Taking a break [Libre]

[04 Abril, 14:00]

Étoile dejó la bata de veterinara sobre el perchero de su despacho y se fue hacia el pequeño lavabo que tenía justo al salir de la "consulta". Se alongó sobre el lavamanos y mojó ligeramente su cara quedándose luego mirando a su relfejo durante unos instantes. Tras secarse la cara, volvió a recogerse el pelo colocando una simple pinza negra y dejando unos largos mechones que acariciaran su rostro. Giró su muñeca para comprobar la hora, quedaba poco para la hora de cerrar durante dos horas pues se acercaba la hora de comer. Cogió un bolso negro que hacía con los vaqueros que ese día llevaba y contrastaba con la camisa blanca de manga corta y de botones.

Antes de salir, recogió todo bastante, incluído su escritorio, sacando de uno de los cajones un pequeño paquete de millo, para luego darle un pequeño empujón a la silla con la cadera para que quedara colocada junto a la mesa. Se aproximó a la puerta y giró el cartel de cerrado que debajo indicaba todo los horarios para que los clientes no tuvieran alguna duda a la hora de venir con sus animales. Al salir, cerró bien la puerta y comenzó a caminar hacia la plaza, por la cual siempre pasaba para luego ir a comer algo. Al llegar a ésta se sentó en uno de los bancos más soleados y dejó el bolso junto a ella para sacar de éste la pequeña bolsa de millo. Puso algunos sobre su mano y rápidamente las palomas comenzaron a acudir a ella. Una vez entendieron que se trataba de millo, y que podían confiar en ésta, Étoile empezó a tirar pequeños puñados de maíz al suelo, oyendo el ruído que hacía cada uno de ellos al golpear en el suelo.

Se quedó durante unos instantes observando como todas las palomas comían sin parar y a una velocidad brutal. Pero de pronto un sonido agudo llegó a los oídos de Étoile a pesar de este encontrarse demasiado lejos para que una persona "normal" lo escuchase. Era un ciclista que venía a toda velocidad. Pronto la chica de cabellos grises cuyos ojos ahora eran completamente ambarinos, pudo divisarlo a lo lejos y comprobar como la daba igual ir atropeyando a la gente, haciendo así que ésta se apartara asustada y enfadada por la mala eduación de este tipo. Sin esperar más dio un fuerte golpe en el suelo que hizo que todas las palomas cogieran vuelo, pues como ese chico pasara por ahí a esa velocidad, las palomas despegarían justo cuando él estuviera ahí y podría ocurrir un pequeño accidente, o grande... quien sabe. El ciclista pasó por al lado de Étoile, la cual le dirigió una mirada acusadora y suspiró pesadamente cuando le perdió de vista. Volvió a coger el bolso y empezó a caminar hacia uno de los restaurantes que tanto le gustaba, que se encontraban un poco más allá de la plaza. Su cuerpo se paró durante unos instantes, para comprobar si efectivamente había recogido la bolsa de millo, pero lo había hecho, puesto que no había nada sobre el banco. Cuando emprendió de nuevo la marcha, abrió su bolso para ver si efectivamente la bolsa de millo ya casi vacía andaba por ahí, y efectivamente.

Tan concentrada estaba, pensando en no dejar basura por ahí, que chocó con alguien.

- Disculpe.

Venecia. Aquella ciudad no la desagradaba; era tranquila y armoniosa. Además, el italiano era uno de sus idiomas predilectos; aunque le gustaba más escucharlo que hablarlo. Fuera como fuese, no podría disfrutar de la calma de aquel lugar tampoco esta vez. Como siempre, había viajado por negocios y no por placer.

De modo que, al salir del aeropuerto, se metió en el primer taxi que encontró rumbo a un concesionario. Al llegar, le tendió al taxista un billete y abrió la puerta del vehículo. Sin embargo, el conductor la retuvo.

- Escuzzi, senorina. Il suo cambio.

Sez ni siquiera se giró para mirarle.

- Non lo volere.

