Find and eliminate [Fabrizzo]

[6 de Abril; 23:11 pm]

El sonido del agua cayendo era lo único que se escuchaba en aquel apartamento. Sez sentía el agua recorrer su cuerpo desnudo, proporcionándole un ligero masaje que la relajaba y hacía que cerrara sus ojos. Se podía ver un ligero humo blanco dentro de la ducha, a causa del agua caliente. Con ambas manos masajeaba sus cabellos, desprendiéndolos del jabón con el que los había lavado. Una vez su pelo estuvo limpio, pasó a limpiar su cuerpo pasando la suave esponja por éste. Cuando estuvo limpia, cerró la llave y abrió la puerta de la ducha, estirando su brazo izquierdo para coger la toalla que reposaba sobre el lavabo.

No tardó demasiado tiempo en secarse, enrollándose la toalla en el pelo y pasando a vestirse, no sin antes rociar su cuerpo de crema hidratante. Se vistió con su ropa de cama, que consistía únicamente en unas bragas negras y un fino camisón del mismo color. Peinó sus largos y rubios cabellos, aunque los dejó empapados. Seguramente los secaría al cabo de unas horas.

Salió del cuarto de baño, respirando la paz que reinaba en su casa. Sin embargo, algo en el aire la perturbó: demasiado frío. Al llegar al salón comprobó que la ventana estaba abierta... Ella no la había dejado así. Cuando se dio la vuelta, notando una presencia detrás suya, ya era tarde...

[PNJ: Alicia]


- Eres más astuta de lo que creía. - escuchó una voz femenina al tiempo que sentía un pinchazo en el cuello.

Sabía que le habían lanzado un dardo paralizante antes de que su cuerpo comenzara a bloquearse. El sedante no tardó ni dos segundos en hacer efecto, haciendo que cayese al suelo y dejándole a Sez la única opción de parpadear y mover los ojos. Una mujer esbelta, con cabellos largos y de color verde, caminaba lentamente hacia ella. Podía escuchar el sonido de sus tacones al golpear el suelo. La susodicha vestía de una manera demasiado exhuberante, contrastando el estilo atrevido con unas gafas redondas. Su rostro expresaba seriedad, aunque también cierta sorna.

- ¿De verdad creías que íbamos a permitir que cobraras tu recompensa sin haber cumplido tu objetivo? Necia...

Cumplí el objetivo. - fue lo que pensó, sin ser capaz de poder transmitírselo.

La mujer mostró entonces su arma, un enorme rifle de precisión. Pudo distinguir un destello verde en su cuello, proveniente de una piedra. Ignoraba que hubieran agentes que tuvieran una piedra maldita. La llevaba muy pegada al cuello, en un collar que consistía en un cordón fino de color negro. Se preguntaba qué poderes sobrehumanos le daría... O más bien, temía descubrirlos.

- Ojalá pudieras pedir un último deseo... O pronunciar tus últimas palabras. - una ligera sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios.

Apuntó con su rifle hacia ella, que permanecía tumbada en el suelo con las piernas ligeramente dobladas. Trasladó su dedo hasta el gatillo, comenzando a presionarlo muy poco a poco, como si quisiera disfrutar al máximo de aquel momento.

-¿Ya le habéis sacado? -dije tranquilamente a Toño.

-Sí, señor, está hecho una basura, pero le hemos bañado y puesto ropas para tu presencia.

El joven Toño me sorprendía cada vez más, empezaba a tomar decisiones propias que eran de mi agrado.

-Está bien, llévame ante él.

Como si mi propia empresa fuese un laberinto para mí, el joven Toño me llevó hasta la sala de interrogatorios y tortura donde estaba sentado y bastante desnutrido el tipo que capturé con tanta facilidad la otra vez, daba incluso lástima, pero era un capullo.

-Dejadme a solas.

Toño y las mujeres que lo cuidaban salieron de la sala dejándome a solas con el tipejo, entonces me senté relajadamente como si solo fuera un hobby, ya que el problema era de Sez y no mío, y me tomé unos segundos hasta que el hombre levantó los ojos y me miró.

-Vaya, tío... sacado de una película de terror, pareces un zombi con corbata.

Entonces me echó una mirada asesina en vano, puesto que estaba encadenado de pies y manos.

-Tú eres el que me llevó ahí abajo ¿verdad? En un abrir y cerrar de ojos, parece que eres uno de ellos.

¿Uno de ellos? Sorpresa, sorpresa... ¿con quien demonios se codea Sez?

-Prosigue... si agradas mis oidos con tus palabras, te daré una muerte rápida y digna.

Entonces el tipo sonrió.

-¿No sabes nada? Vaya, parece que estás al margen de la agencia.

¿Agencia? ¿De qué demonios hablaba ese tipo?

-Habla de una vez, no me gusta que me tengan en vilo.

El tipo se comenzó a reir, menudo payaso.

-¿Qué más da lo que te diga? A mí ya no me va a servir...

Habrá que cambiar de estrategia.

-Está bien... dime, ¿por qué te buscaba la griega?

-Es de la agencia, quiere matarme.

-Sí, eso ya lo sé. -Cada vez esto estaba poniéndome más nervioso. -la dije que te cogí yo y se fue.

Entonces el tipo empezó a reirse estrepidosamente, como si se hubiera vuelto loco.

