Es hora de que nos contemos todo [30 de Abril, 1:00 de la mañana]

Dejé a Sez sentarse en el sillón y entonces me puse un pelín serio.

-¿Qué ha pasado, Sez? Creo que ha llegado el momento de que nos contemos todo, ¿no crees? La vida de mucha gente está en juego.

Comencé a dar paseos a la vez que hablaba, estaba algo nervioso y no sabía si Sez iba a querer hablar. No podía parar de moverme, casi morimos y no podía quitármelo de la cabeza, ¿y cómo había sabido que Alicia llegaba sin haberla visto? Algo no me cuadraba solo esperaba que me lo contara entre todo lo que me tenía que contar, luego seguiría yo, a no ser que quisiera que yo hablara primero.

Lo siguiente que recordaba era que, de repente, estaba en casa de Fabrizzo. Recordaba que se había sentado en el sofá pero no cómo había llegado allí. Obviamente, la respuesta era que Fabrizzo había utilizado su poder, pero lo que no recordaba eran los diálogos que había oído mientras estaba ausente. Tratando de recordarlos estaba cuando el italiano le habló mientras daba vueltas por el salón. ¿Contarle todo? ¿Y por dónde empezar? ¿Y cómo podría concentrarse en recordar todos los detalles cuando tenía la imagen de su padre frente a ella clavada en su mente?

- Estaba allí... ¿Por qué? - murmuró.

Seguía consternada, sin duda. Sólo podía darle vueltas y más vueltas al asunto, sin comprenderlo, sintiéndose totalmente impotente y, además, engañada. ¿Su maestro no sabía nada de aquello? Si convivía con su padre, lo lógico era que lo vigilase, supiese sus movimientos... Con lo que sólo se le ocurría la opción de que su propio maestro, quien la había apoyado en su decisión desde hace años, fuera cómplice de su padre. Aquella idea no le gustaba nada, algo que reflejó apretando sus puños con fuerza.

Estaba realmente bloqueada, parecía no escuchar, y lo único que dijo fue.

-Estaba allí... ¿Por qué?

Pero si no sabía a quien se refería poco podía responderle, me preocupaba, Sez era de esas chicas que siempre tenía todo bajo control, salvo cuando va a morir claro, pero eso como todo el mundo y ahora parecía totalmente consternada, nada bueno le había pasado... solo sé que había sido alguien, ¿a qué personas teme Sez? Solo a la Agencia... pero cuando les ve toma ese gesto tan serio como con Alicia, así que de la Agencia no era... era estúpido que los dos nos comiéramos la cabeza sin siquiera poder pensar claramente, había sido un día duro... entonces supe de alguien que había estado en esa terraza y que podría saber quien era...

Me marché del cuarto para dejar a Sez a solas y llamé a Toño, le dejé espiando el balcón por si ocurría algo pero gracias a Dios todo salió medianamente bien.

-Toño... ¿sigues en la fiesta?... sí, he vuelto a casa porque Sez no está muy bien... ajam... cuando me llevé al chico al baño, ¿quien apareció? ¿Un hombre rubio... y dices que se llevó a Alicia justo cuando iba a usar su piedra para matar a Sez? -¿Rubio? pensé para mis adentros- ¿sabes quien era, Toño? ...entiendo... muchas gracias... sigue en la fiesta cuidando de Julieta, es la única que puede ayudarnos en estos momentos... como muera... te mato yo a ti... suerte.

Entonces me dio una idea...

-¿Un hombre rubio, como Sez, que no se imaginaba que estuviera allí?, ¿ese hombre es... su padre? Todo encaja... pero, ¿por qué estaría con Alicia y por qué salvaría a Sez? Bueno, eso está claro... es su hija... aunque Sez es joven y vive sola... no me entra en la cabeza...

Volví a hacer una llamada, esta vez a la central.

-¿Rosa? Necesito un favor... sí... búscame todo lo que sepas del padre de Sez Argonar... ajam... no, no tengo ni idea de como se llama, pero algo encontrarás, no creo que haya muchos ricos griegos que se apelliden Argonar... gracias, Rosa... en cuanto tengas los resultados llámame...

