A corazón abierto [Étoile] [10 de mayo] +18

Su cuerpo comenzaba a impacientarse pero su corazón no, por lo que sus sentimientos vencieron al enorme deseo que poco a poco se iba apoderando de la violinista. Siguió besando de forma apasionada al chico, cuando éste comenzó a bajar por su cuello, besándolo con sensualidad aunque en un tramo dejó de sentir sus deseados labios pues seguramente habrían topado con ese colgante tan particular que llevaba casi siempre puesto, aunque a decir verdad, sus ropajes siempre acababan por cubrirlo, menos en esta ocasión, cuando era la Signorina.

Un suspiro ahogado se escapó nuevamente de sus labios cuando el ladrón comenzó a besar sus pechos. Arqueó suavemente la espalda, sin exagerar el gesto demasiado y sus manos descendieron hasta los cabellos del chico, apretando éstos con lujuria al tiempo que jugueteaba con ellos. Sus labios habían sido capturados por sus propios dientes, los cuales se encargaban de que por aquellos labios no saliese ningún suspiro más, sin embargo la propia respiración entrecortada de la chica se había apoderado ahora de ese papel.

Apoyó la palma de la mano sobre la espalda del chico, no tardando en comenzar a propinarle suaves caricias ejercidas por sus propias yemas y uñas. De vez en cuando se aferraba a él presa por la pasión.

La chica arqueó su cuerpo, por lo que Fox intensificó más la lujuria que albergaba cada uno de sus besos y lametones, dejándose llevar completamente por la pasión que guiaba cualquiera de sus gestos, mientras que su respiración también se aceleraba, contagiada por la fogosidad con la que la Signorina se aferraba a su cuerpo. Sentía que comenzaba a perder la poca cordura que mantenía en marcha, aunque no es que le importase demasiado, tratándose de ella...

Recorrió el brazo de la chica mediante suaves caricias, hasta entrelazar sus dedos con ternura, mientras que sus labios abandonaban sus senos, descendiendo lentamente por su vientre, propinándole ligeros y dulces besos. Pasó la lengua por su ombligo, juguetonamente, pero en lugar de seguir bajando se alzó ligeramente hasta quedar nuevamente sobre ella.

Buscó sus labios. Los besó con deseo, y extrema pasión. Sentía que iba a estallar.

- Te quiero... - le susurró, habiéndose acercado a su oído.

Mientras sus labios procuraban darle el máximo placer sobre sus pechos, una de sus manos se deslizaba por el brazo de la violinista hasta entrelazar los dedos de su propia mano con los de la peligris. Comenzó entonces a descender suavemente por su vientre, aún aplicando dulces besos y lametones, hasta llegar hasta su ombligo, el cual recorrió muy juguetonamente con su lengua. El cuerpo de la chica estaba totalmente al límite pero no quería que el deseo se apoderase de ella por completo, por lo menos de momento.

El ladrón volvió a incorporarse suavemente, poniéndose de nuevo sobre el cuerpo de la chica, subiendo así despacio por éste hasta besar sus labios con muchísima pasión, un beso que fue rápidamente correspondido por Étoile, mientras lo abrazaba ligeramente contra ella, con una mano en su espalda y la otra en la nuca, acariciando ésta con algo de picardía, pero también muy dulcemente. Sin embargo, el ladrón no tardó en abandonar sus labios, acercándose con ellos a su oído, dejando que Shizuma se embriagase con su respiración acelerada, tan sensual en ese momento.

- Te quiero...

Esas palabras hicieron que los labios de la Signorina se entreabrieran por la sorpresa de oir aquella deseada confesión salir de los labios de su enmascarado. Su corazón iba a salírsele del peco y éste no podía albergar más amor del que ya sentía por el chico. Ella también le quería, realmente le amaba a pesar de haber vivido con él bastante dolor. Pero ahora no quería pensar en eso, estaba feliz, feliz porque aquella noche estaba siendo totalmente perfecta... Y quería que lo siguiese siendo.

