En la boca del lobo [Día 30 de Abril, 10:00]

Aparecimos al lado del roble, era igual que el de la foto... o al menos eso parecía, supongo que cuando se supera cierto tamaño ignoras si ha crecido unos centímetros más.

-Bueno -dije echando un vistazo por la zona- está todo igual que en la foto... dime, ¿qué edad tenías en la foto? Parecías más joven, aunque dudo que ahora pases de los 20 -dije sonriente.

Luego escuchando la respuesta pero a la vez observando el lugar intenté visualizar la mansión.

-¿Y dónde dices que está tu... la casa de tus padres?

Fabrizzo no conocía el lugar personalmente, pero ver la foto le bastó para poder teletransportarlos hasta allí. Cuando llegaron, Sez se quedó viendo el paisaje, no pudiendo evitar sentirse nostálgica al recordar los tiempos como los de la foto aquella.

Miró al italiano cuando se dirigió hacia ella.

- Tenía unos dieciocho años. - respondió.

Mostró una leve sonrisa en sus labios.

- Ahora tengo 21 - sí, en el fondo se alegraba de quitarse un año de encima.

Comenzó a caminar como respuesta a su última pregunta.

- No muy lejos, a unos quince minutos de aquí. - le explicó - Sígueme. - añadió, y siguió caminando.

- Tenía unos dieciocho años. -dijo sonriendo y mirándome, parecía feliz, o al menos parecía recordar que una vez fue feliz- ahora tengo 21.

No era tan joven, solo la sacaba 3 años, pero me sacó de mis pensamientos cuando se mostró con ganas de terminar eso cuanto antes.

-No muy lejos, a unos quince minutos de aquí. Sígueme.

Entonces la seguí tranquilamente hasta que llegamos a lo que parecía una gran mansión de esas que aparecían en las películas de detectives donde el mayordomo había matado al propietario porque le caía mal, eso me hizo sonreir y casi reirme.

-¿Tengo que meterte ahí dentro? Parece un laberinto... bueno, una vez estemos dentro no me necesitarás nada más que para salir, deberías aprovechar que no está tu padre, dudo que cogiera un jet en una noche y volviera de Italia tan rápido.

- Tranquilo, conozco esta casa como la palma de mi mano. - le dijo.

Para bien o para mal, así era. Aunque era una suerte que su maestro le hubiese revelado los pasadizos ocultos que ocultaba la mansión en su día.

- Lo sé. - estiró su mano para que le italiano la cogiera y la teletransportara, pero antes - Cuando entremos, teletranspórtate fuera y espérame allí. No es seguro que te quedes dentro.

Mejor sería establecer un tiempo máximo para que el italiano supiera cuándo debía entrar para buscarla.

- Pongamos de tiempo límite treinta minutos. Pasado ese tiempo volverás al lugar donde te teletransportaste dentro de la casa para buscarme. ¿De acuerdo? - propuso.

- Lo sé. - estiró su mano para que la cogiera y la teletransportara - Cuando entremos, teletranspórtate fuera y espérame allí. No es seguro que te quedes dentro.

Eso no era lo que yo quería decir...

- Pongamos de tiempo límite treinta minutos. Pasado ese tiempo volverás al lugar donde te teletransportaste dentro de la casa para buscarme. ¿De acuerdo?

-Espera, espera, espera, ¿no ibas a parar el tiempo? Si lo paras no hay necesidad de que me vaya, haces lo que tengas que hacer, vuelves a donde yo estoy y huimos, no creo que debas estar muy lejos de una vía de escape, no creo que tu padre deje la mansión a solas. Por favor... no quiero que te pase nada.

Llevó sus manos hasta su cintura, poniendo los brazos en jarras, y mirando al italiano con gesto incrédulo.

- ¿Cuánto tiempo crees que puedo parar el tiempo? - le preguntó, aunque no le dejó tiempo a responder - Lo primero, necesito concentración y buscando por toda la casa no es que pueda concentrarme demasiado en continuar bloqueando el tiempo.

Sí, controlaba el tiempo, pero no podía congelarlo un tiempo excesivo. Había probado los límites a los que podía llegar y, francamente, no le apetecía nada sobrepasar su límite.

- Segundo, las vías de escape de la mansión son pasadizos ocultos, no será tan fácil salir de allí. - maldita la hora en la que su padre decidiría hacer semejante laberinto - Y, tercero, pararé el tiempo sí, pero cuando sea estrictamente necesario. Conozco mis limitaciones. - explicó.

- ¿Cuánto tiempo crees que puedo parar el tiempo? Lo primero, necesito concentración y buscando por toda la casa no es que pueda concentrarme demasiado en continuar bloqueando el tiempo.

Arqueé una ceja como ella hacía con frecuencia.

