que la añorase más. Así que agradeció que la chica cambiara de tema.

- Sí, hoy me levanté temprano para nada. - respondió.

Aunque tampoco es que hubiese podido dormir...

- Se comenta que seguirá así una semana más. Lo malo es que no cobro esos días que no trabajo, lo cual no me hace nada de gracia.

No era él el que estaba en huelga, ni siquiera parte del profesorado, sino el personal no docente, pero allí pagaban justos por pecadores.

- Sí, hoy me levanté temprano para nada.

Aya se mordió el labio evitando reír ligeramente. Si bien su novio era muy serio en su trabajo, ella sabía de las veces que le costaba levantarse pronto. Bueno, la mayoría de las veces era por su culpa, pues casi lo obligaba a remolonear un poco más para que le hiciera algunos mimos.

- Se comenta que seguirá así una semana más. Lo malo es que no cobro esos días que no trabajo, lo cual no me hace nada de gracia.
- ¿Enserio?

Donde su novio había visto un problema, ella había visto la oportunidad de oro. ¿Una semana o más de huelga? ¡Si no trabajaba en ese tiempo podía perfectamente viajar hasta Venecia! ¡Y estarían juntos! ¡Y viajarían en góndola! Si el destino o el karma existía, en ese momento Aya le habría besado los pies, el culo, o lo que fuese...

- ¡V-vente! - dijo precipitadamente por los nervios y la emoción, casi ni se le entendía - ¡Ven aquí, conmigo!

Aquella proposición que le hizo Aya hizo que su corazón latiese mucho más deprisa, que su respiración se cortase durante unos segundos y que ello fuera fruto de una alegría que lo invadió completamente. Estuvo a punto de responderle que sí, que mañana mismo cogía el primer avión a Venecia, pero algo dentro de él se lo impidió. Aya iba a estar trabajando allí, con lo que podría desconcentrarla o acaparar demasiado su atención, y ésto último era algo que sabía que ocurriría, ya fuera involuntariamente o no.

- Ya estoy allí contigo, Aya. - fue su respuesta.

Estaba con ella sí, pero figuradamente, en su pensamiento, en su corazón. Le dolió decir aquello, pero no quería estorbar o entorpecerla en su cometido.

- No quiero interferir o molestar. Si por mí fuera iría mañana mismo y lo sabes, pero tú tienes que trabajar y no quiero ser un estorbo. - le dijo.

Egoístamente deseaba que le dijese que no iba a molestar, que quería que viajara junto a ella a toda costa. Lo cual, de suceder, haría que se sintiese culpable... Aunque también muy feliz.

- Ya estoy allí contigo, Aya.
- ¿Q-qué?

Aya sintió que se le encogía el corazón. No podía haberlo dicho enserio. No podía estar insinuando lo que ella creía que estaba insinuando. ¿Es que acaso no quería ir hasta Venecia para que estuviesen juntos? La simple idea dejó a la joven sin palabras, y hundió su rostro en la mano que le quedaba libre.

- No quiero interferir o molestar. Si por mí fuera iría mañana mismo y lo sabes, pero tú tienes que trabajar y no quiero ser un estorbo.
- P-pero, ¿tú te estás oyendo? - exclamó, algo molesta - ¿Cómo puedes pensar que resultarías un estorbo para mí? ¿Te has vuelto loco? Sin duda mi ausencia te ha trastocado la mente, vas a tener que venir aquí para que pueda arreglártela - añadió, aún con el tono serio pero con una broma evidente.

Pero qué idiota era Takumi a veces. Tal y como se sentía ahora, Aya era capaz de dejar todo atrás con tal de estar otra vez entre sus brazos y sentirlo junto a ella. Por eso le había dolido que le dijese eso, aunque por supuesto lo comprendía perfectamente. Sin embargo no iba a permitir que su novio se quedase en Japón.

- Así que ya sabes, quiero abrazarte mañana - dijo de forma infantil.

- P-pero, ¿tú te estás oyendo? - replicó.

Por su tono de voz dedujo que se había molestado, lo cual le hizo sentir mal. Aunque, ¿Qué había dicho que pudiese molestarla? Estaba a punto de averiguarlo.

- ¿Cómo puedes pensar que resultarías un estorbo para mí? ¿Te has vuelto loco? Sin duda mi ausencia te ha trastocado la mente, vas a tener que venir aquí para que pueda arreglártela

Rió ligeramente; por lo visto no se había molestado tanto, a juzgar por ese cierto toque bromista de su frase. Se alegró por ello, pero más se alegró por lo que le dijo. No fue tan egoísta entonces al desear que Aya le contradijera, pues le había dejado claro que se equivocaba.

- Así que ya sabes, quiero abrazarte mañana. - le dijo de forma infantil.

Eso le hizo reír, pero también le contagió el sentirse como un niño en ese momento. Pero se ahorró el contestarle de la misma forma para no quedar como un imbécil ni dañar su propia autoestima.

- Te quiero. - fue lo primero que le salió - Cogeré el primer vuelo de la mañana. - añadió, con un tono cargado de ternura.

La risa de Takumi sonaba bien diferente escuchada desde el otro lado del teléfono, pero a pesar de todo sus efectos seguían siendo los mismos. La joven no pudo evitar sonreír, en armonía con la alegría que se había apoderado de ella. Aún no había confirmado nada, pero a pesar de que él era el telépata, a veces a ella no le costaba mucho averiguar lo que se le pasaba por la mente.

- Te quiero - escuchó, y eso si que no se lo esperaba - Cogeré el primer vuelo de la mañana.
- Y-yo también te quiero... - respondió ella a su vez.