Salió del taxi y entró en el concesionario. Después de presentar los papeles que acreditaban que su permiso de conducción tenía más de un año de vigencia, pusieron a su disposición el alquiler de una moto. Una Gilera GP 800 de color negro fue su elección. Salió del edificio conduciendo la moto rumbo a la Plaza de San Marcos; su objetivo se encontraba en un restaurante cercano. Aparcó la moto cerca de las escaleras de la plaza y observó el entorno en busca del restaurante. Se bajó de la moto y se acercó hasta la plaza. Sacó una fotografía del bolsillo izquierdo de su chaqueta y la observó detenidamente. Estaba tan concentrada mirándola que no se percató de que alguien estaba cerca de ella, con lo que acabaron chocando. Sez levantó la vista para comprobar que se trataba de una chica joven, podría tener más o menos su misma edad.

- Non preocupare. - respondió - Tu parle l'inglese? - le preguntó.

El italiano estaba bien, pero se desenvolvía mejor en inglés.

FDI: "No te preocupes. ¿Hablas inglés?"

- Non preocupare - respondió la chica de cabellos rubios - Tu parle l'inglese? - preguntó.

El italiano no se le daba genial, pero si sabía hablarlo perfectamente, aunque no tuviera un acento muy propio de allí pues ella era francesa.

- No... no hablo inglés lo siento - contestó Étoile mirándola y examinándola así la mirada detenidamente.

Pensó que quizás se hubiera perdido y ya que estaba ella allí y no tenía prácticamente nada que hacer, sino comer, pues podría servirle quizás de ayuda.

- ¿Necesitas ayuda? ¿Buscabas algo en particular?

[FDI: Étoile habla en italiano]

¡Aah! ¡Día libre! Sólo había un encargo en mano y su padre le dijo que se encargaba él, pues el cliente era bastante perfeccionista. Al principio Fox se lo tomó a mal, e incluso terminaron peleándose como de costumbre ya que él estimaba que sus obras también quedaban perfectas. Claro que después de un buen puñetazo en el cogote, el joven prefirió salir a dar una vuelta y esperar a la noche hasta que el viejo dejase de trabajar.

Llevaba su bloc bajo el brazo, y los útiles de dibujo en una mochilita bandolera que se echó al hombro. Hacía muchísimo calor, por lo que salió simplemente con una blusa holgada de color blanco y unos vaqueros negros. Sin embargo dejó sus gafas en la frente en lugar de protegerse los ojos; había demasiada belleza siempre en Venecia como para que el cristal impidera percibirla.

En principio no tenía pensado ningún lugar en concreto, por lo que se dirigió a la Plaza en primer lugar, donde seguramente le terminaría viniendo la inspiración. Sin embargo lo que vio nada más llegar no fue precisamente algo que le despertase las ganas de dibujar, si no un olor a pizza que hizo que le rugiesen las tripas.

- Puto viejo, hoy no me has dado de comer - se quejó, suspirando.

Metió las manos en los bolsillos y comprobó que había salido con tan poco dinero que probablemente no le daría ni para una botella de agua. Miró a su alrededor y fijó su atención en dos chicas pues estaban bastante cerca de él. Fox se acercó a ellas con una sonrisa, e hizo una cordial reverencia.

- Disculpad, ¿a alguna le interesa un retrato? No os defraudaré, y así me ayudaréis a sobrevivir hoy al hambre - se ofreció con una picardía caballerosa.

La chica no hablaba inglés, pero por lo menos se había ofrecido amablemente a ayudarla. Algo es algo. Sez se resignó a seguir parlando en italiano.

- Sí, buscaba un restaurante que está cerca de aquí. Se llama "Il Fiordo". ¿Lo conoces?

Antes de que la joven pudiera responderle, apareció un hombre de pelo rojizo y aires un tanto chulescos. Les propuso hacerse un retrato, obviamente para vendérselo después. Sez no quería ni tenía tiempo que perder en absoluto. De modo que se negaría primero, con la esperanza de que la chica le dijera lo que necesitaba saber antes de responderle al recién llegado.

- Lo siento pero no.