-Segundo, las vías de escape de la mansión son pasadizos ocultos, no será tan fácil salir de allí. Y, tercero, pararé el tiempo sí, pero cuando sea estrictamente necesario. Conozco mis limitaciones.

Arqueé aún más la ceja haciendo de mi cara algo irónico y divertido.

-En ese caso me quedo contigo, así solo estarás a un toque de mí para tener una vía de escape. Y no me repliques, por nada del mundo te voy a dejar ahí dentro sola.

La agarré con fuerza y me teletransporte a lo que imaginé que sería el pasillo de la segunda planta.

La cara que tenía el italiano hizo que Sez enarcara también una ceja, mirándolo con expresión de extrañeza. No pudo replicar a lo que dijo pues no la dejó ya que inmediatamente después de hablar la cogió con fuerza y la teletransportó al pasillo de la segunda planta. La griega se soltó de inmediato y lo miró reprobatoriamente mientras ponía los brazos en jarras.

- ¿¡Estás loco!? No puedes teletransportarte así como así. No conoces la casa por lo que puedes teletransportarte a cualquier parte y eso no nos conviene; puede que hayan instalado cámaras o que haya vigilancia. - le dijo.

Miró hacia un lado y hacia el otro. No había rastro ni de cámaras ni de seguridad, pero nunca se sabía. Caminó hasta la segunda puerta que había en el pasillo y la observó detenidamente.

- Aquí estaba el segundo despacho de mi padre. - le informó.

Se agachó para mirar por el agujero donde se introducía la llave. Parecía no haber nadie dentro. Se incorporó y puso la mano sobre la manecilla de la puerta, abriendo luego ésta con suma delicadeza. Una vez abierta, entró y esperó a que Fabrizzo hiciera lo mismo.

- ¿¡Estás loco!? No puedes teletransportarte así como así. No conoces la casa por lo que puedes teletransportarte a cualquier parte y eso no nos conviene; puede que hayan instalado cámaras o que haya vigilancia.

-Y digo yo, ¿qué más da que nos graben? Dudo que tu padre te denuncie por entrar en su casa y yo no existo para el gobierno, además será lo bastante listo como para saber que vendrías después de lo ocurrido ayer.

Luego se acercó a una puerta y comentó que era un despacho de su padre tras lo que miró si había alguien y entró. La seguí a dentro.

-Por cierto, ¿qué buscamos?

Obvió el primer comentario del italiano. Estaba claro que no conocía a su padre... Una vez él entró en el despacho, Sez cerró la puerta sin hacer ruido y se acercó al escritorio mientras Fabrizzo le preguntaba qué buscaban. La griega abrió el primer cajón del escritorio; o lo intentó, pues estaba cerrado con llave. Abrió el segundo y rebuscó entre los papeles que allí había.

- Cualquier documento que relacione a mi padre con la Agencia. - dijo.

Luego pensó: "Si yo fuera mi padre, un hombre egoísta, calculador y un capullo integral, dónde escondería la llave del primer cajón de mi despacho?" No supo qué responder; lamentable o afortunadamente, no conocía a su padre lo suficiente. Siguió revisando aquellos papeles mientras pensaba dónde podría estar esa llave.

-Cualquier documento que relacion a mi padre con la Agencia.

-Aparta -dije viéndola que no podía abrir el cajón y tiré de él hasta romperlo y desencajarlo -menos mal que nos trajimos a Mister Músculos -dije haciendo el ridículo poniendo posturas con mis biceps de por medio y un dedo señalándome.

Aunque como supuse que no sorprendería a Sez proseguí.

-Seré de más utilidad vigilando en el pasillo, quizá alguien haya oído el estruendo.

Sez se apartó más por la intromisión del italiano que por propia voluntad. Cuando vio cómo desencajaba el cajón, rompiéndolo en el proceso, se cruzó de brazos y enarcó una ceja, mirando a Fabrizzo reprobatoriamente.

- ¡Oh, sí! Romper un cajón para llamar la atención de mi padre es una muy buena idea. - dijo, de forma irónica y con sorna.

¿Míster Músculos? ¿A qué venía eso? Mucho músculo, pero poco cerebro veía ella.

- Sí, más vale que vigiles antes de que se te ocurra romper otra cosa. - dijo.

Siguió buscando en aquel cajón, para luego pasarse al que había roto el italiano. Menos mal que poco le importaba ya aquella casa y, sobre todo, que su padre se encontrara con aquel estropicio; por mucho que pudiera sospechar de ella.

- ¡Oh, sí! Romper un cajón para llamar la atención de mi padre es una muy buena idea.

Mujeres... se creen que todo es maña, la fuerza siempre ayuda...

-No te quejes tanto y busca.

- Sí, más vale que vigiles antes de que se te ocurra romper otra cosa.