Sus labios se abrieron para pronunciar unas palabras de forma decicida, pero entonces éstas se le atascaron en la garganta, dejándole así muda y sin poder expresar su amor hacia a él. Quería decírselo, pero sentía miedo por una parte... Y vergüenza por otra, pues no estaba acostumbrada a decir esas palabras, a prácticamente a nadie. Abrazó a Mask DeMasque suavemente y buscó sus labios con infinito amor, tomándole por ambas mejillas.

Levantó una de sus rodillas para liberar así la pierna de debajo del chico, no tardando en entrelazarla con la suya, haciendo así que sus cuerpos se pegasen muchísimo más, y el deseo, aumentase con creces.

Esperó escuchar una palabras que jamás llegaron a sus oídos, y los latidos de su corazón se contaminaron por el desconsuelo que sintió a causa del silencio de su amada. ¿Por qué había preferido callar a hablar? Sus gestos apasionados indicaban indudablemente que lo deseaba con locura, al igual que él a ella, pero ¿por qué no lo había pronunciado abiertamente? Él se había sincerado, abriéndole su corazón, y sin embargo ella...

Intentó dejar a un lado los pensamientos de pesar, aferrándose al cuerpo de la chica, quien lo apresaba entre ambas piernas. La excitación comenzó a aumentar con creces, a causa del roce de las entrepiernas. Su lengua se movía con frenesí contra la de la violinista, y su mano se deslizó a acariciar sus suaves cabellos, bajándola al poco nuevamente para guiarla hacia el pecho de la joven, masajeándolo con suavidad, pero totalmente preso por la lujuria.

La violinista había empezado a acariciar suavemente las mejillas del chico mientras luchaba con su lengua, para ver cual de las dos conseguía dominar a la otra, sin embargo aquela pelea parecía no cesar, ninguno de los quería que cesara. Deslizó la mano hasta la nuca del chico, en donde jugueteó con sus cabellos, notando luego como la mano del chico descendía por su cuerpo, parándose finalmente en unos de sus pechos, acariciándolo con mucha lujuria y sensualidad, aunque con la suavidad impresa en sus masajes. Su espalda volvió a arquearse ligeramente pues cualquier roce producido hacia ella por el ladrón, hacía que su piel se erizase a más no poder, haciendo que sintiese como un electrificante hilo recorría su espina dorsal.

La otra mano que aún seguía sobre su mejilla, comenzó a bajar hasta finalmente apoyarse en el torso del ladrón, bajando poco a poco hasta palpar tímidamente aquel trasero respingón que tenía, apretándolo con un poco de lujuria una de las tantas veces que se le pasó el hacer ese movimiento por la mente. Aún seguía propinándole caricias en la nuca, jugueteando con sus cabellos y bajando de vez en cuando por su espalda, para con las uñas dejar que se relajase.

Su corazón latía sin control, inundado por un amor totalmente verdadero y seguramente, eterno. ¿Pero cómo decírselo? Cuando se encontraba con aquellos ojos azules su cuerpo entero flaqueaba y sus labios comenzaban a temblar nerviosos. El silencio junto a él le calmaba aunque por otro lado hacía que su mente se desesperase, intentando buscar las palabras correctas, adecuadas... Totalmente perfectas con las cuales transmitirle todo lo que sentía. Las tenía, las tenía en la mente desde hace unos minutos cuando el chico también las pronunció, pero más importante, las tenía en su corazón desde hacía más tiempo aún.

Sentía que todo era un dulce sueño que acabaría en pesadilla. Pero tenía claro que lloviese o tronase, Shizuma vería a Mask DeMasque, costase lo que le costase... No se rendiría ante sus nervios, ante su orgullo o ante cualquier cosa que pudiese provocar el no verle. Le quería, quería estar con él, de eso estaba segura. ¿Y él? También la quería, pero... ¿Deseaba estar con la Signorina también? ¿Era ese sentimiento recíproco? Pero de nuevo, su cuerpo comenzó a temblar internamente, los nervios iban apoderándose de ella haciendo que sus besos poco a poco cesasen por completo y seguramente eso haría que ambos se mirasen sin mirarse, entre aquellas telas... Seguramente eso provocaría algo de desconcierto en el ladrón... O quizás no. Sin embargo no quería echarse atrás por mucho que sus piernas le pidieran huir.