Colgué y me puse a pensar... su padre... lo único que me cuadra es que sea de la Agencia también, pero eso... Sez... ¿por qué mandaría a matar a su propia hija? No tiene sentido... El padre de Julieta, el padre de Sez... me pregunto quien más liderará esa agencia... Ariadna... quizás... ¿qué perseguirán? Supongo que hacerse con las piedras para ser los amos del mundo o algo así... pero ni el objetivo de ellos ni el de Sez debe realizarse... ¿y solo yo debo impedirlo? Quizá es hora de contárselo... aunque está tan... en fin... no queda otra...

Volví a entrar en el cuarto y vi que Sez estaba de la misma forma que la dejé, era preocupante, me acerqué y me agaché para tener contacto visual con ella, quizá así prestara más atención.

-Sez... tenemos que hablar, en serio... esto ya se está escapando de nuestras manos... ni siquiera nuestras piedras pueden hacer esto solo... -suspiré y proseguí-. Hay... hay algo que debes saber... después de que desapareciera tras el incidente de Alicia... fui a buscar información... sobre las piedras... encontré su origen... y encontré su significado... aunque solo era una teoría de un sabio chino... no significa que sea verdad, pero debemos tener cuidado... -volví a suspirar, me estaba costando-. Las piedras... las piedras... las piedras representan a su homólogo real... eso significa que las piedras no es que controlen el poder... es que son el poder... te lo explicaré para que lo entiendas... si destruyes una piedra... destruyes lo que representa... si destruyeras por ejemplo la piedra del fuego, el fuego dejaría de existir y si destruyeras la del agua... el agua dejaría de... bueno, no me repito... creo que ya lo has entendido...

Ahora solo me quedaba esperar su reacción.

No se percató de que el italiano se había marchado, pues seguía inmersa en sus pensamientos. Ni siquiera pestañeó cuando vio el rostro de Fabrizzo enfrente suya. Clavó sus ojos en los suyos mientras le escuchaba, aunque le costaba prestarle atención por lo que repetía mentalmente sus palabras para sustituir sus pensamientos y lograr entenderle.

¿Que las piedras representaban a sus homólogos reales? ¿De dónde había sacado esa teoría? Era absurda... Aunque logró inquietarla, ciertamente. Pero, ¿cómo sabía que no le estaba diciendo aquello para cambiar su forma de pensar y lograr quitársela de encima? A juzgar por sus ojos, su mirada y su semblante anormalmente serio, juraría que no mentía; pero ya sabemos que Sez es muy testaruda y desconfiada.

- Mientras haya madera o piedras, mientras hayan nubes, habrá fuego y agua. - dijo sin dejar de mirarle.

Seguía consternada aún, por lo que su tono de voz fue totalmente neutral.

- Además, ¿cómo sé que no me estás diciendo eso para que abandone mi propósito?

-Mientras haya madera o piedras, mientras hayan nubes, habrá fuego y agua.

No era tan fácil, aunque no comprendí bien lo que quiso decir.

-Además, ¿cómo sé que no me estás diciendo eso para que abandone mi propósito?

-Está bien, es mentira... ¿sabes? mi piedra representa el espacio, es decir todo lo que nos rodea -me la quité y el pelo me volvió negro y los ojos también- y eso significa que si la destruyes y no pasa nada es que mi teoría es falsa, pero si la destruyes y todos nos comprimimos o nos esparcimos, o lo que viene a ser el fin del mundo, entonces tendrás que darme la razón aunque sea en el cielo, ¿ok? Ya sabes como destruirla, para el tiempo y golpéala todas las veces que puedas...

Dejé mi piedra encima de la mesilla al lado del sillón y alcancé una estatuilla que tenía encima de la mesa.

-Golpéala con todas tus ganas y reza porque mi teoría no sea verdad... confío en la decisión que tomarás porque...