Era uno de esos días chungos que a nadie le apetecía despertarse, un día de Abril cualquiera en el que me despertaba con jaqueca por la fiesta de la noche anterior, pero era hora ya de tomar el aire y tomarme un café en una terraza cualquiera mientras olía las aguas sucias de los canales de mi Venecia.

Me puse lo primero que pille de ropa (una camisa negra y unos vaqueros) y comencé a bajar por el gran canal para dirigirme a la Plaza de San Marcos, entre tanto calor y humedad, uno se podía morir si no llevaba un ventilador personal, pero no tenía ganas de llevar nada en las manos, por si tenía que coger del bolsillo a mi amiga y salir "volando", nunca se puede saber lo que te puedes esperar por las calles.

Entonces nada más llegar a la poblada Plaza no pude evitar ver aquel rostro que mi corazón anhelaba pero que se me tenía prohibido, me preguntaba porqué estaría aquí, la última vez nos vimos en Atenas, así que supuse que esta vez tocaba vernos en Venecia, rápidamente me metí en un callejón y me teleporté a mi casa para esconder la piedra donde siempre para luego llegar corriendo a la Plaza y acercarme sin problemas.

-Vaya, vaya, vaya... no me digas que la primera piedra que quieres romper es la mía, tienes las metas muy altas Sez...

- Sí, buscaba un restaurante que está cerca de aquí. Se llama "Il Fiordo". ¿Lo conoces?

Étoile iba a responder cuando un chico de pelo rojo se acercó para proponerle a ambas chicas un retrato que por supuesto se tomaría la molestia de cobrar, pero ahora mismo Étoile estaba más concentrada en la chica que preguntaba dudosa que el chico, aunque de todas maneras, negó con la cabeza ligeramente.

- Lo siento pero no. - negó la chica.

Étoile recordó el nombre del restaurante, "Il Fiordo". Pues claro que lo conocía, es ahí a donde iba a ir a comer ella, pues menuda casualidad. Étoile giró la vista hacia el chico para luego posarla de nuevo sobre la rubia.

- Sí, lo conozco y puedo llevarte hasta allí - contestó.

No es que fuera precisamente arisca, era chica de pocas palabras sí pero sabía ser amable, además a ella le hubiera gustado que la ayudasen cuando estuvo perdida por Italia durante un tiempo. Sin previo aviso, comenzó a oir como las palomas cogían vuelos, como el bebé que iba sobre el carro a bastantes metros comenzaba a llorar ya que la chupa había tocado el suelo; y como unos pasos se habrían camino hasta llegar a ellos. Los ojos de Étoile se habían vuelto de nuevo ambarinos, aunque gracias a que sus ojos de por si, eran como del color de la oliva... como un verde mezclado con amarillo, pues no se le notaba tanto a menos que estuvieras especialmente interesado en los ojos de Étoile.

- Vaya, vaya, vaya... no me digas que la primera piedra que quieres romper es la mía, tienes las metas muy altas Sez...

- Estamos teniendo una conversación - interrumpió Étoile.

No le gustaba que el listo de turno se acoplara a las conversaciones porque si, y más si no estaba siendo respetuoso con las personas que hablaban. Por lo visto conocía a la de cabellos rubios, llamada Sez. Étoile se apresuró ligeramente en indicarle donde estaría el restaurante, por supuesto ella estaría ahí luego, aunque eso no se lo dijo.

Seguidamente se despidió con la mano de Sez y comenzó a caminar hacia el restaurante.

[FDI: abandona el lugar]

Las dos chicas se negaron. Fox no habría sabido decir cual de las dos había sonado más borde, y puso una mueca de fastidio arrugando el morro al oír y ver la respuesta negativa. Aún así, no tuvo tiempo de replicar e intentar venderse de nuevo pues apareció un hombre que al parecer conocía la rubia. En un abrir y cerrar de ojos la del pelo gris se esfumaba hacia el restaurante de las pizzas, y el pelirrojo decidió seguirla. Era mejor convencer a una damisela solitaria que a una acompañada; nunca se sabe lo fuerte que puede llegar a ser el novio...

- ¡Espera! - exclamó, siguiéndola.