-¿Qué te hace tanta gracia, payaso?

-La van a matar.

¿Matar? ¿De qué demonios habla este energúmeno?

-¿Y por qué iban a querer matarla?

El asunto me estaba conmoviendo.

-Porque yo sigo vivo.

Empezaba a tener sentido, a Sez la habían mandado a matar al tipejo este, como yo le mantengo vivo ella ha fallado la misión, ¿tan duros serán esos tipos?

-¿La van a matar por fracasar, es eso?

-¡Bingo! Esa agencia no se anda con chorradas...

-¡Bah! Pero Sez es distinta, ella...

-¿Piensas que por tener una piedra se salvará?

Mierda... este tipo sabe demasiado.

-No importa, los de la agencia tienen más de los tuyos, no les costará mandar a otro Stoner para matarla.

-¿Otro Stoner? ¿Qué demonios son esa agencia?

-Jajaja, si me dejaras libre, podría contarte cosas, lo de violar niñas y matar abuelitas es solo un hobby, ellos me quieren atrapar por saber demasido.

Cada vez todo tenía menos sentido, pero no podía dejar morir a Sez, no por mi culpa, miré el reloj... las 22:20, en Atenas sería una hora más.

-Te dejaré con vida por ahora, pero volveré para sacarte todo, entiéndeme que no puedo dejarte suelto, tendré que torturarte para que lo sueltes todo. Ahora tengo que hacer unas cosillas, pero... volveré.

Salí tranquilamente de la sala, como si mi tapadera sirviese, no quería darle a entender al tipejo que Sez me importaba, si querían matarla, tendrían que tener al sujeto localizado para saber que seguía vivo, si no Sez me matará por ir a verla tan tarde, bueno... sería una muerte bonita.

Me dirigí a mi despacho corriendo y abrí la caja fuerte con rapidez, abrí la caja donde estaba mi collar y me lo puse, haciendo que mi pelo se volviese rubio y mis ojos azules, luego di un rápido botonazo al megáfono.

-Chicos, me voy, no sé cuando volveré... mantened vivo al Zombi.

Terminado de decir eso me teletransporté a la habitación de Sez, si tenía que morir, al menos tenía que verla dormir.

Llegué en un instante, como siempre que lo usaba, pero en la habitación no había nadie, y la cama estaba hecha, entonces fue cuando oí a Sez bajar por las escaleras, salí despacito para que no me oyera, me asomé por las escaleras y me mantuve escuchando escondido, entonces algo me sorprendió, el sonido de un zumbido y luego un golpe seco. Alguien había caído al suelo, entonces oí una conversación, o más bien, un monólogo.

-Eres más astuta de lo que creía.

No era la voz de Sez, comencé a bajar lentamente los escalones, no quería que matasen a Sez por hacer ruido.

-¿De verdad creías que íbamos a permitir que cobraras tu recompensa sin haber cumplido tu objetivo? Necia...

Así que no era por fracasar... era porque cobraban por adelantado, entonces tienen al zombi pinchado... ¡Mierda! Eso significa que saben de mi existencia... ¡Joder! Soy invisible para el estado italiano y no para unos cafres... me cabreé y casi me olvido de la escenita de abajo.

-Ojalá pudieras pedir un último deseo... O pronunciar tus últimas palabras.

Mierda, va a matarla, no puedo permitirlo, bajé corriendo las escaleras y grité.

-¡Alto zorra!

Esperé a que me mirara y me apuntara a mí, entonces me teletransporté sin que pudiera darse ni cuenta a sus espaldas y le metí un golpe en el cuello dejándola inconsciente. Cayó al suelo con otro golpe seco y miré a Sez que se había quedado perpleja mirando la escena, sin embargo no supe que decir, había dejado bien claro esta mañana que me odiaba, además la querían matar por mi culpa, no tenía derecho ni a dirigirla la palabra, simplemente la cogí y la tumbé en el sillón, luego cogí una silla del salón y me teletransporté como si nada al almacén de mi empresa donde cogí unas cuerdas, volví a teletransportarme al salón de Sez y senté a la peliverde en una silla y la até bien atada, luego cogí el rifle y toqué a la peliverde y los teletransporté a mi despacho, cerré la puerta con llave y volví al apartamento de Sez a esperar a que el sedante pasara, quedándome sentado observándola.

[PNJ: Alicia]


Aquella voz sobresaltó a la peliverde, pues según le habían informado Sez vivía sola.

- ¿Pero q...? - no pudo proseguir.

El golpe en su cuello fue lo bastante contundente como para dejarla sin conocimiento al instante, cayendo al suelo. Por su parte, Sez tenía sus ojos abiertos de par en par, presa del asombro que había dominado su cuerpo. ¿Qué hacía Fabrizzio allí? ¿Cómo sabía que estaba en peligro? Y, lo más importante, ¿por qué había acudido a salvarla siendo una Stoner rival?

Pudo sentir los brazos del chico rodeándola y el leve aire que azotó su cuerpo al levantarla y caminar hasta el sofá, en el que la tumbó con suavidad. Seguidamente se teletransportó, volviendo, sin embargo, medio minuto después. Según parecía, había ido a buscar una cuerda, con la que ató a su asesina. Luego se teletransportó de nuevo, esta vez cargando con la mujer, volviendo a reaparecer en la habitación minutos después. Tomó asiento y se quedó frente a ella, mirándola, supuso que esperando a que se recuperara.