- Mask... Yo... - sus mejillas se sonrojaron pero afortunadamente él no podría contemplarlo, por lo que sitnió algo de alivio.

Sonrió suavemente para ella misma, sí, estaba segura.

- Te quiero por encima de todo.

Dejó que durante unos segundos el silencio se apoderase de la situación, aunque pronto buscó de forma suave los labios del ladrón. Palpándolos primero con los suyos propios de forma romántica y cariñosa, para luego fundirse con él, en un nuevo y deseado beso.

La chica volvía a estremecerse tras cada uno de sus roces, aunque acabó por separarse paulatinamente de sus labios hasta el punto en el que Fox se hubiese quedado mirándola, en el caso de no tener aquella tela rodeándole los ojos. ¿Ocurriría algo malo? Los latidos del ladrón comenzaron a ser guiados por una tenue angustia.

- Mask... Yo... - comenzó a susurrar.

Fox ahogó un suspiro. Sintió temor por las siguientes palabras que pronunciaría la Signorina. Puede que durante aquellos minutos, tras la última declaración que había salido de sus labios, ella le hubiese estado dando vueltas. ¿Y si decidía que aquella noche sería la única? Después de todo, por muy fuerte que pudiera ser el amor que ambos sentían, era como si no estuviese sujeto a la realidad. Ellos al menos no lo eran. ¿Reales? Desde luego que no, y así segurirían hasta que decidiesen bajarse del tren de las identidades alternativas.

- Te quiero por encima de todo.

... ¿Qué? Fox sintió que le fallaba la respiración en el instante en el que escuchó esas palabras por parte de la violinista, y a pesar de que hubiese respondido de mil formas distintas, la impresión le había dejado completamente contrariado, incapaz de pronunciar nada más.

Se dejó llevar por un nuevo beso de la Signorina, aferrándose más aún contra su delicado cuerpo. La sujetó con suavidad, guiándola sobre el colchón hasta situarla sobre él, para así poder rodearla con suma ternura. Comenzó a acariciar su espalda delicadamente y con cariño en cada uno de sus roces, sintiendo la perfección de sus suaves curvas. La deseaba.

Con toda su alma.

Por fin se lo había dicho y sentia que la felicidad era el único sentimiento que inundaba su corazón. Sin embargo, había otro gran sentimiento que se había apoderado de ella... O más bien de su cuerpo, y ese era el deseo. Mask DeMasque había estrechado su cuerpo contra el suyo propio y la había guiado hasta colocarla sobre él, para poder rodearla aún mejor mientras se besaban apasionadamente. La violinista no quería separarse bajo ningún concepto del ladrón y el sentimiento afortunadamente, era totalmente recíproco. El roce de sus cuerpos cada vez era mayor por la postura y en cierto modo, la peligris quería desprenderse de algunos de sus ropajes como el calzado, para tener mejor mobilidad en todo momento y no estropearlo todo.

Étoile siguió devorando los labios del chico mientras palpaba uno de sus hombros acercando luego la mano hacia su cuello y jugueteando inevitablemente con la cadena que portaba. Se aferró a su cuello, sin hacerle daño por supuesto, y profundizó aún más el beso, llegando a lamer de forma lasciva sus labios para volver a introducir algo salvajemente la lengua dentro de la boca del chico. Le deseaba, y no podía reprimirlo más. Quería seguir otorgándole cariño y deseo y no sólo el primero concepto. Por lo que llevó sus labios por la mejilla del ladrón, trasladándolos luego a su fino cuello y devorando éste. Propinó algún que otro sensual mordisco pero todo eran suaves y tiernos besos acompañados de algún que otro lametón.