[FDI: la sigue ]

La chica incluso se había ofrecido a llevarle hasta el restaurante, algo que Sez valoró pero a lo que iba a negarse; no era conveniente llegar acompañada al lugar. Pero, justo cuando iba a negarse amablemente a su ofrecimiento, apareció alguien inesperado. Alguien a quien conocía demasiado bien, por desgracia.

- Vaya, vaya, vaya... no me digas que la primera piedra que quieres romper es la mía, tienes las metas muy altas Sez...

Sez chasqueó la lengua mientras ponía cara de asco, mas de nuevo la chica se le adelantó, soltándole una frase cortante a Fabrizzio. Empezaba a caerle en gracia aquella mujer. Ésta optó por explicarle detalladamente la ubicación del restaurante antes de marcharse. Sez le dio las gracias y se giró hacia Fabrizzio una vez el pelirrojo salió tras la otra chica.

- Hay que ser muy valiente para hablar de las piedras a plena voz... O muy idiota. - le dijo en un tono de reproche.

Hablar de las piedras tan a la ligera podría traer problemas, pues algún portador podría enterarse de que ella también tenía una de esas malditas piedras y tenderle una trampa. Nunca se estaba a salvo.

- En cuanto a mis metas, no todas giran en torno a tí.

Siempre creyéndose el rey del Universo. Ansiaba bajarle los humos a aquel impresentable, pero ahora no era el momento oportuno para ello.

- Si me disculpas, tengo trabajo que hacer. - le dijo.

Y se giró, poniendo rumbo a "Il Fiordo".

- Hay que ser muy valiente para hablar de las piedras a plena voz... O muy idiota.

Sí... la verdad es que me sobra valentía, pero no creo que nadie sepa de qué hablamos... entonces le guiñé un ojo.

-Pero si nadie se ha dado cuenta, será que he dicho un nombre raro... piedra... creo que está en el diccionario.

Entonces me cortó.

- En cuanto a mis metas, no todas giran en torno a tí.

-No, pero mi meta es que así sea... que bonito sería que fueras mi centro del mundo.

Desde que vi esos ojitos y ese pelo me enamoré de ella tan profundamente... ¿por qué se empeñará en que seamos enemigos?

- Si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

Entonces vi que se dirigía a mi restaurante preferido.

-Oh, Il Fiordo, mi restaurante favorito, ¿quieres que te invite a comer? Hacen unos Spaghetti a la bolognesa... que... ¡Oye! - corrí al ver que seguía andando- Vamos, mujer... -puse ojitos de corderito degollado- dame una oportunidad... ¿sí? Y luego te doy una vueltecita por el mundo "Tour de dos horas". -Volví a guiñarle un ojo mientras chasqueaba los dedos.

Sez caminaba sin prestarle a Fabrizzio la más mínima atención. Bueno, en realidad sí que lo oía aunque no le escuchase, con lo que comenzaba a sentirse molesta al escuchar a ese loro parlanchín. Seguro que no se callaba ni debajo del agua. Tendría que comprobarlo algún día...

- No, gracias. - le espetó secamente.

No tardó en llegar al restaurante, observando a la gente que había sentada. Todos parecían estar despreocupados, disfrutando de los manjares de aquel lugar, sin saber que entre ellos había un mercenario y traficante de menores. Un momento... ¿¡Dónde se había metido aquel cretino!? Para su desgracia, Sez comprobó que el criminal no estaba allí. ¿Le habrían dado una hora incorrecta? Sabía que el lugar era el correcto, y juraría que la hora también, pero si no estaba... Podría ser que finalmente no acudiese a la entrega.

- ¡Tsk! - murmuró con resignación.

Viendo que su trabajo se había postpuesto, se sentó en una mesa. Ya que estaba, saciaría su hambre. Miró hacia un lado y vio a la chica de antes y al pelirrojo en una mesa algo alejada. Volvió la vista al frente, no tardando en dibujarse en su rostro una mueca de disgusto.

- ¿Por qué me sigues? Ni se te ocurra sentarte aquí. - le advirtió a Fabrizzio.