Intentó mover los brazos, pero fue inútil. Sin embargo, sí que podía entreabrir ligeramente la boca, aunque no era capaz de hablar aún. Intentaba con todas sus fuerzas moverse pero era en vano. De pronto, la asustó saber que estaba a merced del italiano; podría hacer con ella lo que quisiera de proponérselo. Ante esta aterradora idea, volvió a intentar mover sus extremidades, aunque sólo logró levantar un dedo. Parecía que el efecto del sedante se disipaba muy lentamente.

La verdad es que era una escena un tanto delicada, ella en braguitas, con esa camisetita formando su figura, no creo que fuese buena idea quedarme mirándola embobado y menos si ella estaba en plan momia y tampoco era del tipo de persona que se aprovechaba de esos momentos, tan... "raros", ¿quien nunca ha estado delante de una chica sedada? Vamos hombre... entonces se me ocurrió que lo mejor era dejarla dormir, además no creo que hablásemos de nada interesante. "Hombre, tú por aquí, cuanto tiempo..." no, no creo que fuesen sus palabras, por mucho que la hubiera salvado la vida, así que viendo que posiblemente allí cogiera frío y queriendo tocar de nuevo su cuerpecito, la volví a coger y me volví a teletransportar a su cuarto para tumbarla en la cama y luego arroparla con una sábana.

-Como seguirás sin poder moverte, intenta dormir y quizá mañana estés mejor, además se te pasará más rápido el tiempo... me quedaré por aquí aunque no te guste, en cuanto vean que la mujercilla esa no vuelve quizá manden a otro capullo o capulla y no estás en condiciones de defenderte.

Parecía un monólogo, hablando yo con una chica que no podía defenderse ni con palabras, pero no iba a dejar que la mataran después de haber hecho tal escenita. Me apoyé en la puerta intentando no mirarla para que no se sintiera incómoda y el paso de las horas me hizo ir cayendo por la puerta hasta que quedé sentado y entrecerrando los ojos... quizá no iba a venir nadie, pero no quería tentar a la suerte... espero que tanto tiempo con la piedra puesta no me hiciera ningún daño.

[FDI: ¿"Cuerpecito"? ¬¬ (xDD)]
[DDI:]

A Sez se le formó un nudo en la garganta cuando observó cómo Fabrizzo se acercaba de nuevo hacia ella. Se temía que le hiciera de todo menos lo que hizo: cogerla en brazos. Se teletransportó luego hasta su habitación, lo cual le resultó bastante raro. Eso de la teletransportación daba una sensación extraña que no podría explicar con palabras. Cuando la tumbó en la cama de nuevo se asustó, pero respiró aliviada cuando la tapó con la sábana. Parecía ser que no era como se había imaginado, después de todo.

Escuchó lo que dijo, sin poder aún responderle, y luego vio que el chico se apoyaba contra la puerta y se quedaba allí tal y como le había comunicado. ¿De verdad iba a quedarse con ella, protegiéndola? Si hubiese podido hablar ese gesto la habría dejado sin palabras.

Cerró los ojos unos segundos, que fueron suficientes para que cayera en los brazos de Morfeo. Cuando los volvió a abrir, lo primero que vio fue a Fabrizzo, apoyado aún contra la puerta con cara de sueño; debía estar cansado. Giró la cabeza para mirar el reloj: había pasado una hora. Un momento... ¿Pudo girar la cabeza? Volvió a hacerlo, moviendo ésta a un lado y a otro. Sin embargo, cuando intento incorporarse no lo consiguió. Podía mover su cabeza y las extremidades, no así el tronco del cuerpo. Aunque eso ya era un avance, decidió comprobar si podía hablar.

- F... Fab... Fabrizzo... - pudo pronunciar, al principio a duras penas.

Llevaba bastante tiempo sentado contra la puerta, la verdad es que no pude cronometrar con exactitud, sabía que Sez debería tener un reloj en la mesilla de noche, pero me juré no mirar para no incomodarla, estaba pensando en varias cosas juntas, que debía llamar a Toño para que se percatase de si la mujer seguía donde la dejé, que qué tal estaba el zombi, que qué tipo de jefes tenía Sez... que la mataban por un pequeño fallo de última hora llamado Fabrizzo, era increíble como evolucionaban las cosas en tan poco tiempo, eso significaba que vendrían más cambios... las cosas malas no vienen solas, y no creo que dejen a Sez tranquila aunque mate al zombi, me da que esos de la agencia no son ese tipo de personas que mandan Christmas por navidad y se preocupan de sus empleados... además sería una estupenda oportunidad para hacerse con la piedra temporal... todo llevaba a lo mismo de siempre, las piedras... maldito el día en que se rompió... sin embargo unas palabras me sacaron de mi total concentración.

-F... Fab... Fabrizzo...

Sez se había despertado, o a lo mejor no había dormido, el caso es que ahora podía hablar... o al menos balbucear. Me levanté tranquilamente para poder echar un ojo en la cama, seguía en la misma postura que la dejé, menudo sedante más jodido, estaba por ir a casa a coger un par de botes de adrenalina para devolverla a la vida, pero no quería que la diese un ataque de a saber qué, no había prisa... al menos por mi parte, no sabía como iba a explicarle todo, quería desaparecer y volver a casa como si no hubiera pasado nada, pero seguía indefensa.