Cuanto más oía la respiración agitada del chico, más deseo sentía circular por su cuerpo. Comenzó pues a bajar lentamente por el torso del chico, apartando la cadena con sus propios dientes y besándole luego por esa zona no tardando en desviarse hacia uno de los pectorales en concreto, recorriendo tímidamente los alrededores de uno de sus pezones para luego seguir bajando. Copió uno de sus gestos, rodeando así el ombligo del chico con sus besos, que era cortos y lentos, dejando así que cada uno de ellos acumulara muchísimo deseo.

La pasión entre ambos era cada vez más desenfrenada y eso podía notarse en la lujuria con la que se besaban una y otra vez, alternando lascivos lametones y sensuales mordiscos, siempre suaves. En cada uno de sus gestos podía notarse lo mucho que se amaban, y el miedo al saber que la noche terminaría los hacía entregarse más el uno hacia el otro.

La chica se separó de su rostro para seguir depositando besos a lo largo de su cuerpo. Un escalofrío recorrió la espina dorsal del ladrón, quien se estremecía al contacto de los labios y la lengua de la Signorina. Su respiración se disparataba al ritmo de los acelerados latidos de su corazón, teniendo la sensación de que iba a estallar de un momento a otro.

Ojalá estuviese en su mano el poder de detener el tiempo.

Había vuelto a ascender por su cuerpo hasta finalmente tener sus rostros a la misma altura. La violinista había vuelto a unir sus labios con los del ladrón. Ésta, disfrutó de ese deseado dichoso beso, dejando que sus manos siguiesen ejerciendo suaves y juguetonas caricias con sus uñas. Con casa beso su corazón se estremecía y encogía, llenándo por completo de amor, demas amor hacia su enmascarado si cabía. La violinista suspiraba pues por los pequeños movimientos que ejercían involuntariamente ambos, ya que sus cuerpos se los pedía, sus pechos rozaban una y otra vez contra e torso del chico y por ello, prácticamente, su cuerpo se había apoderado de la poca cordura que le quedaba a la peligris.

Se fue incorporando hasta quedarse sentada sobre la cama mullida aún besando al chico, por lo tanto ambos quedaron sentados. Trasladó sus besos ahcia el hombro más cercano del chico, no tardando en abandonarlo. Bajó sus manos suavamente por sus piernas, gesto que lamentablemente no vió el ladrón. La chica permanecía con las mejilla sonrojadas y sus cabellos comenzaban a entrelazarse entre ellos. Sus manos acabaron sobre sus pies, a los cuales arrebató aquellos tacones. Las medias aún le cubrían las piernas. Étoile se levantó y se situó frente al chico nuevamente. Sentía como el silencio acariciaba su cuerpo medio desnudo y comenzaba a ponerse algo nerviosa por el momento y sentimiento que ahora mismo estaba viviendo. Sin embargo, pronto tomó a Mask DeMasque por sus manos libres de aquellos guantes que antes habían sido arrebatados por los labios de la Signorina, y las trasladó hacia su cintura. Comenzó entonces, muy lentamente, a darse la vuelta aún con las manos del chico de cabellos curiosos sobre su cintura. Volvió a posar las manos sobre las del ladrón y poco a poco lleó una hacia la caremallera que no había descendido del todo. Junto a él comenzó a bajarla con la misma velocidad con la que s ehabía girado. Cuando lelgó a su tope, SHizuma incitó al ladrón a retirarle el vestido, al fin por completo.

El vestido cayó al suelo.

La chcia quedó en la más mínima ropa interior modesta a la par que sexy, con unas largas medias negras que se agarraban a sus muslos y terminaban en éstos con una decoración preciosa. Su cuerpo estaba algo erizado por los nervios y porque a pesar de estar ambos cobijados, aún había algo de frío en la habitación. Shizuma volvió a girarse suavemente sacando los pies con cuidado de aquel círculo que formaba el vestido que había tenido el mismo destino que las demás prendas arrebatas anteriormente.

Recordó que los ojos del chico permanecían vendados, algo que le reconfortó ya que jamás nadie la había visto de aquella manera tan especial. Permaneció en silencio deseando ver los siguientes movimientos y gestos de su amado, aunque por otro lado, su cuerpo deseaba entregarse a pesar de él casi ser un extraño al cual quería con locura, y a pesar... De ser su primera vez.