En ese instante pensó que seguramente el mañana se le haría eterno. Y qué mal lo pasaría cuando al cabo de la semana Takumi tuviese que irse otra vez a Japón, lo que quería decir que iban a estar otra vez separados. Le habría gustado decirle que se quedase allí con ella, y estaba convencida de que no le costaría hacer que Adrian aceptase. Sin embargo, no podía ser tan egoísta como para pedirle a su novio que abandonase su vida y su trabajo, por estar de un lado para otro con una panda de músicos locos.

- ¿Me mandas un mensaje con la hora de salida? ¡Iré a buscarte al aeropuerto! - añadió, emocionada.

Sonreía, aunque ella no pudiera verlo, sonreía como nunca. Quizá podía notarlo por el tono de su voz, dicen que se puede adivinar el estado de ánimo de una persona a través de una conversación telefónica.

- Claro. - respondió - Si estás ocupada no hace falta que vengas a buscarme. Me dices el hotel en el que estás y listo. - añadió.

Tal vez tuviera que ensayar, lo cual era más que probable, con lo que sería mejor dejarla trabajar.

- Claro. Si estás ocupada no hace falta que vengas a buscarme. Me dices el hotel en el que estás y listo. - respondió.
- ¡Iré yo! - saltó sobre la marcha - Puedo ir, ¡te lo juro! - añadió, siguiendo con ese tono infantil.

Además, no se estaba escaqueando. Ella estaba sola allí, y los chicos en Roma. Todos, incluso Adrian, llegarían dentro de un par de días. Aunque, ahora que lo pensaba: ¿cuándo, exactamente? Bueno, podía llamar a Katsumi en cuanto recogiese a Takumi en el aeropuerto para cerciorarse.

- Entonces, ¿nos vemos mañana? ¡Acuérdate de mandarme el mensaje! Que si no me quedo dormida, ya me conoces... - suspiró.

Era fantástico. No podía creer que después de todo sí que iba a poder disfrutar de la compañía de su novio allí, en Venecia. Casi sintió pena por él, porque no le iba a dejar solo ni quieto ni un sólo segundo.

- Y ahora es el momento de la conversación en la que me da palo colgar - rió.

Rió ligeramente al escuchar cómo Aya insistía en ir a recogerle al aeropuerto, utilizando ese tono infantil tan característico suyo. Justo cuando iba a responderle, ella volvió a hablar.

- Entonces, ¿nos vemos mañana? ¡Acuérdate de mandarme el mensaje! Que si no me quedo dormida, ya me conoces...

Sí que la conocía, sí: perezosa a más no poder. Cada mañana tenía que luchar para que se levantara de la cama... Aunque tampoco se quejaba demasiado, pues adoraba los mimos que surgían cada día nada más abrir los ojos. A pesar de que muchos días llegaba tarde al trabajo a causa de ésto, esos mimos no los cambiaba por nada del mundo. Bueno, a Aya no la cambiaba por nada del mundo.

De nuevo, volvió a escuchar su voz antes de poder articular palabra.

- Y ahora es el momento de la conversación en la que me da palo colgar. - le dijo, para comenzar a reír después.

Rió él también. Se recostó sobre el sofá, quedando boca arriba sobre éste.

- No te preocupes, mañana te mando el mensaje... O mejor te llamo, porque tú eres una marmota. - volvió a reír, aunque esta vez más levemente - Ni que fuéramos quinceañeros... Anda, cuelga. - dijo luego, contradiciéndose totalmente.

Sí, a él también le daba cosa colgar, pero quedaría como todo un adulto diciendo aquello.

- No te preocupes, mañana te mando el mensaje... O mejor te llamo, porque tú eres una marmota - dijo el joven entre risas.
- ¡O-oye! -gruñó ella, haciéndose la ofendida cuando e realidad le había hecho gracia el comentario.
- Ni que fuéramos quinceañeros... Anda, cuelga.

Aya esbozó una sonrisa divertida. Sí, la verdad es que esa había sido una comparación muy acertada. Pero, ¿qué iba a hacer si le echaba tanto de menos que no quería dejar de escuchar su voz? Por lo menos ahora le quedaba el consuelo de que lo vería mañana. Había sucedido todo increíblemente rápido, pero sin duda el giro de los acontecimientos había sido perfecto.

Aunque, ahora que lo pensaba... ¡¿por qué no colgaba él?!

- Vale, ¡pero la próxima vez cuelgas tú, ¿eh?! - bromeó - Te quiero mucho, Ta-kun. ¡Nos vemos mañana! ¡Buen viaje!

Cerró la tapa del teléfono, de modo que la llamada se colgó inmediatamente. Suspiró, pero esta vez era de completa felicidad. No podía borrar la estúpida sonrisa de su rostro, aunque tampoco es que quisiera. Se quedó un rato más mirando las aguas del canal, emocionada ante la perspectiva de tener a Takumi junto a ella, antes de volver al hotel para dormir. Le convenía, si no quería llegar tarde al aeropuerto al día siguiente.

Rió ligeramente con aquello de "la próxima vez cuelgas tú". Realmente sí que parecían adolescentes de quince años, él el primero.

- Gracias. Yo también te quiero, amor. - le respondió.

Seguidamente, lo que escuchó fue el sonido del teléfono comunicando, señal de que Aya había colgado. Cerró el la tapa de su celular y se quedó un rato boca arriba, pensando. Aún no se creía del todo que al día siguiente fueran a estar juntos. Recogió un poco la sala y se dispuso a dormir, para estar lo más despejado posible al día siguiente para su novia.