-Díme... -finalmente pude decir entre tanto pensamiento- ¿te encuentras mejor?

Sez se limitó a asentir con la cabeza en respuesta a la pregunta del italiano. Le hizo una señal con la mano para que se acercara más, hasta el punto de que el chico se sentó al borde de la cama. Medio segundo después, la mano de la chica apretaba el cuello de su camisa amenazadoramente. Lo miró mientras fruncía el ceño.

- Vuelve a mirarme estando en ropa interior y te pongo la cara como los cuadros de Picasso. - le amenazó, aunque con un tono bastante tranquilo debido al efecto del sedante.

Soltó su camisa y dejó caer su brazo sobre la cama. Aquel simple gesto la había agotado, le costaría recuperar la fuerza una vez pasado los efectos del sedante. Suspiró, cansada. Intentó incorporarse, pudiendo levantarse ligeramente, aunque cuando trató de quedarse sentada sobre la cama no tuvo éxito. Volvió a recostarse, echándose bruscamente hacia atrás, resignada. Miró a Fabrizzo.

- Tráeme un poco de agua. - le pidió, aunque más bien se lo ordenó.

Asintió y me pidió que me acercara a la cama, entonces me agarró del cuello lo más fuertemente posible medio sedada y me lanzó una mirada de asesinato.

-Vuelve a mirarme estando en ropa interior y te pongo la cara como los cuadros de Picasso.

Qué genio. Ni siquiera un gracias.

-¡Ey! -dije levántandome y colocándome el cuello- perdona, ¿vale? la próxima vez esperaré a que te maten y te vistan de entierro para poder entrar en acción, encima...

Entonces vi que estaba más débil de lo que parecía cuando su brazo cayó, no paraba de mirarme con esa cara de siempre, nada había cambiado... bueno, tampoco quería hacérmelas de héroe recompensado... "como me has salvado la vida, te daré un mejor trato", con que estuviera viva, era suficiente para mí, solo pensar que no volve... Fabrizzo, como termines esa frase, aunque solo sea en mi propia cabeza, me meto un tiro ahora mismo... es inútil, ella te odia, y quedamos en usar el mismo trato, vas... le pones a tiro a las Agencia para que te la quite de encima con la súper jugada del zombi ¡y la salvas la vida! No puedo ser malo con las mujeres, no puedo evitarlo... y menos con ella... volvió a sacarme de mi mundo interior con una de sus agrias frases junto a una de sus agrias miradas.

-Tráeme un poco de agua.

-Sí, mi sargento... -dije haciendo el gesto del ejército.

Entonces me teletransporté al salón y me fui a la cocina, cogí un vaso de agua y volví al cuarto de Sez para dejárselo en la mesita de noche.

-Bebételo tú, no vayas a cortarme un brazo por tocarte.

Fabrizzo se teletransportó una vez más, portando un vaso de agua cuando volvió a la habitación mediante otra teletransportación. Dejó el recipiente de cristal sobre la mesita de noche al tiempo que hablaba, aunque no le prestó demasiada atención.

Extendió su brazo para coger el recipiente, incorporándose luego todo lo que pudo para poder beber. Sin embargo, debido a la debilidad de su cuerpo, unas gotas se resbalaron y le mojaron el cuello al caer sobre éste. Cuando paró de beber y se dispuso a dejar el vaso de nuevo sobre la mesa, perdió las fuerzas de la mano y el recipiente cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos.

- Mierda...

No podía siquiera alzar la voz, aunque sentía una profunda rabia por ser un vegetal viviente. Deseaba que se le pasara aquel efecto de una vez.

- Ayúdame. - le dijo a Fabrizzo, esta vez sí que sonó a petición en lugar de orden.

Quería que la ayudara a incorporarse del todo sobre la cama, tal vez si sus músculos recibieran una ayuda externa se destensarían antes.

- Cuidado con los cristales. - dijo luego.

¿Estaba siendo amable con él? ¿Sería producto de los efectos del sedante? ¿O, tal vez, comenzaba a cambiar su postura respecto al italiano?

Sez cogió el vaso lo mejor que pudo y al beber me recordó a mi anciana madre hasta que la puse pajitas en todos sus vasos, luego intentó dejar el vaso de nuevo en la mesa pero las fuerzas le fallaron y el vaso cayó al suelo haciéndose añicos.

-Mierda...

Lo que me faltaba, ahora me hará recogerlo y limpiarlo. Entonces finalmente dijo lo que menos me esperaba.

-Ayúdame -y siguió- ten cuidado con los cristales.

Sez amable, a ver cual es la trampa ahora, seguro que me mete un galluflo por tonto. Me acerqué sin pisar los cristales y la ayudé a quedarse sentada apoyada en la pared con las piernas aún metidas en la sabana. ¿Ahora la daba igual que la viera en ropa interior? Mujeres... pero tiene la piel tan suave, luego tengo que ver que gel usa antes de irme.
No quería indagar en el tema, pero ya que me odiaba, que fuera por una razón sustancial.