La violinista no tardó en responder a su sed de besos, volviendo a arrancar ápices de pasión a sus labios mientras que los escalofríos se hacían cada vez más electrificantes con cada nueva caricia de las yemas de sus dedos, y también los roces de sus finas uñas perfiladas. Sus lenguas seguían luchando con ardor entre ellas, intentando, más que amparar territorio, conseguir más néctar de la otra. Y sus cuerpos se estremecían, uno contra el otro, en el creciente deseo de pasar a formar uno solo.

Sin embargo, el cuerpo de la joven se fue separando lentamente, y para impedir que sus labios siguiesen el mismo camino, el ladrón se fue incorporando junto a ella, negándose a abandonar el dulce sabor de sus besos. Pero, a pesar de ello, se vio obligado a hacerlo cuando la sintió levantarse, al igual que escuchó con nitidez el ruido seco de los zapatos al caer al suelo de la habitación. Seguidamente notó cómo sus delicadas manos tomaban las suyas, guiándolas hasta su fina cintura, sintiendo enseguida su suavidad y delicadeza, y volviendo a tener la impresión de que tenía entre sus manos una auténtica obra de arte.

Quería terminar por abandonarse al deseo, pero aún así se dejó guiar por los apacibles movimientos de su amada, que llevaron sus dedos hacia la cremallera del vestido, aún a medio bajar. Comenzó a descender ésta al ritmo que le marcaba ella, hasta que finalmente el vestido cayó limpiamente al suelo, y las manos del ladrón comenzaron a acariciar a medias tanto el elástico de las medias de la violinista, como la piel entorno a sus caderas, siguiendo el camino hacia lo alto de su espalda para volver a sentir el suave tacto de sus cabellos.

- No hace falta que pueda verte para adivinar lo profundamente hermosa que eres - susurró en apenas un murmullo.

Fox acercó entonces su rostro hacia su cuerpo, propinándole suaves besos donde alcanzaban sus labios, ya fuesen sus pechos, o su vientre mientras que sus dedos terminaban de juguetear con el elástico de sus medias, comenzando a bajarlas mediante caricias sensuales hasta donde podía agacharse. Esperó a que la Signorina se desprendiese de ellas como había hecho con su vestimenta y calzado sin dejar de saborear en ningún momento la dulzura de su piel, para luego tomarla con delicadeza por la cintura, incitándola a que se tumbase nuevamente en la cama.

El ladrón había empezado a ejercer suaves caricias sobre los muslos de la violinista, aún cubiertos por una fina tela, las medias. Las pequeñas y finas manos de la peligris se apoyaron junto al cuello del chico algo tímidas, querían entrelazarse tras su cuello pero sabía que sí lo hacía no le soltaría jamás. Mask DeMasque jugueteaba con el elástico de las medias de la chica notando las puntas grises del cabello, que era bastante largo.

- No hace falta que pueda verte para adivinar lo profundamente hermosa que eres.

Ante esas palabras no dijo absolutamente nada, su corazón iba a estallar definitivamente. Sólo hubo un gesto por parte de la violinista y que, lamentablemente, el ladrón no pudo visuaizar. Los labios de Étoile se entreabrieron por la sorpresa y el rubor que habían creado éstas. El enmascarado acercó sus finos labios al cuerpo de la chica comenzando a darle suaves, cortos y lentos besos en su piel. A la vez que le daba los besos comenzó a bajarle poco las medias hasta donde pudo dándole así entender a Étoile que finalizara ella de quitárselas. Tragó saliva y se desprendió finalmente de sus medias dejándolas a un lado mientras notaba como los besos estaban consiguiendo que su calor corporal incrementase bastante.