Persistente, como siempre.

-No, gracias.

-Como quieras...

Seguí andando detrás de ella hasta el restaurante, donde se quedó un momento de pie resignada y luego fue a sentarse, me planté delante de su mesa.

-¿Por qué me sigues? Ni se te ocurra sentarte aquí.

Habrá que usar una baza sucia.

-¿Sabes? El otro día me encontré con un tipo muy poco honroso, un mercenario, le encontré secuestrando niñas al muy capullo, sí... le tuve que llevar a mi prisión personal, ¿qué habrá sido de él? Ahí abajo no se vive muy bien y llevo días sin bajar a visitarle, bueno, no importa que se pudra ahí abajo, seguro que no tiene ningún tipo de información que darle a ninguna señorita griega... en fin, es hora de irme, si no me siento no puedo hablar a gusto. Ciao, preziosa.

Entonces comencé a andar tranquilamente con la firme impresión de que me pararía ante mi jugada tan sucia, ¿Se creía que yo era un fantoche? Tengo suficiente gente trabajando para mí en mi ciudad como para saber a que vienen los extranjeros, debería saberlo.

Odiaba a ese hombre, con todas sus fuerzas. Sabía que Fabrizzio tenía a mucha gente trabajando para él en Venecia, con lo que estaba al tanto de las bandas, traficantes y delincuentes del país; así que era de suponer que supiera también lo de aquel mercenario.

- ¡Tsk! - escupió, resignada.

Giró la cabeza hacia un lado, carcomiéndose por dentro por lo que estaba a punto de hacer, muerta de la rabia.

- Espera. - le dijo, para luego respirar hondo y así intentar calmarse - Toma asiento. - le ofreció luego, claramente a regañadientes.

-¡Tsk! Espera. Toma asiento.

Anzuelo picado, soy infalible. Entonces fui a sentarme.

-Me duele tener que usar trucos sucios para estar contigo... Debo ser muy horrible para que me odies... O debe ser que te tomas muy en serio "eso"... -dije señalándola su collar- ¿Puedes odiar a una persona sólo por qué tenga unas metas contrarias a las tuyas? Bueno... vamos a hacer una cosa, como supongo que odiarás tener que hablar de estas cosas... y más conmigo, te doy dos opciones.

Vamos a jugar un ratito, jaja, veamos cuanto de importante es esa rata para ella.

-Te doy al mercenario a cambio de una de estas dos: ¿O bien nos tiramos toda la mañana hablando hasta que te guste? ¿o nos dejamos de tonterías y lo discutimos en la cama? La segunda opción es un camino más rápido, no tanto claro -dije guiñándola el ojo- pero al menos no tendrás que hablarme de lo que no quieras y según mi teoría me dejarás de gustar.

Teoría estúpida pero cierta, cada vez que me acuesto con una chica ya deja de tener interés para mí, por eso Sez me había llegado a interesar tanto, porque era difícil de conseguir.

-¿Juegas... o te vuelves a casa con las manos vacías?

[FDI: Dado que el pelo de Sez es rubio, no tiene el collar puesto]
[DDI:]

- NO pienso acostarme contigo. - recalcó ese "no" con bastante fuerza- Y por mucho que hable contigo sólo conseguirías que te odie más.

Dudó en si aclararle que era por él por lo que le odiaba, no porque sus propósitos fueran distintos. Aunque buscaran las piedras con objetivos diferentes, no lo odiaba por eso, sino por cómo era él: arrogante, engreído, maleducado, mujeriego, idiota... Podría seguir hasta la Eternidad. Finalmente pensó en aclarárselo, más que nada para hundir un poco su ego, pero justo en ese momento llegó el camarero.

- Buenas tardes, señores. ¿Desean pedir ya?
- Sí. - respondió Sez - Spaghetti alla carbonara y una copa de vino Dolcetto.

Luego guardó silencio, esperando a que pidiera el italiano.

-NO pienso acostarme contigo. Y por mucho que hable contigo sólo conseguirías que te odie más.

Que sutil. Entonces iba a irme cuando llegó el camarero.