-Aún no te he pedido perdón, si iban a matarte es por mi culpa, dejé al desustanciado ese vivo, aunque nunca imaginaría que le tenían rastreado, supongo que has perdido un empleo, ¿crees que volverán a por ti, o si les entrego al tipo te dejarán en paz? Lo digo porque quizá solo fuera una excusa para deshacerse de ti y hacerse con tu piedra...

Estaba realmente arrepentido, pero no sabía muy bien como expresarlo, quería infiltrarme en cual fuera esa Agencia y matarlos a todos, pero dudo que saliera vivo de allí por muy rápido que fuera.

El italiano se acercó y la ayudó a incorporarse, quedándose apoyada contra el cabecero de la cama. Lo miró mientras le hablaba, sintiendo poco a poco una especie de rabia invadir su cuerpo. Si en algún momento había comenzado a ver a Fabrizzo con buenos ojos, aquello se acabó justo cuando dijo que había dejado al mercenario vivo. Eso explicaba el intento de asesinato contra ella, pues había dado por sentado que el italiano lo mataría y fue por eso por lo que dio el trabajo por hecho.

- ¿Por qué no lo mataste? ¿No se te ocurrió pensar en lo que pasaría conmigo? - intervino.

Ya no tenía sentido discutirlo, el daño estaba hecho.

- Una vez traicionas a la agencia no tienes escapatoria. - aclaró - Y no es por la piedra, ni siquiera tienen la sospecha de que tengo una.

Reprocharle a Fabrizzo o comenzar a discutir no les llevaría a ninguna parte, así que optó por permanecer en silencio. Sabía que vendrían otros a eliminarla... A no ser que fingiera su propia muerte. Estiró el brazo hasta la mesilla de noche y descolgó el teléfono que reposaba sobre ésta. Marcó un número y esperó.

- Tenemos que hablar. Ven a mi casa mañana a primera hora. - y colgó.

Su mirada volvió a dirigirse al italiano.

- Hay una manera de que me dejen en paz, pero necesito tu ayuda. - le dijo.

-¿Por qué no lo mataste? ¿No se te ocurrió pensar en lo que pasaría conmigo?

Me dijo violentamente y con cara de pocos amigos, lo hecho hecho está.

-Quería sacarle información... y parece ser que la tiene, me ha contado que los de la Agencia le querían matar, y no por secuestrar niñas precisamente, no creo que esa Agencia sean las hermanitas de la caridad.

Aunque le diese excusas ella no iba a cambiar de postura.

-Una vez traicionas a la agencia no tienes escapatoria. Y no es por la piedra, ni siquiera tienen la sospecha de que tengo una.

Qué extraño... entonces ¿por qué coño el tipo ese si sabía que tenía una? Y si él lo sabe y lo dijo delante mía, los de la Agencia ya lo sabrán, iba a decirla algo cuando cogió el teléfono y marcó un número.

-Tenemos que hablar. Ven a mi casa mañana a primera hora -luego se dirigió a mí después de colgar- Hay una manera de que me dejen en paz, pero necesito tu ayuda.

Si la contaba que tenían al tío pinchado y que habíamos estado hablando y por tanto que sabían aún más cositas se cabrearía aún más y no quería que dejara mi careto como un picasso.

-Claro, pero estar en esta casa por más tiempo no creo que sea buena idea, debería llevarte a la otra punta del mundo.

Aunque sepan que ella está conmigo y sepan mi habilidad, el mundo es muy grande, no saben a donde hemos podido ir. Entonces me dirigí a su armario y cogí algo de ropa, ni me fijé, lo primero que pillé. Luego me acerqué y puse la ropa sobre la sábana la cogí por debajo de la sábana para que no se quejara por verla en ropa interior y me teletransporté a mi habitación privada en mi edificio de trabajo.

-Bueno, a ver como te lo cuento, es verdad que por mi culpa te quieren matar, pero gracias al tipo estás viva, al hablar con él me dijo unas cosas interesantes y fue cuando cai en la cuenta de que le tenían pinchado, eso es un problema, porque durante la charla sacó a relucir que sabía que tú y yo tenemos piedras, así que como lleve un micrófono en vez de un chip de seguimiento vamos jodidos. Bueno... le tengo aquí mismo en la base, si quieres te disfrazo y seguimos charlando con él hasta mañana para que vayas a ver a quien acabas de llamar.

- No pienso huir de mi propia casa. - respondió Sez.

Sin embargo, no pudo impedir que Fabrizzo abriera su armario y comenzara a sacar ropa al azar, poniéndola sobre la sábana.

- ¿Q-qué haces? Ya te he dicho que no piens... - ya era tarde.

En un abrir y cerrar de ojos, el italiano la había cogido de nuevo en brazos junto con la sábanda llena de ropa y se habían teletransportado a lo que supuso que sería su habitación. Nada más abrir la boca con la intención de reprenderle, el chico comenzó a hablar, por lo que no le quedó otra opción más que escucharle. ¿De qué estaba hablando? No entendía nada.

- A ver, la Agencia es una organización secreta anticriminal. No sabe nada de la existencia de esas piedras ni va tras ellas. El que Alicia tuviera una piedra sólo es casualidad.

¿Estaba realmente segura de lo que estaba diciendo? Lo cierto era que no se había parado a pensar porqué contactaron con ella para contratarla; había supuesto que la habían recomendado de otro lugar, pero bien podría ser por tener una piedra. Tampoco se había molestado en averigüar si sabían algo de las piedras... ¡Maldición! Aquel impresentable parecía tener algo de razón.