Dicho así sonaba bastante inquietante... Si Fabrizzo tenía razón, destruir las piedras definitivamente era una mala e incorrecta decisión. Por su manera de hablar y su serio semblante parecía que hablaba totalmente en serio. Además, volvió a ofrecerle romper su piedra, quitándosela y dejándola sobre la mesa. Le cedió una estatuilla de piedra supuestamente para que golpeara y rompiera la piedra. Obviamente no lo pensaba hacer, las consecuencias podrían ser catastróficas de ser cierta aquella teoría. Sin embargo, la última parte la intrigó.

- ¿Porque...? - le dijo, esperando a que continuara.

Se levantó del sillón y posó una mano sobre la estatuilla, aunque sin cogerla, tan sólo para ver si el italiano se ponía nervioso al pensar que de verdad iba a golpear la piedra.

Parecía que se lo estaba tomando en serio hasta que se me escapó sin querer un porque...

-¿Porque...? -dijo, como si quisiera que continuara, para séguidamente levantarse y poner su mano sobre la estatuilla.

-¿Qué más da...? Si el mundo se acaba de nada servirá que te diga lo que tengo que decirte, si sobrevivimos te lo digo...

Ya no sabía si de verdad iba a destruir la piedra o si no, pero poco me importaba, si fuera otra persona la que intentara destruir el mundo le intentaría parar, pero a ella... a ella no podía pararla... si había decidido descubrir por sí misma si la teoría era cierta, yo no era quien para impedirla el Fin del mundo.

Demasiada responsabilidad para ella... ¿Y si el italiano tenía razón y el mundo que conocían dejaba de existir? Pensar en el hecho de que también cabía la posibilidad de que estuviera en un error no la compensaba; el sentimiento de culpa que sentía de sólo imaginarse rompiendo la piedra y acabando con el Mundo tenía mucho más peso.

- Te daré un voto de confianza. - le dijo.

Apartó la mano de la estatuilla y volvió a sentarse en el sofá. Se llevó ambas manos a la cabeza y suspiró; demasiadas emociones aquella noche...

-Te daré un voto de confianza.

Me alivió un poco que dijera eso y se sentara en el sillón, aunque no hubiéramos llegado a decirnos nada... se supone que teníamos que contarnos todo y voy y pongo una excusa tonta, espero que ella no haga lo mismo.

-Creo que te toca contar a ti... no es justo que yo haya hablado y tú te calles, aunque si quieres saber más solo tienes que preguntar.

Me senté en el sofá al lado de ella, pensé que esa confianza que me había dado le ayudaría a sentirse mejor, esos suspiros de niña pequeña no eran normales.

Hora de contarlo todo... ¿Por dónde empezar? En su mente ahora mismo sólo estaba el último y sorprendente acontecimiento que acababa de vivir, por lo que no podía concentrarse en nada más.

- Mi... Mi padre estaba en la fiesta... - comenzó.

Todavía le costaba creerlo, o más bien se negaba a ello. Estaba casi convencida de que aquello había sido un sueño o una alucinación. Casi, pues sabía que la realidad era otra muy distinta: su padre sí que había estado en aquella fiesta.

- Conocía a Alicica, lo cual hace que sospeche que está involucrado en la Agencia.

Se echó hacia adelante, apoyando sus codos sobre sus rodillas y posando su cabeza con las dos manos, frotándose la sien con éstas. Le dolía la cabeza de la conmoción y de tanto pensar.

-Mi... Mi padre estaba en la fiesta...

Así que estaba en lo cierto... que poco me gustaba tener razón cuando significaba el mal para Sez, pero ¿qué se le va a hacer?

-Conocía a Alicia, lo cual hace que sospeche que está involucrado en la Agencia.

Sin embargo, jamás había visto a Sez con su padre, de hecho Sez era joven, no debía tener más de 20 años, ¿por qué no vivía con sus padres? A mí... mis padres murieron y me tocó heredar todo el imperio mafioso... pero ella... si estaban vivos, ¿por qué no vivía con ellos? Yo... a mi madre la quería mucho y mi padre... aunque fuera un parásito de la sociedad, me trataba bien y también nos queríamos... me hubiese encantado seguir viviendo con ellos... así que significaba que algo pasaba entre Sez y sus padres aunque no quería involucrarme en ello... la había pedido que me contara todo, pero no me refería a cosas personales...