-Ñañañañaa -dije en forma de pobre imitación pueril- a veces pienso que en vez de hacer las cosas mal, es que te gusta llevarme la contraria, ¿qué tienes en contra mía? -pregunté más al aire que a Sez, pues sabía que nunca respondería a esa pregunta.

Llegué a la puerta y la abrí para asomarme a intervalos regulares de un lado a otro.

Volvió a enarcar una ceja cuando Fabrizzo le hizo aquella burla, pero ignoró lo siguiente que dijo. Siguió buscando entre esos pequeños papeles blancos y...

- ¡Un momento! - exclamó de pronto.

¿No era casualidad que hubieran muchos papeles blancos de exactamente el mismo tamaño en aquel cajón? La chica buscó entre las otras gavetas algo que le sirviera para lo que pensaba, pero no encontró nada. Alzó la vista hacia el escritorio y en un lapicero que había sobre él la encontró: una linterna de luz ultravioleta. La acercó a uno de los trozos de papel y vio que sus sospechas eran ciertas.

- Cabrón rebuscado... - mumuró.

Su padre había escrito información confidencial con tinta invisible, de manera que sólo se podía leer con luz ultravioleta. Muy listo.

- ¡Un momento!

Alcé una ceja en símbolo de imitación y a la vez de sorpresa y me la quedé mirando mientras removía papeles y cogía una linterna de la mesa.

-Cabrón rebuscado...

-¡Oye...! Am... lo dices por él... pues muy rebuscado no tenía que ser si te ha dejado la linterna a huevo, en fin... coge todos esos papelitos y la linterna y nos piramos, que esto me está dando mal yuyu...

Y en efecto cuando me asomé de nuevo por la puerta se acercaba alguien.

-Quizá hice demasiado ruido antes, viene alguien... vámonos de aquí.

- Pues no sé porqué, porque no hemos hecho NADA de ruido. - le dijo irónicamente y a modo de reproche, remarcando ese "nada".

Justo en ese momento se asomaba a la puerta y volvió a entrar, alarmado, anunciando que venía alguien. Seguramente habían escuchado el ruido de antes. Sez se quedó mirándolo con una ceja enarcada, cruzada de brazos. Luego recogió todos los papeles y la linterna y se acercó al italiano para que se teletransportaran.

PNJ: Jansen Argonar

Se creían que YO podía ser estúpido, entrando en mi despacho sin pensar que nadie les vería, ¿acaso no habían pensado que existían las cámaras de vigilancia?

Les estuve vigilando todo el rato desde mi despacho secreto hasta que pude ver que tenían intención de irse, entonces semiabrí la puerta secreta, camuflada en una de mis librerías y disparé un dardo tranquilizante al italiano para evitar que se marchasen sin dar explicaciones, luego abrí la puerta del todo y me dirigí a aquella que hace tiempo dejó de ser mi hija.

-Vaya, vaya, vaya... parece ser que después de todo no aprendiste nada de este viejo carcamal, ¿ni siquiera recuerdas que tengo cámaras de vigilancia hasta en las duchas de esta casa? ¡Qué jodidamente pésimo, Sez! Bueno... -dije tirando la pistola- contigo esto no servirá, así que lo preguntaré por las buenas si no quieres que me cepille al italiano, ¿por qué no me cuentas que haces aqúí?

Sabía de sobra que si paraba el tiempo, no iba a poder llevarse al italiano, no era del tipo de objetos "ligeros" con los que podía cargar.

De repente, un dardo alcanzó el cuello de Fabrizzo, quien se desplomó en el suelo al instante. Se acercó a él, agachándose a su lado, y le quitó el dardo, comprobando que era somnífero. Seguidamente, Sez escuchó una voz muy familiar a su espalda, por lo que se levantó de inmediato y se giró. Efectivamente, se trataba de su ex-padre.

- Lo recuerdo mejor de lo que crees, Jansen. Pero tenía que arriesgarme, ¿no? - intervino, mostrándole una sonrisa sarcástica.

Cuando el hombre terminó de hablar, Sez estiró ambos brazos horizontalmente y acentuó aún más el sarcasmo de su sonrisa.

- ¿Es que no puedo hacerle una visita a mis padres?

Con gusto pararía el tiempo y le daría una paliza a ese cretino, pero su moral se lo impedía; no sería una lucha justa. Aunque, de momento, era la única solución para salir de allí que se le ocurría a la griega, principalmente porque no podría cargar con el italiano tan fácilmente teniendo una amenaza en pie.

PNJ: Jansen Argonar

-¿Arriesgarte a qué, Sez? La gente se arriesga por uno mismo, no por los demás... Deberías haber sido una chica inteligente, haber cogido la piedra y haber desaparecido de la faz de la tierra, no tenemos agentes en las Malibú ni en el Tibet. Pero en vez de eso, prefieres coquetear con nuestra peor pesadilla y hacerte la heroína para salvar el mundo, ¿seguro que has aprendido bien lo que te he enseñado? Porque parece mentira... La justicia no existe en el mundo Sez, no intentes imponerla con tus poderes...
Dijo el hombre cabreado e ignorando el "supuesto" abrazo de su hija y haciendo como si nada hubiera ocurrido.