- Está bien, me visto y vamos a hablar con él. - dijo luego - Necesito intimidad. - aclaró luego, claramente echándolo de la habitación para poder cambiarse.

-No pienso huir de mi propia casa.

Me respondió a lo de irnos, aunque yo seguía a mi bola.

-¿Q-qué haces? Ya te que he dicho que no piens...

Intento pararme cuando la cogí pero no significó nada.

-A ver, la Agencia es una organización secreta anticriminal. No sabe nada de la existencia de esas piedras ni va tras ellas. El que Alicia tuviera una piedra sólo es casualidad.

-Y yo soy Perico el de los palotes, venga vístete.

Entonces pareció que entró en razón, aunque dudo que fuera por mi ironicidad.

-Está bien, me visto y vamos a hablar con él. Necesito intimidad.

-Claro -dije dándome la vuelta- por cierto, en vez de disfrazarte, que queda muy mal, te pongo tras el espejo ese mágico, si quieres hacer preguntas creo que hay un micrófono que distorsiona la voz.

En cuanto Fabrizzo se dio la vuelta, Sez comenzó a vestirse. Se puso unos pantalones largos de color negro, una camisa de asillas blanca bajo la que se puso un top negro y unas botas del mismo color.

- No pienso esconderme de ese cretino. - replicó.

Caminó hasta la puerta para seguidamente abrirla. Pero antes de salir se giró hacia el italiano para dirigirse una vez más a él.

- Vamos. - apremió.

-No pienso esconderme de ese cretino.

No era hora de ponerse en contra de esa fiera, aunque dejarla ir fuera razón suficiente para hacer que la Agencia atacara mi bonito edificio.

-Vamos.

Dijo con intención de darme prisa.

-Claro...

Luego salí al pasillo e intentando recordar el camino sugerido por Toño llegamos a la sala de interrogatorios donde el Zombi no se había movido ni un milímetro.

-Que obediente eres... no te has movido del sitio.

-Como si pudiera...

Luego cuchicheó algo para sus adentros que no me importó mucho, aunque supuse que se acordó de mi familia. Seguidamente, el hombre vio a Sez y se sorprendió.

-Has vuelto a usar tu poder, ¿eh? Es interesante ver como en casi dos horas has ido a Grecia y has vuelto con carga... de buena calidad por cierto -dijo mirándo de arriba a abajo a Sez- si me hubieran dicho que venía a matarme tal preciosidad me hubiera dejado hacer de todo.

Vaya, parece que no soy el único...

-Basta de cháchara, quiere saber para quien trabaja, así que ya estás soltando todo o te dejo con otra de la Agencia que tengo en mi despacho y no es tan agradable y bella como Sez.

Sez siguió al italiano en silencio. No tardaron mucho en llegar a la sala de interrogatorios, en la cual había un hombre atado y sentado en una silla. Nada más verlo, la griega lo reconoció: era el tipo del que le habían entregado una foto y la orden de ejecución inmediata. Lo miró con asco cuando él la inspeccionó de arriba a abajo. Nada más terminar Fabrizzo de hablar, Sez se acercó al tipo y rodeó su cuello con su mano bruscamente.

- ¿Qué es lo que sabes sobre las piedras? - le preguntó con odio, mirándolo con el ceño fruncido.

-¿Qué es lo que sabes sobre las piedras? -le dijo agarrándolo del cuello.

Sí, sin duda es de armas tomar la chica. Sin embargo el tipo aprovechó que Sez se agachaba para cogerle y la empezó a mirar el canalillo.

-Creo que voy a cambiar de hobbys, las niñas no tienen estas preciosidades.

-Vamos tío, habla y tenla respeto o ya sabes lo que te espera.

-Bueno... pues no sé mucho, solo que esa Agencia las busca... ¿para qué propósito? No estoy seguro, pero supongo que se las dan a sus agentes para hacerles más mortíferos...

-Sin embargo Sez ya tenía una...

-Entonces sabrían que tenía una y la contrataron para tenerla cerca, esos tíos son muy sucios.

-¿Y cómo es que no te sorprendiste al tener conocimiento de piedras con poderes?

El tío se empezó a descojonar.

-Chamanes, brujos vudú, adivinas zulúes, he tenido una juventud interesante.

Cada vez me estaba liando más, a mí me sacas de mis robos a bancos y me pierdo.

-¿Cómo supiste de la Agencia?

-No soy ningún aficionado, yo podría ser vuestro padre fácilmente, digamos que cuando sé que alguien me persigue me intento documentar.

-Y te documentaste de la Agencia y de Sez.

-No, de la chica no. Solo de la Agencia, con que me documentase lo que hacían me bastaba para saber a quien me mandarían, salvo por ese par de regalos que Dios te ha dado -dijo volviéndose a fijar en los pechos de Sez.

-¿Y yo? ¿No te documentaste de mí?

Esta intrigado por saber hasta que punto tenía información su contacto.

-No sales en las páginas blancas macho, además me pillaste casi por sorpresa, me enteré de que me perseguías diez minutos antes de que me pillases.

No es tan bueno el zombi éste, pero quizá nos sirva su informador.

-¿Quién es tu contacto?