No sabía que decir... no sabía que decirla para que se sintiera mejor... "Tranquila, seguro que fue una coincidencia" o "Seguro que le están usando" pero serían todo mentiras, ánimos estúpidos que no resolverían nada... no sabía como solucionar aquello... en ese momento deseé ponerme la piedra e ir a buscarle para ponerle delante de su hija y que se contaran todo... pero ni sabía donde estaba... ni era una buena idea... el único sonido que podía emitir era el de mis respiración... no podía resolver nada y no era buena idea cambiar de tema...

Pensando en ello me di cuenta las relaciones que había, gente rica de Europa que conocía la existencia de las piedras, eso era la Agencia: Grecia, Italia... quizá ya sabía como seguir la conversación.

-¿Sabes...? Mi padre también pertenecía a esa Agencia... no me extrañaría descubrir que lo mataron ellos cuando decidió usar la piedra para sus propios propósitos... lo que quiero decir es... que si mi padre se deshizo de su control quizá tu padre también lo haga o... simplemente sea un topo...

Eran ánimos, pero como no sabía si era verdad o mentira, podía decirlos sin tener miedo a mentirla, solo eran esperanzas... tenía que darla esperanzas de que aún había vuelta atrás... entonces como un acto reflejo puse mi mano sobre su hombro.

-Todo se solucionará, ¿vale? Me tienes a mí, ¿no? Así sabes que todo tendrá éxito... Yo nunca fallo -dije con una gran sonrisa intentando animarla.

Lamentablemente, las palabras del italiano no lograron el efecto que él esperaba, el de animarla. Incluso le añadió piezas al rompecabezas: ¿sería su padre realmente un topo o estaría realmente involucrado con la Agencia? Demasiadas preguntas sin respuesta, demasiados pensamientos confusos.

De pronto, sintió una leve presión en el hombro que hizo que apartase sus manos de la sien y girara ligeramente la cabeza para encontrarse con la mano de Fabrizzo sobre éste. Miró primero a su mano y luego a él mientras hablaba. Sus palabras no es que apartaran las nubes sobre su cabeza, pero sí que lograron que vislumbrara un leve rayo de sol.

- Egocéntrico... - le dijo con el ceño fruncido.

Sin embargo, al apartar la vista hacia el frente pudo verse una leve sonrisa dibujada en sus labios.

-Egocéntrico... -fue lo único que la conseguí sacar mientras sonreía, al menos hacerla sonreir era un principio para hacerla que deje de pensar.

-¿Acaso estás muerta o lo estoy yo? No, ¿verdad? Eso significa que soy un crack y que soy lo suficientemente bueno para protegerte a ti y sobrevivir yo, además, ¿quien ha sido tu ángel de la guardia hasta ahora? Deberías saber que los ángeles de la guarda no se cambian así como así, así que hasta que a mí no me pase nada seguiré siéndolo... te guste o no... y ahora, ¿qué te parece si duermes un poco? Yo tengo trabajo que hacer así que me quedaré en mi despacho haciendo unas cosas...

Recogí mi collar y le guiñé un ojo a Sez para seguidamente salir de la habitación de nuevo al despacho, a ver si habían descubierto algo Rosa o Toño.

Su ángel de la guarda... Sí, en parte era cierto que Fabrizzo había sido tal cosa para ella, aunque no hubiese sido precisamente Sez la que lo hubiese pedido y a pesar de que en ocasiones deseaba que no lo fuera. Pero, por mucho que ella pudiese cuidarse sola, el italiano no se había separado de ella. Bien podría ser por su propio interés, pero aún así... Con las veces que lo había mandado a freír espárragos y él seguía empeñado en protegerla... Eso, por mucho interés que se tenga, no lo aguanta cualquiera.

Sez no dijo nada, tan sólo asintió levemente con la cabeza mientras Fabrizzo se levantaba tras coger su piedra y haberle guiñado un ojo. Una vez el italiano salió de la habitación, la chica se recostó sobre el sofá, no sin antes quitarse aquellos zapatos, apoyando su cabeza sobre uno de los cojines. Cerró los ojos y procuró dormirse.