-Buenas tardes, señores. ¿Desean pedir ya?

-Sí. Spaghetti alla carbonara y una copa de vino Dolcetto.

Negué con la cabeza.

-No, parece ser que la dama quiere comer sola -y cuando el camarero se fue proseguí- y que va a volver a casa con las manos vacías.

Entonces me levanté y me fui tranquilamente, aunque antes me paré.

-El tipejo ese me lo quedo yo, por como actúa está mejor muerto y como me odias tanto no me darás las razones por lo que lo quieres, así que se queda así la cosa, que aproveche.

Volví a caminar tranquilamente, ¿darme por vencido? es la primera vez, vaya... que bajo estoy cayendo.

Justo cuando Sez pensaba que Fabrizzio no podía sorprenderla más, éste se superaba. Claramente se había negado a cederle a aquel mercenario porque no iba a acostarse con él. Y luego se extrañaba de que lo odiara tanto.

- ¿Vas a negarte a ayudarme porque no quiero acostarme contigo? No sé porqué te extrañas de que te odie. - le dijo.

No obstante, había hablado en ruso, para asegurarse de que el camarero no se pispaba de nada; no era asunto suyo. Prosiguió hablando, en el mismo idioma de antes.

- Me han ordenado eliminarlo, eso es todo. - finalmente había cedido.

-¿Vas a negarte a ayudarme porque no quiero acostarme contigo? No sé porqué te extrañas de que te odie.

Entonces la seguí el rollo hablando en ruso.

-Podías haber escogido la otra opción, la de hablar civilizadamente, pero veo que esa parte se la saltaron al educarte, bah, no quiero discutir, hagámoslo a tu manera, ignorémonos, así el mundo estará a salvo una temporada.

Mujeres... no se entienden ni entre ellas.

-Me han ordenado eliminarlo, eso es todo.

-Pues no te preocupes, ahí abajo se pudrirá, tu misión estaba hecha antes de que llegaras, no tenías porque haber venido.

Y me dirigí de nuevo a la Plaza para tomar el aire, me gustaba bien poco tratar así a una chica, pero no me había dado muchas alternativas, a mí solo me gusta ser cariñoso y atento, pero si me dan caña... no me iba a dejar pisotear.

Sez sabía cómo acabaría una conversación con Fabrizzio: con un sonoro tortazo. De seguro acabaría insinuándose descaradamente, como siempre solía hacer. Era por eso por lo que prefería que se mantuviera alejado de ella. Al parecer así lo hizo, pues sorprendentemente se dio la vuelta y salió del restaurante. Le extrañó que se diera por vencido, pero no tenía nada que objetar a eso.

Disfrutó de un almuerzo en paz, degustando aquella exquisitez con sumo placer. Cuando el postre llegó, la mujer sacó su teléfono móvil y marcó un número. Tras el segundo tono alguien descolgó, haciéndose luego el silencio.

- Está hecho. - dijo el ruso.

Una leve pausa. Luego una voz ronca y varonil, aunque bastante desgastada por la edad.

- 15000€ transferidos.

Y colgó. Trabajo hecho y cobrado... Bueno, hecho a medias, pero poco importaba. Aunque no estuviese muerto, ese tipo encerrado poco iba a extorsionar. Se terminó el postre y pagó la cuenta, saliendo del lugar y subiéndose a su moto, rumbo, de nuevo, al aeropuerto.

[FDI: Tema cerrado]

Una vez Sez salió del restaurante, salí de mi escondite y me rei un poco con descaro, quizá no era bueno hacer lo que estaba a punto de hacer, pero me gustaba jugar, además así la obligaba a venir más a menudo a Venezia, repetí su misma acción y cogí el móvil.

-Toño... es hora de sacar al rehén de la Zona Muerta, por tu bien espero que siga vivo, os quiero a los dos en mi despacho ya, ¡ah!, y dile a Gabriel que se entere de para quien hace trabajos la señorita Argonar.

Entonces colgué y me dirigí tranquilamente a mi casa a coger mi más preciado tesoro con cierta sonrisa en la cara.