-Internet... ¿te suena esa palabra?

¿Internet? ¿Este... personaje?

-¿Eres hacker? Pero si solo eres...

-Sé lo que soy -me interrumpió- pero no soy yo quien maneja el ordenador, es mi sobrino.

Menuda familia, un violador de niñas, un hacker... no quería preguntar por el abuelo.

-¿Crees que tu sobrino podría pasarnos toda la información que consiguió de la Agencia? Debe ser muy bueno para pasar la seguridad de una organización así.

-Claro, pero yo tengo que tener condiciones...

Esto no le va a gustar a Sez... y a mí tampoco me hace mucha ilusión dejar a un pervertido viola niñas por ahí.

Apretó más fuerte su cuello cuando el asqueroso miró su escote que, aunque no era mucho, dada la posición en la que estaba, ligeramente inclinada hacia adelante, se podía ver un poco más. Sin soltarle, escuchó todo aquel interrogatorio con detenimiento, sin intervenir para no perderse detalle. Así que la Agencia buscaba las piedras para convertir a sus miembros en supersoldados... Tenía sentido. Eso explicaría porqué Alicia tiene una y porqué contactaron con ella para contratarla sin saber ella de su existencia si quiera.

Cuando el baboso volvió a fijarse en sus pechos, Sez lo miró son sumo odio, frunciendo aún más el ceño, y apretando más su cuello. Pareció captar la "indirecta", pues apartó su vista de ella y puso una mueca de disgusto. El hecho de que tuviera un sobrino hacker la sorprendió, no pudiendo evitar hacerse una pregunta en su cabeza: ¿sabría él a lo que se dedicaba su tío? Por su propia seguridad mental, no quería conocer la respuesta.

- Claro, pero yo tengo que tener condiciones...

Justo en el momento en que soltó aquella frase estúpida que logró enfurecerla, la griega apretó su cuello hasta el punto de ahorcarle, dejándole sin aire. Se agachó más para que sus rostros quedaran más juntos, aunque sin pasarse, no fuera a ser que aquel pervertido intentase algo, y así pudiera contemplar la cara de asesina despiadada que se le había quedado.

- Confórmate con una protección extra para que no te violen en la cárcel. - le espetó con rabia - Ya estás hablando. - añadió.

Soltó su cuello para que respirara y pudiera hablar. El tipejo comenzó a toser y a coger grandes cantidades de aire para poder recuperarse.

A que le mata... pensé cuando le ahogó sin remordimientos, ¿me haría eso a mí?

-Confórmate con una protección extra para que no te violen en la cárcel. Ya estás hablando.

Entonces finalmente lo soltó y empezó a toser como un desalmado.

-Lo siento pero no, tengo unas condiciones, he de decir que ya lo he vivido todo en esta vida, así que si muero me la suda, lo único que me importaría es seguir viviendo con calidad, y en la cárcel no hay mucha calidad que digamos.

Me estaba sacando de mis casillas, pero este tipo era tan horrible que me estaba imaginando que las torturas no le harían hablar, que incluso le gustaría si se las hacía Sez, fuera lo que fuera, no era una persona corriente para poder hacerle esas cosas a esas niñas, pero solo por esa razón prefería quedarme sin información antes que dejarle suelto.

-No va a hablar, Sez. Da igual lo que le hagas... -y menos si lo haces tú.

Debía pensar algo rápido. ¡Claro! ¿Cómo no me había dado cuenta?

-No le necesitamos Sez, ¿te acuerdas que atrapé a otra rata esta noche? Saquemóselo a ella. Este se quedará aquí toda la vida, sigo teniendo unos calabozos interesantes.

Luego abrí la puerta invitando a Sez a salir.

-Por cierto, que sepas que te tienen localizado los de la Agencia, así que no vas a quedarte en mi edificio mucho tiempo, solo reza porque no te encuentren.

De no ser por la presencia e intervención de Fabrizzo, Sez no hubiese dudado en comenzar a golpear a aquel malnacido. Lo odiaba con todas sus fuerzas y le repateaba que estuviera tan relajado y cómodo, aguantando el tipo sin confesar nada. También odiaba reconocer que era un hueso duro de roer.

De modo que salió por la puerta, sin dirigirle una mirada si quiera al tipejo. Escuchó al italiano, mirando hacia el pasillo para no mirar directamente a aquel tipo. Soltó un bufido. Sólo esperaba que, si lo encontraban, le hicieran sufrir antes de matarlo, y mucho. Fabrizzo salió de la habitación, con lo que comenzaron a caminar hacia su despacho.

Dicho despacho no estaba lejos, por lo que no tardaron en llegar. Sin embargo, al abrir la puerta se encontraron con algo totalmente imprevisto: en la silla no había nadie. Sólo quedaban las cuerdas regadas por el suelo y la silla; Alicia había escapado. La griega apretó los puños, notando cómo la rabia la invadía por completo. Dio un fuerte y sonoro golpe contra el marco de la puerta.

- ¡Joder!

Ahora sí que estaban apañados; con un pervertido que no hablaría ni aunque se le torturase y una asesina suelta que bien podría estar planeando contraatacar o, lo que es peor, informando a los suyos de la situación.

La chica no estaba en el despacho.