Pasé la noche en vela, primero en mi despacho removiendo informes pensando que algo se me había pasado por alto, y luego cuando me cansé me fui al salón a velar por Sez y oirla dormir, ya casi no se pasaban pensamientos por mi cabeza, era como si estuviera durmiendo despierto, así se pasó la noche hasta que llegó el amanecer y los primeros rayos de sol entraron por la ventana haciendo despertar a Sez, momento que aproveché para acercarme con el desayuno que la acababa de preparar.

-Buenos días, bella durmiente... ¿qué tal has dormido? Te traigo el desayuno para que comiences un buen día lleno de vitaminas e hidratos de carbono.

Entonces me senté en uno de los brazales del sillón para descansar, me dolían un poco las piernas de pasar media noche de pie.

-Me ha costado mucho hacerlo, comételo todo, ¿eh?

Cuando Sez abrió los ojos de nuevo ya había amanecido, pues sentía los rayos del sol que traspasaban la ventana sobre su piel. Lo primero que vio, además de la claridad que entraba por la ventana, fue una bandeja que contenía comida. Al mirar hacia arriba vio al italiano portando ésta entre sus manos, al tiempo que lo escuchaba. Fabrizzo se sentó en el brazal del sofá al tiempo que ella se incorporaba hasta quedar sentada para coger la bandeja y posarla sobre sus rodillas.

- Gracias...

Bebió un poco de zumo de naranja y luego mordió el croissant de crema, para posteriormente echar mermelada de fresa sobre las tortitas y partir un trozo. Se llevó éste a la boca, saboreando su exquisito sabor. Era cierto eso que se dice de que los italianos tienen buena mano para la cocina...

-Gracias...

Fue lo único que dijo tras ponerse a tragar como una loca, ¿quien diría que tenía ese cuerpo sin hacer dieta?

Al menos eso significaba que se sentía mejor, así que la dejé comiendo en el salón y me volví a dentro para volver a llamar a Rosa.

-¿Qué has averiguado, Rosa?

-Poco... no parece tener nada que esconder.

-¿Y no has averiguado si trabaja para esa Agencia?

-Si lo hace, lo oculta muy bien... está más limpio que la casa de mi madre.

-Entiendo... bueno... pues nada, búscame donde vive, iré yo mismo a hacerle una visita...

-Vale, jefe...

Espera...

-Vive en Atenas, en una mansión en las afueras del linde norte de la ciudad, es bien conocida la mansión porque está cerca de la playa y tiene su nombre.

-Muchas gracias, Rosa, recuérdame que te suba el sueldo.

-Gracias a ti, jefe.

Colgué y volví al salón para ver como Sez terminaba de desayunar.

Fabrizzo se fue del salón mientras ella comía. Se preguntaba qué estaría averiguando con tanto tesón... ¿Tal vez estaría investigando a su padre? Si era así, quería estar al corriente de todo lo que descubriera. Cuando sólo le quedaba una tortita en el plato y mitad del zumo de naranja, el italiano volvió al salón.

- ¿Has averiguado algo? - le preguntó.

Bebió un poco más de zumo y partió un trozo de la tortita, para a continuación comerlo. Aquello estaba realmente bueno, ciertamente.

Cuando volví al salón, Sez estaba terminando de desayunar cuando me hizo una pregunta un poco... embarazosa.

-¿Has averiguado algo?

-¡¿Averiguado?! No estaba investigando nada... -dije quedándome un poco rojo, no quería decirla que estaba espiando a su padre cuando la había dicho para calmarla que solo era un topo, aunque era algo contradictorio cuando hace a penas 9 horas la dije que no debíamos ocultarnos nada.

Me posé en la puerta intentando evitar su mirada, mis ojos hablaban demasiado por sí solos y no quería que me encontrara.

-Toño me ha mandado un mensaje diciendo que algo pasó en la fiesta, pero no tiene nada que ver con tu padre y le pedí a Rosa que investigara pero está más limpio que tú y yo juntos, así que no tengo mucho que decir, quizá... quizá deberíamos infiltrarnos en tu... en su casa... yo te llevo y tú allí paras el tiempo mientras investigas y luego salimos sin que nos hayan visto... pero solo si tu quieres, claro.