Las manos del ladrón se posaron en su cintura incitándole que se tumbase en la cama con un suave movimiento. Sin embargo ella también quería palpar, sentir y acariciar por lo que le cogió por las manos y caminó hacia detrás para así indicarle que se levantase. Él así lo hizo y fue enotnces cuando se acercó a él poniéndose ligeramente de puntillas para besarle mientras le rodeaba. Sus pechos estaban algo apretados contra el torso del pelirrojo y a pesar de sentir frío sentía una calidez inmensa. Una de sus manos jugueteaba con sus curiosos cabellos posada en el cuello, sin embargo la otra comenzó a descender hasta llegar a su cintura en la cual palpó el comienzo de aquellas mallas blancas que iban de tejado en tejado sin descanso. Fue entonces cuando sintió el valor de juguetear con ese elástico que apretaba suavemente la cintura del ladrón. Se sintió ridícula cuando sin querer el elástico se escapó de sus dedos sonando así ligeramente en la piel del chico.

- L-Lo siento... - susurró avergonzada en el acto separando sus labios de los del ladrón, aunque pronto éstos volvieron a buscar los suyos indicándole así que no había pasado absolutamente nada.

Aún con nerviosismo comenzó a bajar lentamente las mallas blancas que el ladrón portaba, notando así su ropa interior. Un escalofrío le corrió el cuerpo además del propio deseo que sentía hacia él. Descendió la otra mano aún besándole para ayudarse y fue el propio ladrón quien finalmente hizo como ella en las anteriores prendas, y se desprendió de la malla que utiliza como pantalón y que le queda... bastante bien. Dieron un giro y seguidamente Étoile apoyó su frente contra la del chico mientras caminaba hacia la cama. Comenzó a recostarse sin saber bien hacia qué sentido lo hacía, acabando entre unos suaves cojines que seguramente servirían de decoración en aquella cama.

Sus piernas se habían abierto para mayor comodidad para la posición que seguramente adoptarían y que Étoile le incitaba a adoptar acercándole a ella por su nuca. Buscaba sus labios con desesperación y un infinito deseo. Su lengua acarició los labios del chico para luego juguetear unos instantes con la de él y finalmente fundirse en un beso muy apasionado y romántico.

La Signorina se desprendió de sus medias, terminando así el gesto que él había comenzado, sin haber dejado en ningún momento de saborear la dulzura de su piel con sus labios. Sin embargo, un nuevo movimiento por parte de su amada lo incitó a ponerse nuevamente de pie, algo que no le molestó en absoluto, pues pronto fue deleitado con un beso, largo, profundo, acompañado de un abrazo que le permitía sentir el cuerpo de su amada en todo su esplendor. Ella comenzó entonces a juguetear con sus mallas, tal y como había hecho Fox anteriormente con su prenda, aunque el tacto se le escapó, creando una cómica simplicidad que rompió el ardor de la situación durante unos segundos.

- L-Lo siento... - musitó ella, evidentemente avergonzada a juzgar por su tono de voz.

Sin embargo, a ojos del ladrón, no podía resultarle más dulce y adorable. Acarició con ternura su mejilla, buscando una vez más sus labios, intentando tranquilizarla y quitarle importancia a lo sucedido. Sus besos continuaron, ardientes y ansiosos de pasión, mientras dejaba que la Signorina le fuese descendiendo sus mallas, hasta que finalmente el terminó de hacerlo, con tranquilidad.

Fox se incorporó y enseguida rodeó el cuerpo de la joven con sus brazos. Necesitaba su calor, necesitaba el tacto de su piel. La estrechó contra sí y hundió el rostro sobre sus cabellos, aspirando así su aroma, creyendo que su corazón iba a estallar de la locura que le provocaba amarla. Besó su frente, su mejilla, y, una vez más, sus exquisitos labios, mientras que la invitaba, con un suave movimiento, a tumbarse nuevamente sobre el mullido colchón de su habitación. El ladrón se acomodó con extremo cuidado sobre el cuerpo de la violinista, y así hizo ella también, terminando ambos en una postura altamente pasional dadas la circunstancias en la que se encontraban. Sus lenguas se buscaron hasta volver a encontrarse, fundiéndose en un apasionado beso, impregnado en fogosidad y deseo.