-¿Pero qué coño? Si dejé la puerta cerrada por fuera y estaba atada. Además no ha podido salir del edificio, en la primera planta hay guardias para parar un tren de remolque... y una sola bala de ese rifle pondría en alarma todo el edificio... ¿qué mierda de...? ¡Mierda! Tenía una piedra, ¿verdad? ¿Cómo no me di cuenta? Ahora si que la hemos armado... déjame un momento... solo espero que no te haya visto, cuando vea que está en Italia no la gustará un poco. Entonces cogí el megáfono.

-NOS MUDAMOS, CHAVALES, QUIERO ESTE EDIFICIO EN OTRA PARTE DE LA CIUDAD EN MENOS DE UNA SEMANA, Y TOÑO, VE AL AEROPUERTO, CUALQUIER AMERICANA QUE VEAS CON CON GAFAS, COLOR DE PELO... DA IGUAL, AMERICANAS CON GAFAS, LAS PARAS, Y ME LLAMAS... USA LA PIPA SI HACE FALTA.

Colgé el megáfono.

-Como esa zorra tenga justo la piedra de la invisibilidad me voy a mosquear de veras, ¡panda de incompetentes! La tenía que haber llevado a la prisión. Bueno, ¿se te ocurre algo más que ir a tu casa y recoger tu piedra antes de que lleguen ellos?

- No tiene el poder de la invisibilidad, aunque no sé cuál tiene.

Sin embargo, tenía sus sospechas. En el trabajo, siempre la veía manejando pequeños botes con un extraño líquido incoloro, se los llevaba a cada misión que le asignaban. Con lo que, ahora que sabía que tenía una piedra, sospechaba que era algo relacionado con el veneno, de ahí que utilizara una droga paralizante contra ella.

Se apoyó en la mesa del despacho y se cruzó de brazos, mirando a Fabrizzo con incredulidad.

- ¿Sabes cuántas americanas pueden haber en el aeropuerto? - le preguntó, dejando claro que era una locura lo que él propuso - Eso sin contar que puede que ese no sea su color de pelo o que ni siquiera lleve gafas.

Se apartó de la mesa y descruzó los brazos.

- Propongo buscar un lugar seguro para pasar la noche. Mañana me reuniré con mi contacto e intentaremos encontrar a Alicia. - propuso ella.

Pensó entonces en su piedra. Había instalado un sistema de seguridad alrededor de ella, pero era fácil para alguien de la Agencia desmantelarlo. De modo que sería mejor ir a buscarla.

- Primero vamos a buscar mi piedra.

-¿Sabes cuántas americanas pueden haber en el aeropuerto? Eso sin contar que puede que ese no sea su color de pelo o que ni siquiera lleve gafas.

-Pues en ese caso iré yo mismo, no olvido una cara con facilidad... y menos de una dama, aunque no puedo dejarte sola... bueno, cuando tengas la piedra no hay ningún problema, además un billete de avión no se compra tan fácilmente, supongo que hasta mañana no pasará por el aeropuerto.

Maldita... como la coja... no sé lo que la hago.

-Propongo buscar un lugar seguro para pasar la noche. Mañana me reuniré con mi contacto e intentaremos encontrar a Alicia.

Y antes de que pudiera hablar, terminó con una especie de orden.

-Primero vamos a buscar mi piedra.

-Mi casa es muy segura -dije con picardía mientras la cogía de la mano dulcemente y volvíamos a su casa- además no está a mi nombre y no creo que la encuentren con facilidad.

Da igual cuantos trucos usara, Sez era de ideas fijas, aunque bueno... usé la picardía pero solo para calmar el ambiente, en ningún momento lo dije con otro tono, ya sabía como iba la cosa.

-Bueno, cerraré los ojos y así no sabré donde guardas la piedra.

Cerré los ojos en serio y me quedé ahí esperando... no dudes en gritar si pasa algo.

Sez soltó la mano del italiano en cuanto se teletransportaron a su casa, mirándolo aún con una ceja enarcada por la insinuación que le había hecho, dejando más que claro que no le creía y, sobre todo, no quería para nada ir a su morada.

- Como para no verla... - murmuró cuando le dijo de cerrar los ojos y así no saber dónde tenía su piedra.

Fue hasta el pasillo, donde descolgó uno de los cuadros, dejándolo en el suelo apoyado contra la pared, revelando una caja fuerte tras ésta. Una vez introdujo la combinación correcta y la puerta de la caja de metal se abrió, sacó de ella un pequeño mando. Caminó hasta su habitación, situándose enfrente de su cómoda. Allí estaba la piedra: atada al cuello de plástico de una figura de color negro con forma femenina. Presionó uno de los botones del mando para desactivar los rayos de seguridad que protegían el bulto y la piedra, acercándose luego a cogerla. En cuanto lo hizo, la figura de plástico se volvió blanca. Puso una réplica de su colgante sobre el bulto y reactivó el sistema de seguridad. Se puso el collar frente al espejo, viendo cómo en cuestión de segundos su pelo se oscurecía hasta obtener un color negro y sus ojos se volvían tan rojos como la sangre. Suspiró. Salió de su habitación y guardó el pequeño mando en la caja fuerte, cerrando a continuación ésta y colgando de nuevo el cuadro que tapaba la caja.

- Yo buscaré un hotel donde pasar la noche. - le anunció.

Por nada del mundo iba a quedarse en su casa, repito.