Sez miró al italiano enarcando una ceja. ¿Que no estaba averiguando nada? ¿Y entonces tanto entrar y salir del salón y tanta llamada por teléfono a qué venía? Estaba claro que le mentía, tanto porque eso era sospechoso como por el hecho de que evitaba mirarla a los ojos. En cualquier caso, no pudo decirle nada pues pronto comenzó a hablar.

¿Que su padre estaba limpio? Ya, ¿y qué más? ¿Hacía obras de caridad? Él no estaba ahí por casualidad, y conocía a Alicia. Sabía que estaba detrás de todo aquello. Tenía que estarlo, no había otra explicación.

- Quizá... quizá deberíamos infiltrarnos en tu... en su casa... yo te llevo y tú allí paras el tiempo mientras investigas y luego salimos sin que nos hayan visto... pero solo si tu quieres, claro.

Aquella idea no le gustó nada... Pero debía admitir que no era del todo mala. Y, lo más importante, le ayudaría a conocer la verdad detrás de todo ese embrollo. Suspiró.

- Vale. Supongo que es la única manera de sacar algo en claro. - dijo con resignación.

Se terminó el desayuno y dejó la bandeja sobre la mesita que estaba frente al sofá.

- Estaba muy rico. Gracias. - le dijo.

De nuevo, siendo amable. Aunque, qué menos, habiendo hecho lo que hizo él por ella.

- Vale. Supongo que es la única manera de sacar algo en claro.

Supongo que por algunar razón que aún desconocía, no le gustaba mucho tener que entrar en esa casa y lo demostró con una voz poco amable. Después se terminó el desayuno como si hubiese sido una especie de orden a una niña pequeña y dejó la bandeja en la mesita.

- Estaba muy rico. Gracias.

-De nada... -me puse un poco rojo y luego la cogí ligeramente de la mano- ¡Aiba! Qué fallo... jejeje... ¿a dónde vamos?

El italiano la cogió de la mano con la intención teletransportarse. Ante su pregunta, Sez apartó su mano y negó con ambos brazos.

- Espera, espera. ¿Pretendes que me infiltre en mi casa llevando este vestido puesto y estando descalza? - preguntó, más retóricamente que otra cosa.

No podía ir vestida de esa guisa. Primero, porque esos tacones eran un arma mortal para sus pies. Segundo, porque llevando ese traje largo no podría moverse con facilidad.

- Tengo que cambiarme. - le dijo.

- Espera, espera. -me cortó en seco- ¿Pretendes que me infiltre en mi casa llevando este vestido puesto y estando descalza?

-Esto... - la he cagado...

- Tengo que cambiarme.

-Claro, perdona...

La volví a coger amablemente y me teletransporté con ella a su casa.

-Los nervios... que a veces me juegan malas pasadas... te espero aquí en el salón, no tardes...

Luego me senté en el sillón a esperar.

Volvió a cogerla de la mano y se teletransportaron a su casa. Nada más hacerlo, Sez observó detenidamente su casa al tiempo que escuchaba al italiano. Le dedicó una fugaz mirada y se dirigió a su habitación. Cerró la puerta con llave (aunque no es que eso sirviera de mucho con el italiano) y se vistió con ropa cómoda: pantalones negros, camisa negra de tres cuartos y botas cortas de color negro. También se colgó la piedra al cuello.

Una vez estuvo lista, salió de la habitación y llegó al salón, en el cual le esperaba Fabrizzo sentado en el sofá.

- Estoy lista. - le dijo.

Al cabo del rato apareció y me levanté del sillón como por arte de reflejos, cualquier cosa que se pusiera le quedaba increíble, luego moví la cabeza de un lado a otro para desatontarme y recuperé la noción.

-Bueno... necesito una foto o algún lugar importante reconocible cerca de la casa... de tus padres para que pueda ir... me muevo a la velocidad del pensamiento pero solo si sé a donde voy... no vaya a teletransportarme donde hay otra persona o algún coche y la armemos.