La noche estaba siendo completamente mágica, pero esa magia dulce, inocente, estaba siendo justamente aparcada a un lado, sustituída por una ardiente pasión a la cual, sin duda alguna, se habían abandonado los dos enamorados.

Los labios de Fox no tardaron en abandonar su fuente de besos, y volvió a descender por el cuello de la joven, propinándole lascivos lametones y sensuales mordiscos. Sus manos, mientras tanto, se habían aventurado hacia las sugerentes curvas de la violinista, comenzando a masajear sus pechos con suavidad, jugueteando también con sus pezones. Descendió entonces una de sus manos hacia los muslos de la chica, recorriéndolos muy lentamente hacia su entrepierna, intentando interpretar cualquiera de sus gestos, ya que era posible que se sintiera incómoda. Sin embargo, ya fuese consciente o inconscientemente, Fox sintió cómo ella sepraba ligeramente las piernas, por lo que con suma delicadeza comenzó a acariciar su sexo por encima de su ropa interior, al tiempo que sus labios subían de nuevo en busca de nuevos besos, deseoso de sentir muy cerca los suspiros de su amada.

La Signorina estaba sumisa ante las caricias del ladrón, no podía evitar arquear suavemente la espalda ante el tacto de sus dedos en su cuerpo, sus pechos y demás. El ladrón había abandonado estos, sin embargo permanecían cerrados ya que la propia peligris los había mordido por vergüenza a soltar cualquier tipo de suspiro ahogado ante el enorme calor que su cuerpo estaba recibiendo gracias al enmascarado. Cuando el chico comenzó a bajar la mano hacia el interior de sus muslos, inconscientemente abrió estos para facilitar las caricias que iba ejerciendo cada vez más sensuales y excitantes. El ladrón no tardó en comenzar a acariciar el sexo de la violinista, haciendo así que girase el rostro suavemente por la oleada de placer que acababa de poseerle, aunque pronto notó como su amado subía en busca de sus labios y volvió a girarlo para poder así corresponder a ese beso tan pasional que se avecinaba.

Y así hizo, correspondió a sus labios de muy buena gana mientras el ladrón seguía dándole aquel nuevo placer que Étoile desconocía por completo a pesar de ser humana como todos, ella no había experimentado eso ni por asomo, ni siquiera por necesidad. Cierto era que el beso que le dio Mask DeMasque aquella noche junto a la fuente no había sido el primero, pero si uno de los pocos que había recibido y sobre todo mágico, pues en ese instante el corazón de la chica permanecía confuso y ese beso despertó un sentimiento tan profundo que lo aceptado como si fuera su primer y mejor beso. Por primera vez se sentía muy amada y había dejado por completo de lado sus pensamientos, su orgullo... Se había entregado con total plenitud a aquel chico del cual no sabía ni el nombre. Únicamente conocía que tres cosas... Primero que tenía unos ojos en los cuales una podría sumergirse sin temor a ahogarse, azules... Preciosos. Sabía que era un ladrón, alguien que iba contra la ley y que por algún motivo no le causaba temor sino todo lo contrario... Y lo tercero y último y por ello no menos importante.. Es que sabía que ambos corazones estaban unidos en uno, y que lo que ella sentía por aquel desconocido era lo que él mismo sentía por ella, por eso tenía fe en que algún día no hubiesen mentiras, ni máscaras de por medio... Sabía que algún día podría besarle sin una venda en los ojos.

Étoile bajó poco a poco su mano, hacia la espalda de él, acariciando ésta con sus finas uñas, tratando de transmitirle suavidad y ternura en cada una de sus caricias. Sus labios no paraban de besar los de él y su lengua quería apresar y retener la del ladrón. No obstante, gracias a las caricias que el chico le estaba propinando en su zona más delicada y sensible, sus labios pedían más... Querían recoger todo su cuerpo y por ello comenzó por trasladar sus besos hacia su mejilla, bajando luego hasta su cuello para así mordisquearlo y lamerlo lujuriosamente y presa ahora mismo por el deseo.