-En fin... ¿a qué esperas para parar el tiempo y esfumarte? En cualquier momento llegarán los guardias y te lanzarán un dardo somnífero y habrás fracasado en todo lo que has hecho hasta ahora... Tranquila, me ocuparé de que el italiano se mantenga vivo, después de todo aunque tú hayas olvidado que soy tu padre, yo nunca podré olvidar que eres mi hija y quiero hacerte bien...

- ¿Y huir de ti? Creo que no. Si la justicia no existe, yo la crearé. - intervino Sez.

Terminó de escuchar a aquel necio e hipócrita hombre que ahora se las daba de padre protector. Él ya no era su padre, para ella su progenitor estaba muerto y el hombre que tenía frente a sí no era más que un corrupto y avaricioso hombre de negocios.

- ¡Por favor! ¿Pretendes ejercer ahora de padre? ¿O parecerlo? Tú no eres mi padre. Y todo lo que sé no lo he aprendido de ti. - le dijo con desprecio.

Llevó su mano hasta su piedra, pero antes de usarla se dirigió una vez más hacia Jansen.

- Como le hagas algún daño, te mataré. No lo olvides. - advirtió.

Un destello resplandeciente salió de su piedra y el tiempo quedó interrumpido. Sez se agachó junto a Fabrizzo y le quitó la piedra, guardándose ésta en el bolsillo. Acarició su cabeza antes de incorporarse y comenzar a correr. Cuando salió al pasillo vio a dos guardias petrificados y armados que hubiesen entrado en la habitación si hubiera esperado un segundo más. Salió de la casa y, una vez creyó que estaba lo suficientemente lejos, dejó de controlar el tiempo para que éste siguiera su cauce. Su cuerpo estaba debilitado pues había usado su poder más tiempo del debido, pero no pensaba rendirse. Siguió corriendo hasta llegar a la carretera.

PNJ: Jansen Argonar

El tiempo se volvió a descongelar, pero Sez ya no se encontraba en la habitación, aún seguía aquel tipo escurridizo en el suelo inconsciente y dos guardias entraron justo en la habitación.

-Señor, ya estamos aquí.

-Ajam... un momento...

Entonces una gran sonrisa apareció en mi rostro mientras me acercaba a aquella rata italiana y la cacheaba solo para ver que no tenía la piedra en su poder, entonces mi cara cambió a una mucho más desagradable mientras gritaba.

-¡MIERDA!

-¿Señor?

-¡Mierda, mierda y mierda! Se la ha llevado... Se ha llevado la puta piedra... en el fondo no es tan tonta como pensaba... ¡Joder! Todo desde el principio otra vez... Pensé que me iba a hacer con una de ellas y solo me he quedado con una puta rata italiana... ¡Llevaroslo a la isla Rockfort! ¡Que se pudra allí! Además le prometí a mi hija que no le haría daño... me da igual lo que piense... de no ser por mí, estaría muy muerta.

Viendo que era peligroso permanecer en las proximidades de la casa de sus padres, Sez optó por hacer algo que no le costó poco esfuerzo asumir: utilizar la piedra de Fabrizzo. No podía colgársela sobre la suya, pues ambas se fundirían y no habría forma de separarlas, así que se quitó su colgante y lo guardó en su bolsillo, poniéndose seguidamente la piedra del italiano.

Una extraña sensación la envolvió, como si de repente fuera muy ligera, casi como una pluma. Además, al mirarse la larga melena que tenía vio con bastante impresión que ésta era rojiza. Así que con cada piedra su aspecto cambiaba; no afecta por igual a todos los stoners...

No le dio muchas vueltas y se concentró en su casa, concretamente en el salón. No sabía muy bien cómo se utilizaba ese poder, pero Fabrizzo sólo tenía que imaginarse el lugar al que quería ir para llegar hasta él. Parecía sencillo... Tuvo que concentrarse todo lo posible para que, finalmente, su cuerpo se desintegrara y reapareciera en otro lugar, el salón de su apartamento. Sez se quedó algo sorprendida por la sensación que el teletransporte le produjo, aunque era casi igual a la de ser teletransportada a través del italiano.

Optó por dormir, si es que llegaba a conciliar el sueño, pues cansada no es que sirviera de mucha ayuda para Fabrizzo. Por la mañana llamaría a su maestro y le pediría ayuda para salvar al italiano de donde quiera que lo tuviera encerrado su padre. Por lo menos sabía que él no le haría daño...

[FDI: ¿Cerramos este tema y abrimos otro?]